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Fiesta de Cristo Rey, Ciclo C





Esta es una fiesta de reciente institución dentro de la Iglesia católica romana. En época de la creación del estado italiano se encontró relevante, más aun al asumir el lema de “instaurar todo en Cristo” como ideal. 
En 1870 los italianos lograron derrotar los ejércitos papales y entrar triunfantes en Roma. Lo que antes eran palacios papales se convirtieron en edificios de gobierno hasta el día de hoy. En 1929, cuando el papa aceptó la situación y se formalizó el reconocimiento del nuevo estado italiano (de ahí la Avenida de la Conciliación que se construyó por entonces) se estipuló pagarle al Vaticano una considerable suma de dinero en compensación por sus pérdidas materiales. Ese dinero sirvió de base al Banco del Vaticano que lleva el nombre de Ministerio para las obras de religión. 
El papa se retiró a los terrenos del Vaticano y se le respetó en ese espacio. No convenía llegar a las últimas consecuencias, en términos políticos. 
En 1870 el papa se negó a reconocer la legitimidad del nuevo estado de cosas. Por eso le prohibió a los católicos votar en las elecciones o a participar de manera alguna en el gobierno. En 1945 ante la inminencia de un triunfo electoral del Partido Comunista italiano el papa exhortó a los católicos a ir a las urnas y hasta las monjas salieron de sus conventos.
Pero a finales del siglo 19 y comienzos del 20 algunos papas hasta se negaron a recibir representantes de otras naciones si no iban a verlos primero a ellos. Ir a ver al rey de Italia antes que al papa era reconocer al rey como soberano de los que habían sido antes territorios pontificios y por eso el papa no podía recibirlos. 
En ese contexto promover la fiesta de Cristo Rey era otra manera de decir que el catolicismo romano estaría llamado a reinar con autoridad espiritual sobre las naciones al momento de la pérdida del poder temporal de los papas. 
Pero también ha implicado la denuncia del llamado laicismo de los tiempos.
Están los que asumen que se necesita un Franco para instaurar el reinado de Cristo.


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En la Edad Media sólo los aristócratas podían ser guerreros. Se requerían años de entrenamiento, desde la niñez, para desarrollar habilidades y poder blandir una espada, una lanza, correr a caballo y moverse vistiendo una pesada armadura. Lo mismo puede decirse de otras partes del mundo. Poco podía hacer un campesino frente a las habilidades de un Samurai. 
Pero con los adelantos tecnológicos y las armas de fuego, cualquiera podía ser un guerrero. No se necesitan tan grandes destrezas para manejar arco y flecha (arqueros ingleses contra la flor de la caballería francesa), cañones contra castillos, arcabuces y mosquetes contra picas de infantería. 
Los adelantos industriales fueron constantes. Llegados a finales de siglo 19 se sabe de los fabricantes de rifles que se propusieron un arma tan fácil de usar que “hasta una mujer podría usarla”. 
Tales adelantos han llevado a que los aristócratas ya no sean importantes. Un desarrapado con una pistola es imbatible por un aristócrata hábil con el florete. Ni siquiera un maestro de artes marciales orientales puede con eso.
Esta situación quedó clara en la Gran Guerra de 1914. Todo el valor y arrojo del mundo quedaba aniquilado a los pies de un plebeyo con una ametralladora. 
Con los productos industriales lavar, planchar y cocinar no es tan complicado. La agricultura no necesita tanta mano de obra. Los aristócratas no necesitan tantos vasallos y los que eran vasallos ya no necesitan estar sometidos a unos señores para poder sobrevivir. Las mujeres ya no necesitan ser esclavas de los maridos y los maridos no necesitan de una mujer que les lave y les cocine. 
La democracia y la emancipación de los pobres y oprimidos son derivados naturales del desarrollo tecnológico e industrial después del Renacimiento.

El respeto a los pobres no deriva de las luchas políticas o de la lucha de clases. Por eso los experimentos socialistas no han dado resultado. El progreso de los pobres va de la mano de la tecnología y la industria. 

Como el cristianismo se posicionó en confrontación con "este mundo", por eso también fue natural hablar de "cristianos por el socialismo".

