Las lecturas de este domingo presentan la salida de Jesús a anunciar, igual que el Bautista, el llamado a la conversión de corazón. En el evangelio también vemos cómo los primeros discípulos dejan todo para seguir a Jesús en esta misión de predicar la conversión de vida.
Invito a ver mis apuntes correspondientes a este domingo, del año 2021 (oprimir).
Esta vez sólo comento lo siguiente. Como han indicado algunos estudiosos, Jesús no salió a bautizar con agua, como lo hizo antes el Bautista. Salió a predicar la conversión, sí, como un preludio a la llegada del Reino que ya está entre nosotros. El Reino ya está presente al momento del encuentro con Jesús concretizado en la comunidad cristiana y también expresado en la conversión de vida.
Jesús no predica un compendio de verdades abstractas, sino que su predicación es él mismo.
Luego los seguidores de Jesús tendrán una gran tentación, que es la del fariseísmo. Es lo que vemos en estos días entre los cardenales, obispos y clérigos que se oponen a papa Francisco. Es la de pensar que por el hecho de la conversión --la tentación se da también entre los hermanos separados-- ya somos especiales y distintos a los demás. Como si ser cristiano ya implicase ser puros.
En estos días (18 al 25 de enero) celebramos la semana anual del octavario de oraciones por la unidad entre los cristianos. Hemos de recordar que ser cristiano no es ser puro y especial y distinto. Es simplemente ser un pecador que se declara deseoso de la misericordia divina con la intención y la actitud de ser una persona buena y decente. Cualquiera puede resbalar. El cristiano está en la disposición de reconocer su desliz y arreglar su vida según pueda.
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