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Domingo del Cuerpo de Cristo



Como en otras ocasiones pongo esta ilustración para asociarla al tema de la adoración al Santísimo. 
El cuerpo de Cristo somos todos, cuerpo místico de Cristo. Al compartir el pan, la hostia, la sagrada forma, en ese momento de la misa conformamos entre todos la comunión de todos como grupo, que es a la vez comunión con Cristo. Así decimos que Cristo está presente como comida al partir el pan. 

Esa es la dimensión de la palabra comunión, comulgar. Dirá San Pablo, «La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.» (I Cor. 10,16-17)

Desde los primeros tiempos del cristianismo "eucaristía" era el nombre para la acción de gracias que la asamblea celebraba -no la celebración de un celebrante que no necesita asamblea, como sucedía antes del Concilio Vaticano II-. En los primeros tiempos "eucaristía" se refería a la asamblea que celebraba, participaba con alegría de un banquete espiritual y otro literal, de comer. 

Recordemos que el cristianismo fue primero una secta judía. Una vez los romanos destruyeron el templo, los judíos de la Dispersión tenían una sola forma de culto, el de la Sinagoga. Así, los cristianos imitaron el culto de las sinagogas y en sus reuniones de culto siguieron el patrón de la lectura de la Escritura junto a comentarios.

El banquete espiritual era la escucha de la Palabra, alimento para el alma. Era una época en que no habían libros, ni se necesitaban libros. Siglos más tarde surgió esa necesidad por los misales. En tiempos modernos se creó esta situación de católicos educados y los no educados. Los primeros están en peligro constante de convertirse en fariseos, incluyendo al lector y este que escribe. A medida que se vaya eliminando el clericalismo en la iglesia esto puede remediarse en algo. 

En tiempos de San Pablo los cristianos celebraban reuniones de comida en común. Además de la reunión estilo sinagoga, habrían reuniones para comer juntos como aparece en Hechos. En esas reuniones, al igual que los discípulos de Emaús, reconocerían a Jesús en el partir el pan. 
Representación en las catacumbas

También celebrarían cenas de acción de gracias en que evocaban la Última Cena a la manera con que en la pascua judía hasta hoy se evoca la historia de la liberación de Egipto.

En el Seder judío que fue el modelo para las eucaristías originales, se beben cuatro copas de vino por separado y entre cada una se recuerda la historia de Israel, se reza y también se come. Y siguiendo ese esquema de este banquete que es a la misma vez una oración de acción de gracias, el padre de la casa hace una anamnesis, un memorial de la intervención de Dios con nosotros, que nos sacó de Egipto… 

Los cristianos integraron a esa comida y a ese memorial  a Jesús en su pasión y muerte, porque la noche antes de que fuera…y así proclamamos la muerte y resurrección del Señor hasta que vuelva. En esa celebración Jesús estaba -está- presente.




Sólo que cuando los tiempos cambiaron esto por poco se pierde. El habla popular fue cambiando. Siempre ha habido una diferencia entre hablar en la calle y hablar en los momentos especiales y ceremoniales, algo así como vestir para el trabajo y vestir para el domingo. Hoy día esa distinción de los códigos del vestir se ha ido perdiendo, desde hace más de cien años. Lo mismo ha ido sucediendo con el lenguaje. Es lo que sucedió en el mundo romano.

Para el final de aquella sociedad romana, el pueblo hablaba mediante un latín tan corrupto que ya no se sabía lo que hablaba. Era algo así como el inglés que hablan algunos soldados estadounidenses. Otro ejemplo sería el de los que dicen «choclain» queriendo decir «chalk line». La primera vez que lo escuché pensé que la persona estaba imitando una guinea del campo. 

Hoy día la imprenta es un ancla contra esto, entre otros elementos que obstaculizan el deterioro del lenguaje. Otro factor que ancla el buen hablar son las computadoras, que no perdonan los errores gramaticales, sobre todo a medida que las ponen a hablar con nosotros.

En la época de la caída del imperio romano el pueblo ya ni entendía el lenguaje "ceremonial" de las ocasiones especiales y los edictos. Una manera de detectar un documento falso luego es notar el tipo de latín que se usa.  

El pueblo perdió el lenguaje común. Todavía quedaban palabras y expresiones, pero eran gestos vacíos, fórmulas. Es algo así como no entender para qué hay que vestirse de frac para una boda, o para ir a recibir el premio Nobel de manos del rey de Suecia, cosas así. Es como aquel político que fue a un restaurante con el gobernador y cuando el mesero le preguntó si lo quería con papas, o con arroz, contestó, «Me es inverosímil». 

Si la gente no entiende las palabras del que preside la asamblea…eventualmente el presidente se va a quedar solo, que fue lo que pasó. De esa manera el que presidía la celebración se convirtió en el celebrante, el único, sin necesidad de nadie más.

Monjes "diciendo" misa por separado. Para esto Vaticano II propuso la concelebración entre varios presbíteros.




