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La Transfiguración del Señor (año 2023)

 



Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración

Esta fiesta la celebramos dos veces al año. La primera es en el tiempo litúrgico de cuaresma, en el domingo 2° de cuaresma. La segunda es el 6 de agosto (como hoy). 

Se dice que una antigua tradición (desde tiempos del siglo 5°) proponía que la Transfiguración se dio 40 días antes de la pasión y muerte de Jesús. En el siglo 9° un papa estableció la fiesta en Occidente para celebrarse en agosto, 40 días antes del 14 de septiembre que hasta Vaticano II fue la fiesta del descubrimiento de la santa cruz por la emperatriz Helena. Hay otras versiones sobre el origen histórico de esta fiesta. También se dice que la fiesta fue instituida en Occidente para conmemorar un triunfo de los cristianos sobre los turcos en 1457 y se fijó para el 6 de agosto porque esa fue la fecha en que la noticia llegó a Roma. La tradición de celebrar esta fiesta también se asoció a la conmemoración de la construcción de la basílica de la Transfiguración sobre el monte Tabor.

Independientemente de la exactitud histórica de estas versiones la fiesta permanece en el calendario católico y también es celebrada para esta fecha en otras iglesias que no están en comunión con Roma. Como este año el 6 de agosto cayó en domingo, la fiesta tiene precedencia por ser solemnidad; aunque la celebración del Domingo 18 del Tiempo Ordinario, Ciclo A también tiene categoría de solemnidad.

Mientras que la ubicación de este tema en el segundo domingo de cuaresma se inscribe en el sentido del año y las estaciones litúrgicas, su repetición en agosto es más bien devocional junto a otras solemnidades como el Nacimiento de Juan Bautista, así. En realidad aquí sucede como con la sustitución del Domingo "in albis" (Domingo 2° de Pascua) por la solemnidad del Cristo de la Divina Misericordia, que estableciera el papa Juan Pablo II. Sustituir una solemnidad del calendario litúrgico por lo que es en realidad un asunto devocional parece ser un desacierto. 

Aquí vale atender a la distinción entre las celebraciones litúrgicas de carácter devocional y las que se relacionan propiamente al ciclo de celebraciones del año litúrgico. Esto puede que no sea importante para muchos lectores y muchos cristianos. Pero vale analizarlo, algo así como analizar el porqué hacemos unas cosas y otras no.

El origen del calendario litúrgico gira en torno a la santificación del tiempo, de las estaciones del año y el transcurrir de nuestras vidas. Las estaciones del año litúrgico hacen presente de nuevo la historia de la salvación y es algo que se remonta a las fiestas y celebraciones del pueblo de Israel, desde que salió de Egipto. Con el Concilio Vaticano II y sus presupuestos teológicos nuestra fe se enmarcó, no tanto en unos conceptos filosóficos cerebrales y abstractos, individualistas, cuanto en la experiencia de la fe como miembros del pueblo de Dios en marcha, en términos de la historia de la salvación, como una historia en que Dios sale a nuestro encuentro. De ahí la concepción del calendario litúrgico como una celebración de los misterios de nuestra fe en términos de Dios que viene a nosotros como pueblo y con quien nos encontramos como comunidad orante (además de a nivel individual).

Como los israelitas (y judíos) no siempre podían ir hasta Jerusalén, de ahí que desde antiguo aparecieron las celebraciones locales, el equivalente de las prácticas devocionales privadas y en grupos apartados. Podemos hablar así de las celebraciones solemnes (públicas) en el templo y las celebraciones privadas en grupos, como en el seno del hogar o en las localidades.  

En el año 70 AD los romanos arrasaron el templo y prohibieron la permanencia de judíos en Jerusalén, por lo que los mismos cristianos tuvieron que irse a la Diáspora (la Dispersión). Esto, sin embargo, facilitó la difusión del cristianismo en las grandes ciudades del Imperio. En esos tiempos se dio el culto casero siguiendo el modelo del culto de las sinagogas. 

Con el triunfo del cristianismo en el siglo 4° se abandonó el modelo cúltico de la sinagoga y se desarrolló el modelo de las grandes celebraciones en las antiguas basílicas del Imperio. En Occidente, sin embargo, se creó una distancia cada vez mayor entre "entendidos" y pueblo. En la Edad Media llegamos a la situación en que el pueblo no entendía ni el idioma, ni el mismo ritual. En una situación así fue natural recurrir a todo tipo de prácticas devocionales para satisfacer la necesidad de exteriorizar la propia expresión de la fe. 

Nótese que en tiempos de la Reforma el culto protestante retendrá el aspecto devocional y descartará los elementos ceremoniales de la oración pública o liturgia. A nivel popular esos elementos ceremoniales no se entendían y no correspondían en manera alguna a la expresión de la fe. Tampoco correspondía a la sensibilidad democrática de los tiempos modernos, era más cosa de aristócratas y privilegiados.

Con esto en mente los padres del Concilio Vaticano II buscaron armonizar culto público y culto privado en las disposiciones del calendario del año litúrgico. Con el paso del tiempo esto corre el riesgo de perderse de nuevo a manos de los fanáticos tradicionalistas del catolicismo. 

Debemos tener clara, la diferencia entre las devociones y el culto propiamente litúrgico. El culto litúrgico nos une en el terreno común de la oración común, la oración pública de la Iglesia. La devoción también es legítima, pero no tiene que ver con la santificación del tiempo, o del calendario litúrgico. La devoción se enfoca en los santos y en la sensibilidad personal de cada uno. Aparte de eso, también hemos de distinguir entre devoción privada y devoción pública. 

Alguien puede ser un devoto apasionado de las siete llagas del Señor (ejemplo hipotético; las llagas son cinco) y tiene derecho a ello, pero en el ámbito de su devoción privada. Igual, otro puede ser un devoto a san Antonio y organizar la procesión a san Antonio por las calles del pueblo, lo que sería una expresión de la devoción pública. Otra cosa es la celebración eucarística como acción de la comunidad orante y celebrante en el marco de la oración pública de la Iglesia como tal. 

Invito a ver mi publicación sobre la comunidad cristiana como sacramento del encuentro con Dios en Celebraciones comunitarias (oprimir). También puede interesar mi otra publicación sobre Presupuestos y conceptos del Concilio Vaticano II (oprimir).

También remito a mis apuntes del año 2008 sobre las lecturas de este domingo.


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