En la lectura continua de las Escrituras que hacemos los domingos el tema de hoy corresponde al seguimiento de Jesús. En la primera lectura el profeta se pone completamente a la disposición de Dios. Jesús por su parte le pide a Pedro y a los primeros discípulos como Santiago y Juan a que lo dejen todo y le sigan.
La tercera lectura de hoy, el pasaje del evangelio de Lucas, comienza con Jesús y una multitud que le sigue. Es posible que en ese contexto la invitación que Jesús le hace luego a Pedro y a su compañeros implica más bien un, “Vengan y únanse al grupo”…de mis seguidores.
En la tradición hemos pensado que la invitación de Jesús fue algo exclusivo, dirigido solamente a los primeros apóstoles. Pero también uno puede pensar que ya había un grupo que le seguía a todas partes porque querían escuchar y ver todo lo relacionado a él. Cuando Jesús invita a Pedro y a sus compañeros, ello no necesariamente tiene que implicar que ellos fueron los primerísimos discípulos.
Lo que sí podríamos decir, dejando correr nuestra imaginación, es que hubo, de todos modos, algo especial en el caso de Pedro y los compañeros pescadores. Los demás que seguían a Jesús vinieron por cuenta propia y de seguro eran desempleados, vagabundos, vaya usted a saber. No por eso eran malos discípulos. Ya hemos visto que hay que encontrarse “pobre de espíritu” para darse cuenta que el Reino ya está entre nosotros, cosa que se da más fácilmente entre los desarrapados, que entre los ricos y los acomodados.
Pedro y sus compañeros no eran gente que les sobrara tiempo para desperdiciar. Estaban muy ocupados en sus quehaceres y de seguro el pescado era para ponerlo a la venta en la orilla. La pesca milagrosa también pudo ser un acto desesperado de alguien que dependía de la cantidad de peces en las nasas para poder mantener el negocio a flote.
Recordemos el contexto. Han estado toda la noche tirando las redes y nada. Cuando Jesús le dice que pruebe suerte al otro lado de la barca, eso pudo sonar como un turista que se mete a opinar como queriendo saber más que los veteranos en la materia. Cuando Pedro le dice que si él cree que así será mejor, él también se lo va a creer y va a tirar la nasa al otro lado de la barca.
Al ver la cantidad de peces que atrapan, se siente abrumado por el resultado, como quien se ganó la lotería, sin realmente merecerlo. Esperaba burlarse del turista y resulta que no, que tenía razón cuando le dijo dónde tirar las redes. Por eso se siente mal por haber sido tan malicioso. Y se siente mal de ser tan agraciado.
Pedro cayó en cuenta y vio y reconoció lo que había sucedido, lo que estaba sucediendo. Reconoció que tenía más sentido ser honesto, decente. Entonces dice, “Apártate de mi, que soy un pecador”.
Claro, esto es especulación. A saberse lo que pasa por la mente de una persona. Otra cosa es conjeturar sobre los hechos mismos.
Pedro cayó en cuenta y vio y reconoció lo que había sucedido, lo que estaba sucediendo. Reconoció que tenía más sentido ser honesto, decente. Entonces dice, “Apártate de mi, que soy un pecador”.
Claro, esto es especulación. A saberse lo que pasa por la mente de una persona. Otra cosa es conjeturar sobre los hechos mismos.
Pedro y sus compañeros eran personas ocupadas. No iban a salir a buscar a Jesús para seguirle. Por eso Jesús vino a buscarlos. Y estuvieron dispuestos a dejarlo todo y a seguirle. Los otros, los que ya seguían a Jesús por su propia iniciativa, ellos también dejaron atrás todo. Dejaron atrás, por ejemplo, la rutina de sus vidas. Porque hasta los sin techo y los deambulantes tienen sus costumbres y rutinas.
Durante siglos hubo una lectura equivocada de estos pasajes. Se dio por sentado que la vocación de los apóstoles fue algo especial, distinto. No era lo mismo, la vocación de los apóstoles y la vocación de los demás cristianos. Pero eso no es lo que encontramos cuando tomamos esos textos y los leemos como si fuera por primera vez, sin prejuicios, en la medida que eso es posible.
La lectura equivocada de la vocación de los apóstoles llevó a suponer que fueron llamados de manera especial para que fueran seguidores “de primera clase”, mientras que los otros fueron seguidores “de segunda y de tercera”. Con ese prejuicio en mente no vimos que Jesús no podía pensar de esa manera. Porque eso implicaría ver las cosas al modo de los fariseos. Aparte de lo anterior, ver mis apuntes sobre las lecturas de este domingo, del 2016.
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