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Domingo 3º del Tiempo Ordinario, Ciclo A




La primera lectura de hoy está tomada del profeta Isaías 8,23.9,1-3. Anuncia lo que se cumplirá en el evangelio de hoy: «En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.»
Como vemos en el mapa del asentamiento de las tribus de Israel, Zabulón y Neftalí ocuparon el territorio que luego fue Galilea en tiempos de Jesús.
Fue un territorio del Reino del Norte y desde el siglo 8º antes de Cristo los israelitas fueron expulsados de allí. Fue en aquel momento que Dios los humilló y dejó que se convirtiera en distrito de paganos. De ahí que en tiempos de Jesús se hablara de «la Galilea de los gentiles». 
Hoy día está quien alega que el grupo de los drusos, que están ubicados un poco más al noreste del mar de Galilea son en realidad descendientes de la tribu de Zabulón y para ello aducen a pruebas genéticas. Según Wikipedia hay unos 800,000 drusos alrededor del mundo, muchos en Brasil y en Venezuela. 
En la lectura de hoy Isaías, al igual que en otros lugares, anuncia el restablecimiento del reino integral de Israel (norte y sur), cuando llegará el tiempo en que se podrá decir que «en el país de la oscuridad ha brillado una luz.».

El salmo responsorial se hace eco de esa primera lectura cantando los versos del salmo 27(26),1.4.13-14. «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida,» cantamos. Y luego, «Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.» 

La segunda lectura está tomada de la carta de San Pablo a los Corintios 1,10-13.17. Pablo exhorta a los remitentes de su carta: «Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: po­neos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mis­mo pensar y sentir».
La comunidad es el lugar del encuentro con Cristo, entre otras cosas, por los sacramentos. Que haya división en el seno de la comunidad crea una situación que no es de cristianos.
Le comunidad cristiana es la manera con que el Reino de Dios se hace presente en concreto. Pero si hay divisiones, eso significa que hay egoísmo, vanidad, falta de caridad, confusión malsana. Eso no es participación de la salvación de Jesús, de la vida en el Reino como hijos del Padre. Eso es hasta un desmentir de lo que anuncia la primera lectura de hoy y luego la tercera, el evangelio.

La tercera lectura, el evangelio de hoy, está tomado del evangelio de San Mateo 4,12-23. Se cumple la profecía de la primera lectura cuando Jesús se establece en Cafarnaúm a orillas del lago de Galilea y sale a anunciar el Reino de Dios por todo el territorio de lo que fue Zabulón y Neftalí en otro tiempo. 
Entonces Jesús recluta a los primeros apóstoles: a Pedro y su hermano Andrés, y a Santiago y Juan los hijos del Zebedeo. Así, con ellos, «Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo».

Comentario.  
Isaías probablemente anunció la gloria que colmaría la ruta del mar pensando en la restauración de la gloria del reino de Israel. Jesús aparece allí, en aquella región, y comienza a recorrer los caminos y entrar en las sinagogas y a decirles, «El Reino de Dios está aquí». 
Evidentemente tuvo un impacto, al punto que Pedro y su hermano Andrés, Santiago y Juan, se le unieron en esa misión. Tuvo un impacto porque de todas partes vinieron a verlo, a escucharlo. Curaba a los enfermos y expulsaba a los demonios. Y enseñaba con autoridad. 
Hoy día casi es más fácil encontrar a Jesús en la Adoración del Santísimo, que en la reunión para la misa dominical como celebración del Reino de Dios. Venimos a la misa como a la gasolinera. Echamos gasolina y seguimos nuestro camino. En la semana llevamos vida de paganos. 

Habría que pensar qué representó para aquella gente de Galilea el encuentro con Jesús. Ese sería el modelo para nosotros.

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