Los primeros automóviles fueron unos cacharros. Eran unos Frankenstein. Contaminaban, no eran bonitos, apestaban, ensuciaban los ríos, mataban los animales, dañaban los bosques cuando se hacían caminos y carreteras. Cien años después el cuento es el mismo, pero no es igual. 

El cristianismo para las masas ya existió desde la Reforma protestante. En ese sentido el catolicismo romano se quedó en la época de los príncipes. Uno puede pensarse príncipe en un mundo que ya no le reconoce valor a eso, igual que alguien puede dedicarse a la esgrima como pasatiempo. Pero no puede pretender reavivar la relevancia de la esgrima en la vida diaria. Hay un cristianismo que es como un mueble antiguo que se ha quedado en una esquina de la casa.
Santuario Nacional Católico de Washington
De reciente factura, como para asustar niños chiquitos.


En el siglo 20 el mismo cristianismo para las masas se demostró irrelevante. 
Han estado los llamados teólogos de la muerte de Dios, a mediados de siglo 20. Hoy ya pocos se acuerdan, porque no es muy importante eso, de que Dios haya muerto.
Esa es la evidencia de que Dios se ha vuelto irrelevante – el olvido. 

Pero no es un asunto psicológico. La religión no es un asunto psicológico. Que se haya vuelto irrelevante, tampoco lo es. 
Es decir, la religión (Dios) ya no se visualiza dentro de este horizonte. El mismo horizonte, como realidad compuesta de elementos, la hace desaparecer como realidad que se pueda avistar. 

No es asunto de motivarse a recordarlo. 
Motivarse a recordar un reloj de aquellos de hace doscientos años, que se ponían sobre la chimenea, puede ser simpático. Es como adquirir un Patek Philipe, uno de esos relojes exóticos como el que llevaba Porfirio Rubirosa cuando junto a una bella rubia platino se mató en un poderoso auto deportivo en Francia. Sólo que hoy ese reloj, por caro que sea, no es confiable, si lo queremos para saber la hora. Claro, la compañía lo ha transformado en una joya de vestir, aunque diga que fabrica relojes.

No es importante saber lo que es un reloj como el de Porfirio Rubirosa. No es importante saber quién era ese señor. Qué importa quién era la rubia que estaba con él. Qué importa la marca del auto. Por eso pasaron al olvido. No es algo psicológico. Es que para nuestra vida, para saber la hora, para eso no se necesita recordarlos.
El cristianismo puede ser como un reloj admirable.

El error de algunos que quieren bregar con esto del cristianismo irrelevante es eso, ver esto como un problema psicológico solamente. 
La psicología es parte de nuestra realidad, pero eso no es todo. La manipulación psicológica de los anuncios nos llevan a comprar productos malos, pero sólo una vez. Si el producto es malo (algo no psicológico), no lo volvemos a comprar. El mundo aceptó la Coca Cola aparte de la propaganda. Han habido muchas otras sodas que se han inventado y luego pasaron al olvido. 
Los españoles no han podido embotellar y vender sangría a nivel mundial. En un momento dado esto se intentó aquí en Puerto Rico: sangría enlatada. Pero tecnológicamente esto no resulta. Mientras que los componentes de la Coca Cola se prestan para poder producirla dondequiera. 

No tiene sentido pensar que con un cambio de imagen el cristianismo será relevante. La mona, aunque se vista de seda, mona se queda. Un cura en jeans diciendo misa con un vocabulario de la calle no va a hacer que el cristianismo tenga sentido. Eso está claro.
De la misma manera, volver a vestir a ese cura como en tiempos de antes y ponerlo a rezar en latín de espaldas al pueblo, es lo mismo. Es creer que sólo es cuestión de imágenes.
Ordenación de un obispo tradicionalista contra las órdenes del Vaticano.
Ellos dicen que los cismáticos son los de la Curia. 
Algunos hasta postulan que la masonería se apoderó del Vaticano.
Piensan en masones de siglo 19. Los masones de hoy se mirarán perplejos.
La masonería hoy también ha perdido sentido y es más una sociedad de amigos.

