El misterio pascual es el eje principal de nuestra vida cristiana. El misterio pascual es Jesús que nos lleva a la unión con Dios mediante su pasión, muerte y resurrección. La realidad pascual incluye tanto la pasión y muerte de Jesús cuanto su resurrección. Por eso en la misa al celebrar este misterio decimos, «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús».
Todo el calendario litúrgico es un celebrar de este misterio de nuestra fe. Así, celebramos el misterio pascual de nuestra salvación con la temporada litúrgica de las semanas de cuaresma (nuestro morir al pecado y al egoísmo y a la vida alejada de Dios), que da paso y se refleja en el aspecto positivo de la resurrección en la temporada litúrgica de las semanas de Pascua. Igual, la Semana Santa se refleja en la semana pascual siguiente. Es lo mismo que decimos del bautismo, que conlleva las semanas del catecismo o catecumenado, el morir al quedar sumergidos en el agua y luego el renacer al salir (emerger) de las aguas bautismales. El eje de nuestra vida cristiana lo celebramos la noche de la Vigilia Pascual y por eso es que nuestro Beato Charlie Rodríguez dijo que «Vivimos para esa noche».
En ese contexto es que tradicionalmente se ha dado el segundo domingo de Pascua o domingo in albis, celebrando nuestra condición de cristianos renacidos, resucitados y revestidos de las túnicas (albas) blancas como señal exterior de nuestra nueva vida en Cristo.
Es de lamentar que en la década de 1980 se le impusiera a este domingo una celebración devocional enfocada en el Cristo de la Divina Misericordia. Las devociones están bien, pero no vienen al caso cuando se trata de la celebración del misterio pascual en el aspecto de la resurrección. La celebración de la resurrección implica la alegría de ver el camino abierto al Padre, en el enfoque del abrazo del Padre que nos recibe una vez se ha restaurado nuestra naturaleza caída.
Las devociones se corresponden con el enfoque cuaresmal y el enfoque de la Semana Santa, en que nos presentamos a Dios como pecadores necesitados de misericordia. En el enfoque pascual nuestras necesidades han sido colmadas. Enfatizar de nuevo una devoción de necesitados del socorro divino es contradictorio con la celebración del triunfo de la cruz propio del tiempo pascual. Esto es lo que es lamentable al superponer la devoción del Cristo de la misericordia a la celebración tradicional del domingo «in albis».
La devoción al Cristo de la Divina Misericordia no es una celebración pascual, sino una celebración cuaresmal a destiempo. Quién sabe hubiera sido más apropiado ubicarla en Semana Santa, entre martes y miércoles santos. Recordemos que el lunes de Semana Santa va siempre dedicado a la pecadora que le ungió los pies a Jesús. Por eso la Divina Misericordia podía ubicarse muy bien el martes de Semana Santa con algún evangelio apropiado al tema. Nótese que el evangelio del domingo 2°de Pascua no cuadra con el tema de la misericordia divina.
Es posible que la institución de la devoción al Cristo de la Divina Misericordia fue producto de una ansiedad por buscar la supervivencia del catolicismo mediante la promoción de devociones populares, de parte de funcionarios del Vaticano que confiaban más en su propio esfuerzo que en su confianza en Dios. No está mal promover la devoción popular, pero que sea a partir de una sólida base teológica, no a partir de un sentimentalismo sacarino que busca manipular a los fieles para que dejen de buscar consuelo en otras iglesias como los protestantes y los pentecostales.
Papa Francisco ha exhortado a que la teología se haga más pastoral (Motu proprio a la Pontificia Academia de Teología de noviembre 2023). He ahí el reto, entonces: poder adaptar una sana teología litúrgica a unas expresiones concretas que no traicionen la verdad de nuestra fe o la vivencia del misterio pascual según la pluralidad de las realidades culturales a diversos niveles.
Invito a ver mis apuntes sobre este domingo del año 2021 (pulsar).
Invito también unas sugerencias sobre actividades parroquiales en el tiempo pascual: Actividades parroquiales.
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