Los obispos y los clérigos podían desentenderse del pueblo, porque los obispos y los clérigos pertenecían al orden social de la nobleza. Y para los nobles qué más daba si entendían latín o griego; esto ya sucede para el siglo 6º, quién sabe si antes. Como no se entiende el idioma, hay que decir las palabras exactas, para no faltar a lo sagrado. De esa manera todavía en el siglo 20 se recita el "Kyrie eléison" en las misas, lo que quedó de las letanías que se recitaban en la procesión de entrada cuando el ritual era en griego, en Roma. 

Esto es algo así como poner las fechas en numeración romana sobre las tumbas y los monumentos. Así uno se encuentra "MCMXLII" y no sabe lo que dice. De la misma manera uno escribe "Papa Juan XXIII", antes que "Juan 23". Es que un números arábigos se ve como vulgar, sin distinción, sin aristocracia. Es lo que sucede con los que se casan descamisados. 

Si en Roma la liturgia era en griego y después en latín -latín vulgar, decadente, de las postrimerías del mundo romano- entonces qué rayos iban a entender los bárbaros. Es lo que luego denunció Lutero, que había curas que no sabían latín y ni tan siquiera podían recitar el padrenuestro en su propia lengua.

Añádase a eso la importación de elementos bizantinos como la mampara entre clérigos y pueblo, la institucionalización del "presbiterio". 

Todavía hoy día el celebrante desaparece detrás de la mampara y los que asisten apenas distinguen lo que sucede por lo que escuchan. Al menos son ceremonias en griego para griegos que entienden griego. Los bizantinos siempre han tenido un fuerte sentido de la divinidad de Jesús y de la presencia de Jesús en el pan eucarístico. 

Entre tanto la mampara evolucionó y terminó en el comulgatorio que conocimos en el siglo 20. 

Por cierto, ese espacio especial del templo no fue abolido por el Concilio Vaticano II. Creo que nadie ordenó que desaparecieran, que yo sepa. De todos modos al desaparecer esos comulgatorios desapareció el sentido de un área especial, sagrada, en la arquitectura del templo. Hoy veo la gente caminando por toda partes y creo que sucede lo que me comentó un sacristán hace tiempo. De tanto pasar frente al Santísimo, uno pierde el sentido de la presencia real en el Sagrario.

Esto es lo que también lamentan los tradicionalistas: esa pérdida de sentido de lo sagrado, del elemento místico en la misa tradicional y en las prácticas preconciliares. El uso de la campanilla, por ejemplo se perdió por completo asicomo el lenguaje de las campanas del campanario. Como la gente no sabía lo que estaba pasando, las campanillas señalaban los momentos de la ceremonia y era un llamado a dejar la conversación y atender y adorar (ciegamente). 
Una misa en Madrid, siglo 19
En Semana Santa no se podían usar las campanillas y algunos recuerdan del Viernes Santo aquel sonido de la chicharra en sustitución de la campanilla. 

En cuanto al campanario, hoy pasa por mi casa un heladero que, en vez de tener sonsonetes infantiles, toca campanadas graves en el arrebato de muertos. Él, que no es puertorriqueño, no lo sabe. Se lo mencioné y me dijo que así es como reconocen que él ha llegado a la calle. Desconoce, parece, el lenguaje de las campanas que se tocaban con diferentes ritmos y tonos según lo que se quisiera anunciar. Así es como el general "hablaba" con los soldados mediante el sonido de la corneta.

De niño recuerdo en Ponce que se sabía la hora cuando la campana de la catedral sonaba a las doce. Aquella campana se agrietó y la sustituyeron por un carillón en 1960. El carillón luego se dañó y nadie se ha vuelto a ocupar del asunto, que yo sepa. 

El rescate de nuestro fervor cristiano -lo que podemos llamar el misticismo de las prácticas preconciliares tradicionales- no se logra volviendo al siglo 16, como si aquí nada pasó. Eso es como añorar aquellos tiempos en que los novios se escribían cartas románticas y todas las tardes se arreglaban para cenar como si fuera una ocasión especial. Se confunde lo esencial con lo externo.

Es fácil confundir el sentido de lo sagrado y de lo místico con la superstición. Uno puede terminar en un fetichismo de las vestimentas y de los objetos. Para enfrentarse a Drácula uno puede usar un crucifijo, pero también puede hacerlo sin el crucifijo.

En época del concilio de Trento anglicanos, luteranos y calvinistas estaban unánimes en denunciar la misa como una blasfemia. Lo veían como superstición medieval. Este tema de la superstición y la mística habría que dedicarle más espacio.
Los zapatos de papa Francisco


Pero aparte de eso, la manera de rescatar el sentido de lo sagrado es volver al sentido original de nuestra fe cristiana, a la experiencia del primer encuentro con Jesús de los discípulos y los apóstoles. Es lo que propusieron los padres conciliares en el Vaticano 2º. 

En el 2016 puse unos apuntes que el lector puede leer con calma, a propósito de este domingo. Para verlos, pinchar aquí.


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