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Domingo de la Santísima Trinidad






Según una enciclopedia católica online (aciprensa) no es hasta comienzos del siglo 20 que se oficializó la celebración de la solemnidad de la Santísima Trinidad. Desde comienzos del milenio anterior (año mil en adelante) hubo un movimiento para que se celebrara esta solemnidad, pero fue un movimiento disperso y limitado. Según nos dice la citada enciclopedia, «el obispo Stephen de Lieja (903-20)» compuso el conjunto de lecturas y cánticos para el día. Pero fue un caso aislado. 
El papa Alejando II en el primer siglo del milenio rechazó la propuesta de celebrar esta fiesta o solemnidad el domingo después de Pentecostés. Según indica la enciclopedia, «rehusó una petición para una fiesta especial bajo el alegato que tal fiesta no era costumbre en la Iglesia Romana, la cual honraba diariamente a la Santísima Trinidad con el Gloria, Patri, etc.; pero no prohibió la celebración donde ya existía».
Algo a notar es la representación de la Santísima Trinidad en el arte, a diferencia de la representación del tema de María Madre del Salvador. La representación de la Virgen fue numerosa desde el siglo 4º en adelante. Hay quien alega identificarla representada en las catacumbas. Pero en el arte la Trinidad no fue objeto de atención hasta más de mil años después de Cristo.
En 1316 los que favorecían que se celebrara esta fiesta consiguieron que el papa Juan XXII accediera y la instituyera «para la Iglesia universal». Pero no le dio rango de «fiesta de primera clase», por lo que quedó a discreción de cada localidad si celebrarla o no. Además de esto, el parte de una nueva fiesta aprobada para el domingo después de Pentecostés tardó décadas en difundirse.
Hasta mediados del siglo 20, hasta los cambios del Concilio Vaticano II, la misma celebración de los domingos después de Pentecostés (lo que hoy llamamos «tiempo ordinario») no era algo obligatorio. Eran fiestas de primera clase que sin embargo podían ser sustituidas por la fiesta de algún santo patrono, alguna devoción local, cosas así. Este día 13 de junio, por ejemplo, en España celebraron «Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote» como una solemnidad que evitó celebrar allá la fiesta de San Antonio de Padua. Aparentemente no es una solemnidad de la Iglesia universal, porque acá en el Caribe seguimos con San Antonio y la repartición de los bollitos de pan ese día. 
Para evitar la miopía o el estrabismo litúrgico del pueblo (que veía mejor los objetos devocionales que lo fundamental, como el Santísimo) los que elaboraron las nuevas normas litúrgicas clasificaron los domingos del año como solemnidades, de manera que no se pudiesen sustituir por algún santo o algún tema devocional cualquiera. Es inevitable recordar lo que sucedió bajo el papa Juan Pablo II, cuando se sustituyó la solemnidad del 2º domingo de Pascua por la devoción al Jesús de la Divina Misericordia. También está el caso del instituto religioso al que el papa Juan Pablo II le dio dispensa para celebrar la fiesta del santo fundador en Viernes Santo, cuando su cumpleaños coincidió con esa fecha ese año. El fundador ya estaba —está— en el cielo.
Volviendo a la solemnidad de la Santísima Trinidad, «el Papa Pío X la elevó a la dignidad de primaria de primera clase el 24 de julio de 1911», según nos dice la citada enciclopedia. 
Conclusión, que es una solemnidad de nuevo cuño, para los efectos, aunque en sus orígenes se remonte al siglo décimo de nuestra era cristiana. Hasta el siglo 20 fue prácticamente una fiesta no celebrada. Recuerda el caso de la imposición del celibato del clero, que siempre se dice que ya en el siglo 4º un sínodo en Francia lo declaró para sus clérigos. Pero fue algo de la localidad y aunque se propagó la idea de imitar aquel sínodo, el hecho es que la práctica del celibato no se generalizó hasta entrado el siglo 12, por las mismas fechas que se universaliza la devoción al Santísimo, que antes no la había. 
La consideración de los orígenes históricos de nuestras tradiciones no debe poner a prueba nuestra fe, sino enriquecerla. El sentido litúrgico del domingo es recordar la resurrección del Señor «el primer día de la semana» y cada domingo es una pequeña Pascua. En ese contexto hemos de tomar en cuenta la solemnidad de la Santísima Trinidad. 
Veamos ahora las lecturas para este día.