Por lo tanto, eso no es lo que pudo tener en mente el papa Juan XXIII cuando habló de poner la Iglesia al día y de estar atentos a los signos de los tiempos. 
El norte del Concilio Vaticano II no fue asunto de un lavado de cara.

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El Reino de Dios no es de este mundo. 
Como otras afirmaciones de Jesús, esto se presta a diversos modos de entender el asunto. Es como una adivinanza que sólo la entiende el que sabe la contestación. 
Es como la definición famosa de los sofistas, “El hombre es un ser con dos patas que no tiene plumas”. Lo que dice es cierto, pero se viene al piso cuando encontramos un ave sin plumas. Y además hay unos cuantos géneros de animales que caminan en dos patas y no tienen plumas.
Las definiciones negativas son incompletas. Decir que hay un género de animales que no trepan árboles es un problema, porque tendríamos que agrupar a los caballos y a las ostras, que no trepan árboles. En abstracto se puede inventar tal clasificación, pero como un entretenimiento.
Decir que el Reino de Dios no es de este mundo en realidad no nos dice lo que es. Tiene sentido cuando ya se sabe lo que es el Reino. Y también hay que ver qué significa “mundo”. Así es como llegamos a las actitudes extremas que conocemos. 

Entre tanto, ¿puede haber un yo sin mundo? Sólo en la imaginación. Es como pensar un espacio sin cosas. Se puede pensar, pero no hay tal cosa como un espacio sin cosas. Donde hay yo, hay mundo. 
Nina Longshadow, La musa. (Enamorada de sí misma. Wikimedia)

Podemos pensar en diversas definiciones de mundo.

–Está el mundo físico. Entonces Cristo era un extraterrestre, lo que es fantasioso.
–Está el mundo mental. Entonces Cristo no era del mundo romano, de su cultura. 
–Está el mundo religioso. Entonces Cristo no era del mundo de los fariseos y sacerdotes y letrados. 

Como quiera que fuere Cristo estaba en este mundo, es decir, el físico, el de la sociedad de su tiempo y el del mundo religioso de su sociedad. No era un yo aparte de esa realidad, como no era un yo desligado de su cuerpo, de sus achaques, de sus sentimientos y de sus pensamientos. 
No fue un dios disfrazado de humano. Fue un ser humano. Y fue dios. Fue un algo cuya condición de ser alguien implicó tener una biografía con un futuro incierto desde la combinación sin separación de naturaleza humana y naturaleza divina. Esa es la fe de Nicea.

Ser un ser humano implica no conocer el futuro (“Ni el Hijo del Hombre sabe el día o la hora”), no distinguir quién te toca en medio de un gentío (la hemorroisa)… tener hambre (aun después de resucitado), llorar por la muerte de un ser querido (Lázaro)… gustar del vino (bodas de Caná) y la buena comida (con los publicanos).

Gladys Torres de Pirela (Venezuela), Hipóstasis (Wikimedia)

Podemos pensar en diversas definiciones de reino.
–Un reino es territorio, es espacio. El rey es el soberano, el que tiene autoridad y poder sobre ese reino. 
–Un reino es metáfora: el reino de lo posible, campo, terreno, ámbito, marco, limitación, esfera (de lo posible). 
–El reino como clasificación (reino animal, vegetal).

El reino del que habla Jesús, según los evangelios: la Buena Nueva, el anuncio del Reino de Dios que está cerca. 
No es un reino material, tampoco social. Jesús no predica la creación de un nuevo tipo de estado social. No predica unas leyes que requieran una policía, un sistema judicial.
Tampoco es religioso al modo de los fariseos. No es asunto de obsesionarse por la rectitud. No es asunto de interminables interpretaciones de la Escritura.
No es un reino de religiosidad institucional con autoridades religiosas con función de observadores y supervisores y con tribunales de justicia divina. 

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En sus jornadas de predicación Jesús anunció el Reino de Dios. 
El Reino está ya con nosotros. Está allí donde se reúnen los cristianos. Está en nuestros corazones. Es como una levadura que infla la masa y lo hace por su cuenta, día y noche. Es como una perla extraordinaria que alguien se encontró y dio todo por adquirirla. Es como la semilla del sembrador que crece junto a la cizaña. Es la paz de Dios con nosotros.



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