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Domingo 10 del Tiempo Ordinario, Ciclo B

 


El tema de este domingo es la obediencia a Dios

En la primera lectura vemos la desobediencia original, el pecado de Adán y Eva. 

El pecado original de Adán y Eva consistió en desobedecer y no alinearse con la voluntad de Dios. 

En la segunda lectura san Pablo nos exhorta a mantenernos firmes en la fe, porque el que resucitó a Jesús también nos resucitará a nosotros. 

En el evangelio vemos que tanto los fariseos como el pueblo están admirados del poder que demuestra Jesús al expulsar demonios. Los fariseos dicen que está poseído él mismo de un demonio. Los familiares de Jesús —incluyendo a María, su madre— llegan para llevárselo porque parece que está poseído. 

"¿Quién es mi madre y mis hermanos?", dice entonces Jesús. "El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre".

El que ama la voluntad de Dios, esa es la verdadera familia de Jesús. 

María fue declarada modelo de la fe en el Concilio Vaticano II porque, como dijo san Agustín, tiene más mérito por su fe, que por ser madre de Dios; eso mismo es lo que dice Jesús en el evangelio de hoy.

Jesús anuncia el perdón incondicional de Dios y sólo hay un pecado que es imperdonable, dice, que es el pecado contra el Espíritu Santo. 

En el contexto parece decir —sigo la nota al calce de la Biblia de Jerusalén a estos versículos—: los fariseos y los familiares de Jesús no parecían entender que, si Jesús estaba poseído, no era de un demonio, sino del Espíritu Santo. Si no reconocían que Jesús actuaba por obra del Espíritu Santo, entonces su propia falta de fe les condenaba. 

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Un apunte adicional sobre el pasaje del evangelio de hoy, una nota sobre el ecumenismo.

Hay grupos cristianos que citan el pasaje de hoy para decir que María tuvo más hijos y que por tanto no se justifica la veneración mariana católica. 

Lo importante es lo fundamental, que es lo que plantea Jesús en el pasaje de hoy: la fe en Jesús como poseído del Espíritu Santo porque es la Palabra del Padre, el enviado del Padre, que pide adherirnos a la voluntad de Dios, que fue lo mismo que Dios le pidió a Adán y Eva.

Que María permaneció Virgen antes, durante y después del parto… ¿eso cambia nuestra fe en Jesús? 

Que María no fue Virgen y tuvo más hijos… ¿eso cambia nuestra fe en Jesús?

Si estamos de acuerdo en lo principal, permanezcamos unidos en la fe común. 

De la misma manera debe haber libertad para que cada uno interprete sobre aquello que no es fundamental en nuestra fe. Digo yo, me parece.

Uno puede ver en María a la Madre de Dios y también a la que Dios conservó en su virginidad, mientras reconoce que lo importante en ella es su condición de discípula y de modelo de la fe. Por eso uno puede respetar al que no cree en su virginidad, pero puede reconocer en ella lo que propuso Jesús mismo, su valor y dignidad como discípula y modelo de la fe, la que de una manera ejemplar es una persona que ama y cumple la voluntad de Dios.


Otra cosa es el caso de los Testigos de Jehová, que no son cristianos, en cuanto no admiten el credo de Nicea, o los judíos que no son cristianos y otros que no ven en Jesús la Palabra del Padre, el eje principal de toda la historia de la humanidad. 

Debemos respetarnos por encima de nuestras diferencias. No es de cristianos odiar a los que no piensan como nosotros. Es absurdo atacar y perseguir a nombre del cristianismo cuyo principal mandamiento es amar a Dios y al prójimo. Esa es la voluntad del Padre, que nos amemos los unos a los otros, de la misma manera que el Padre nos ama a todos.

Invito a ver mis apuntes para este domingo del año 2018, pulsando aquí


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