La primera lectura de hoy está tomada del libro de los Proverbios 8,22-31. «El Señor me estableció al principio de sus tareas,» dice la Sabiduría de sí misma. 
La Biblia de Jerusalén traduce esa misma línea como, «Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra». Dios habría hecho lo que también podría tomarse como el molde, modelo, o figura de la sabiduría que luego sería el fundamento del mundo y de las cosas. Cada cosa creada tiene su fundamento, su sabiduría. Ese fundamento tiene a su vez como fundamento a Dios.
 El autor de Proverbios presenta la Sabiduría como una persona. Nos dice,
« yo estaba junto a él, como aprendiz,
yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
gozaba con los hijos de los hombres.»
Son expresiones bellas que buscar representarnos algo que no podemos entender: Dios y el mundo. Durante siglos Dios siempre estuvo ahí, como parte del paisaje. Todavía sigue ahí, sólo que en el siglo 4º de la era cristiana nos pusimos a pensar sobre él. En la medida que nos pusimos a pensar sobre él, nuestro pensar oscureció nuestra comprensión, a la manera con que la mitología también oscurece las realidades a las que remite. 
Nuestras ideas nos permiten captar las cosas, pero también las esconden. Veo un movimiento social y me digo, «neoliberalismo»; en otra época, «comunismo». Con esas ideas me ahorro el trabajo de sentirme perplejo y no saber a qué atenerme. Pero a la vez, eso mismo no me deja ver lo concreto y específico de lo que veo, este movimiento social puertorriqueño específico. 
Las ideas en cierto modo son como los vasos. El agua —la realidad— asume la forma del vaso. 
Propongo el ejemplo del padre del Estado Libre Asociado. En publicaciones viejas he visto a Muñoz Marín tildado de comunista, en tiempos del macartismo. Últimamente lo hemos visto identificado como oportunista, lacayo de los yanquis, mentiroso y engañador, cosas así. 
Es lo que pasa con Dios. Hablamos de él y enseguida lo ocultamos, a la misma vez que lo «vemos». 
En el siglo 4º los cristianos buscaron representarse la realidad de Dios con el instrumento de la filosofía neoplatónica. El resultado fue la doctrina de la Santísima Trinidad. 
Con el tiempo una manera de pensar puede resultar insuficiente ante los hechos que confrontamos. Para el siglo 15 de nuestra era comenzamos a caer en cuenta de que durante el día no es cierto que el sol «corra» de un lado a otro del cielo. El sol no se mueve, es la tierra la que se mueve y nosotros tenemos la sensación de ver el sol «correr». 
De esa manera el neoplatonismo fue perdiendo su acreditación, por así decir. Antes, bastaba pensar las cosas y con los platónicos se asumía que las cosas debían ser como nosotros las pensábamos. Esto estaba bien cuando en las sociedades agrícolas el tiempo es lento y qué más da una idea o la otra. Pero con el ritmo de la vida en las sociedades comerciales y luego el mundo industrial posterior, no ha sido posible conservar aquella convicción de que el mundo es como lo razonamos platónicamente. 
Tampoco es asunto de abandonarnos al caos de lo que sucede en la realidad, en nuestro contacto con las cosas, en nuestro estar en el mundo. Decir que el verdadero saber es el empírico, el de la experiencia, es también abandonarnos a la ignorancia. Después de todo a la vista está, que la tierra es plana. Hubo que esperar a los viajes espaciales para confirmar empíricamente que es «redonda».
Uno puede elaborar ideas acerca de la realidad sin darle la espalda a la realidad. Ahí está el caso de Einstein, que nunca hizo experimentos.
Entonces, ¿cómo hablar de Dios? ¿Como hacernos una idea de Dios? Cada cual buscará su respuesta. 

El salmo responsorial canta los versículos del salmo 8,4-5.6-7.8-9. «Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!». 
Los versículos del salmo traducen la primera lectura a una contemplación de la belleza de la creación. Y en medio de la creación, nos dice, está «el hombre», el ser humano. Hoy día hemos caído en cuenta de que no hemos sido buenos administradores de esta herencia del mundo en que Dios nos puso. 

La segunda lectura está tomada de la carta de San Pablo a los Romanos 5,1-5. «…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado,» nos dice. 

El evangelio nos presenta un pasaje del evangelio de San Juan 16,12-15. «…cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena,» le dice Jesús a sus discípulos.
Por esto asumimos que el Espíritu guía las mentes de todos los bautizados en Cristo. Los cristianos del siglo 4º pensaban todos al modo neoplatónico. Pero siempre hubo diferencias y disputas (en algunos casos, a muerte). Cómo saber de qué lado estaba el Espíritu Santo, por así decir. 
A falta de otro criterio, se asumió el criterio de la autoridad del emperador, algo que se daba por sentado. Entonces, fue asunto de quién podía influenciar al emperador con sus ideas y su posición sobre la naturaleza de Dios. El resultado fue que por periodos el emperador nombraba obispos de una persuasión y en otros momentos nombraba obispos de otra persuasión. Aquí es donde el cardenal Neumann en el siglo 19, en su estudio sobre los dogmas, observó que a pesar de que los obispos podían ser en su mayoría arrianos (herejes con poder) la mayoría del pueblo cristiano no era arriano. Hubo un sentido de la fe en el pueblo que asumimos fue de la inspiración del Espíritu Santo. Así prevaleció la versión de la Santísima Trinidad que hoy confesamos. 
Podemos aplicar esto a hoy día. Una vez que el platonismo y el tomismo aristotélico se volvieron irrelevantes, ha sido necesario pensar a Dios en el contexto de lo que hoy sabemos y que ha provocado descartar aquella manera de pensar, de entender el mundo y las cosas. 
Uno no puede descartar las expresiones poéticas con que se han formulado las experiencias de Dios. Por eso la lectura de Proverbios y de los Salmos siguen siendo tan válidas como siempre. El género literario correspondiente al testimonio de los evangelios y el Nuevo Testamento sigue siendo válido también. 
Pero el género de la filosofía racional y especulativa es una formulación humana que en el caso particular del neoplatonismo ha caducado por la fuerza misma de la evolución del pensamiento y de las evidencias. El Dios que rechazan muchos ateos del siglo 19 (de los que todavía quedan hoy en España, por ejemplo) es ese Dios de los filósofos. 
Estos párrafos no son el lugar para bien desarrollar este tema. Pero creo que bastan para ver que la postura cristiana contra la modernidad y el laicismo no tiene sentido. Se requieren otras ideas para el diálogo con el mundo contemporáneo. Habría que comenzar por eso, por un diálogo, y no una disputa.
Eso es lo que inició Vaticano II. Eso es lo que sigue intentando papa Pancho. 


El lector también puede ver otra reflexión, del 2016, sobre este domingo de la Santísima Trinidad aquí.


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