El tema de este domingo es la parábola de los talentos.
La primera lectura de hoy está tomada del libro de los Proverbios capítulo 31,10-13.19-20.30-31. Corresponde a la descripción de la esposa ideal. Es la lectura que antes del Concilio Vaticano II siempre se hacía para la ceremonia de los nupciales. «Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará?», nos dice. Una mujer así hace feliz a su marido. Pero también es caritativa con los necesitados. «Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre,» nos dice. Y entonces concluye, «Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza».
Nótese que lo fundamental en una mujer así es el temor al Señor, el respeto a Dios.
Algunos comentaristas nos dicen que esa descripción de la esposa ideal puede tomarse como la descripción del alma de todo cristiano. Lo fundamental es el temor, el respeto a Dios y luego, la aplicación a nuestros deberes y la caridad para los necesitados.
Todo esto cuadra con las lecturas de estas semanas como en las parábolas de las vírgenes prudentes y las necias del domingo pasado y ahora, este domingo, la parábola de los talentos. Cada uno de nosotros ha recibido un talento de Dios y toca a cada uno de nosotros manejar ese talento.
El salmo responsorial responde a la primera lectura con versículos del salmo 127,1-2.3.4-5. El salmo alaba al que teme y respeta al Señor. Y entonces lo refiere a la mujer que es como parra fecunda en su casa. Es un salmo que se canta desde tiempos antiguos como parte de los festejos de bodas.
La segunda lectura de hoy continúa la lectura de la primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses capítulo 5,1-6. La lectura de hoy vuelve sobre el tema de estas semanas, la llegada del último momento que ya llega y que nos puede tomar por sorpresa. Eso no le debe suceder a los cristianos porque somos hijos de la luz y no de la noche. «Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados,» concluye San Pablo.
El evangelio de hoy continúa la lectura de San Mateo, en el capítulo 25,14-30. Continúa el tema del domingo pasado, cuando vimos la parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias. Es el tema de prepararnos para la llegada inminente del Reino, la vuelta de Nuestro Señor Jesús, ahora cuando finaliza el año litúrgico. Es como evocar los últimos tiempos, el momento final que no sabemos cuándo llegará y que por tanto nos tomará por sorpresa.
En esta parábola vemos la historia de un hombre que tuvo que marchar para atender sus negocios en el extranjero y entonces dejó a tres empleados encargados de sus bienes. A cada uno le dio según su capacidad. A uno le dio cinco talentos (monedas) de plata; a otro, dos; al tercero, uno.
El que era más capaz, que recibió los cinco talentos, fue y negoció y enseguida ganó cinco talentos adicionales. El que recibió dos talentos hizo lo mismo y se ganó dos talentos adicionales. Pero el más pusilánime (más miedoso) hizo un hoyo en tierra y escondió el talento que había recibido.
Cuando el señor de aquellos empleados volvió de sus viajes los llamó. Premió los que lograron multiplicar sus talentos. Pero al ver que el tercero lo único que hizo fue enterrar su talento en un hoyo, le dijo que era un empleado negligente y holgazán.
Concluye: «Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas: allí será el llanto y el rechinar de dientes».
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- Primero que nada, nótese que el hacendado actuó con sus empleados en contra de lo que consideramos la ética profesional, o también, la moral cristiana. Es algo parecido a lo que vimos el domingo pasado cuando la desgracia de las vírgenes necias no fue presentada como algo que debiese movernos a compasión cristiana.
Aquí encontramos lo que Jesús quizás quiso decir respecto a la astucia de las serpientes y la inocencia de las palomas. Eso de ser astutos como serpientes ha sido adoptado por más de un grupo cristiano para justificar sus movidas maquiavélicas de poco sentido cristiano. Los intereses cristianos nunca pueden justificar el pasar por alto la dignidad de las personas, ni pueden justificar, hacer aceptable la manipulación y el engaño, no importa cuán loable sean los propósitos de quienes practican esto.
Lo que Jesús quiso decir en sus parábolas es que debemos estar preparados para que cuando nos sorprenda el día del Señor, no nos sorprenda «fuera de base». Cuando a un jugador de béisbol se distrae y se aleja de la almohadilla de la base, puede ser sorprendido por el otro jugador que lo toca con la bola y así lo saca de juego. De esa manera un buen jugador siempre va a estar pendiente de dónde está la bola. Y el buen cristiano deberá estar siempre pendiente viviendo de tal manera que, de ser sorprendido en el acto, Cristo no tenga cosa que reprocharle. Eso es lo que significa ser astuto para un cristiano.
Para un cristiano ser astuto y cultivar sus talentos no es hacerlo ante la mirada de los demás; es hacerlo ante la mirada de Dios que no está presente (como el hacendado) y que puede llegar en cualquier momento y poner a uno en situación de tener que rendir cuentas. Para un cristiano ser astuto no es manipular y hablar para impactar a los demás.
Gerhard Lohfink, a quien cito de vez en cuando como fuente para estos pensamientos, menciona otra parábola que aparece en otros manuscritos descubiertos de los tiempos de la redacción de los evangelios. Es una parábola que no aparece en los evangelios, pero que podría ser auténtica por ser tan inesperada en los labios de Jesús. Se trata de uno que se prepara para matar a una figura pública que es un malvado. Practica continuamente en su casa la manera con que lo matará y así cuando llega el momento logra su propósito.
Si fuese una parábola piadosa podríamos pensar en la posibilidad que fuese inventada. Pero como es algo que nos resulta chocante en cuanto es un ejemplo que sabemos que Jesús no endosaría (igual que con la parábola del domingo pasado y la de este domingo), entonces eso nos inclina a pensar que es algo auténtico.
No es que Jesús predica que asesinemos a los malvados; ni que despreciemos a las vírgenes necias; ni que hagamos trampa para quedar bien con nuestros jefes y patronos. La astucia a que Jesús se refiere es la de saber prepararnos y mantenernos preparados para el día del Señor, cuando venga y nos sorprenda.
¿Cómo se prepara uno para el día del Señor? Trabajando los talentos a la manera de la mujer que describe la primera lectura.
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