Hoy celebramos la revelación (epifanía) de Dios en Jesús, Dios encarnado.
Como han indicado otros: el amor de Dios a su creación se demuestra en el haber querido asumir nuestra naturaleza humana, el haber querido venir a compartir con nosotros, a convivir con nosotros. Si nuestra condición humana fuese condenable, Jesús hubiese venido a condenar. Pero no vino a condenar, sino a revelarnos las bondades de estar vivos, en esta vida con sus luces y sombras.
La primera lectura de hoy es del profeta Isaías 60,1-6. «¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!», nos dice, «Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora».
La visión del profeta Isaías habla de los tiempos en que Jerusalén será la sede de un imperio de paz y armonía entre las naciones y entre los humanos. Los judíos de la Dispersión volverán y a Jerusalén llegará la riqueza de los pueblos. Llegarán reyes a rendir tributo trayendo oro e incienso y proclamando las alabanzas del Señor.
Como sabemos, hubo un malentendido en tiempos de Jesús: se olvidó que esto es una alegoría de los tiempos futuros en la gloria del reino de Dios, que no es un reino político, ni un reino de imposición militar, ni un reino imperialista como los reinos humanos. Todavía en la historia del cristianismo ha habido esta confusión; véase el caso de los escuadrones de Cristo Rey en la España franquista.
El salmo responsorial (Salmo 71) reitera el tema de Isaías. Los reyes de Tarsis y de las islas llegarán pagando tributo, junto a los reyes de Saba y de Arabia. Todos los pueblos se postrarán ante el rey de Jerusalén. «Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres».
Como en el caso de la profecía de Isaías en la primera lectura, también esta declaración de la protección del pobre y necesitado por parte del rey de Jerusalén se ha tomado en sentido político y militar, en tiempos de las izquierdas del siglo 20. Y sigue siendo tema de manipulación de parte de los políticos populistas en nuestros días, no solamente en el mundo hispano.
La segunda lectura está tomada de la carta a los Efesios 3,2-6. «se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio», dice san Pablo.
En esta solemnidad litúrgica de la Epifanía celebramos esto, que nosotros todos hemos sido llamados a participar en el reino de Dios anunciado por los profetas y cumplido en la persona de Jesús.
El evangelio está tomado de Mateo 2,1-12. Unos magos de Oriente se presentan en Jerusalén y preguntan dónde ir a presentar sus respetos al Rey de los judíos que había nacido. Herodes, que no estaba enterado llama a los escribas y sacerdotes y les pregunta y éstos declaran que tendría que ser en Belén, citando a su vez al profeta Miqueas 5,1: «…de ti [Belén] saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel». Los magos salen de Jerusalén y se dejan llevar por una estrella que los guía hasta la casa de María y José y allí se postran y adoran al Niño ofreciéndole regalos de oro, incienso y mirra.
Como en el caso de la primera lectura y la profecía de Isaías, la cita de Miqueas corresponde a la profecía de la restauración de Israel, que se tomaba en sentido político, pero que ha de tomarse en sentido alegórico.
Para los cristianos esa alegoría no es una fantasía, sino una realidad que ya se da entre nosotros con el nacimiento de Dios como ser humano en la historia humana. El reino ya ha llegado y está con nosotros; ya lo vivimos en el seno de la comunidad cristiana.
Comentarios