En el evangelio de hoy vemos el papel de la fe en nuestras vidas
La primera lectura de hoy está tomada el profeta Habacuc (1,2-.2,2-4). El profeta está agobiado por los crímenes a su alrededor, por las contiendas entre su pueblo que llevan a la violencia. «Hasta cuándo Señor, pediré auxilio sin que me oigas», dice. El Señor responde: «El altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá».
Este luego se convirtió en el lema de la Reforma protestante: el justo vivirá por su fe. Los estudiosos nos dicen (sigo las notas al calce de la Biblia de Jerusalén) que «altanero» también puede traducirse por «el que tiene el alma hinchada», que a su vez se entiende como «el que no tiene buena intención»; «que no tiene el alma recta», el engreído, el que está poseído de un orgullo excesivo. Los griegos hablaban del que padece hubris, el orgullo desmedido que lleva a la perdición. Son los que no son como el justo, que tiene el alma recta, que sólo piensa en Dios y el prójimo, como nos enseñó Jesús. Igual, al decir «vivirá por la fe» apunta a la fidelidad, a serle fiel a Dios con su rectitud de intención, orientado hacia la justicia y el bien. A diferencia de cómo se tomó esto en los tiempos modernos (cuando se entendió la fe en el sentido de ganar el cielo por la fe sola) en su sentido original, que es el bíblico, el de confiar ciegamente en Dios, que también es el de los evangelios, está hablando de la persona de buena voluntad que lo expresa por su fidelidad a la Ley y el amor al prójimo. Los cristianos, ante todo, son gente decente. Así no eran los fariseos.
La segunda lectura continúa la lectura de la segunda carta a Timoteo 1,6-8.13-14. San Pablo anima a Timoteo a ser fuerte en la fe. Por algo recibió el don del Espíritu Santo por imposición de las manos de Pablo, de manera que tenga la fuerza de dar testimonio de su fe. Recordemos que eran tiempos en que declararse cristiano podía ser arriesgado. Es lo mismo que podemos decir hoy día de los que defienden a los pobres y a los migrantes y a los perseguidos injustamente en nombre de su fe cristiana.
El evangelio de hoy sigue con la lectura del evangelio de Lucas 17,5-10. Los apóstoles le dicen a Jesús «Auméntanos la fe». Jesús les dice que si tuvieran aunque fuese una poquita fe, algo así como del tamaño de un grano de mostaza, podrían lograr hasta que un árbol o unos arbustos se arrancaran de raíz por sí mismos y se lanzaran al mar. Y si entonces descubrieran que tenían una fe tal, tampoco es asunto de ponerse vanidosos. Tener fe como Dios manda es lo que se supone que tengamos, pero no por eso nos vamos a creer de grandes méritos. Es como el trabajador que vuelve del campo y también tiene que seguir sirviendo a su señor en la casa: ese es su deber y no es que el amo lo va a tratar de manera especial sólo por cumplir su deber. Termina Jesús, «Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: "Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer»».
Esa línea final implica que serle fiel a la Ley y a Jesús no es suficiente, si aspiramos a una vida extraordinaria, a ser algo más que siervos inútiles que sólo cumplen con lo mínimo. Amar al prójimo es un arte y por eso no hay reglas ni procedimientos pre establecidos para el amor al prójimo. Igual, amar al prójimo es lo básico en un cristiano. Pero hay momentos en que se nos pone a prueba, cuando hay que amar al malvado, recordando que Dios también lo ama (Ver Lucas 6,27-36). Es lo que los fariseos no entendían, no visualizaban. Hemos de plantearnos el modo cristiano de amar al malvado, al modo con que Dios nos ama a todos.
…………………………………………………………………
La primera lectura expresa el desespero del que ruega a Dios y pide socorro, pero el socorro no llega. Ve que hay desorden y violencia, injusticias, atropellos, abusos, iniquidad sin que los pobres y los débiles y las víctimas puedan defenderse. Y Dios parece haberse ausentado.
«¿No es hora de defendernos y atacar a los que nos oprimen?», dirá alguno. Es la misma mentalidad de los que dicen que hay que acabar con «el secularismo» que es la causa de que haya tanta inmoralidad en la sociedad. Hay que librar una guerra santa contra los que causan la inmoralidad en la sociedad. (Entre tanto, como los fariseos, no ven su propia inmoralidad, que es peor que la que ellos combaten.) Véase el caso de esos jueces de la Corte Suprema y esos funcionarios ultra conservadores de las filas de los católicos tradicionalistas, todo el destrozo que provocan olvidando lo más básico, la decencia.
Hay que tener fe para ver que Dios no está ausente. Dios está presente y por algo permite la libertad para pecar y para arrepentirse y volverse a él. Hay que tener fe para saber que no es asunto de atacar y castigar por nuestra cuenta, que no nos toca a nosotros hacer la guerra santa (que no es santa, cuando se da con la misma maldad y violencia que se combate). Al uno entenderse como un «guerrero de la luz» no se da cuenta que así uno termina siendo igual que lo que uno combate, alguien irresponsable en su trato con las personas.
Tener fe que Dios está presente implica respetar la realidad como Dios la respeta y amarla como Dios la ama. Dios ama al pecador y al migrante y a la que decide abortar. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta. Y no es haciéndole la guerra al pecador que se logra su arrepentimiento.
La idea del secularismo es una idea que surgió en el contexto de una pugna política y una lucha por el poder social, algo que no es cristiano en el fondo. Surgió cuando la Revolución Francesa inauguró los tiempos en que hay una aspiración a un estado laico (secular) en que los matrimonios fueran civiles, por ejemplo. Fueron tiempos (siglos 18, 19, primera mitad del siglo 20) en que el poder social de la institución eclesiástica mermó y fue abiertamente atacado por los poderes civiles. La sociedad dejó de ser lo que fue en la Edad Media, con gobiernos y estados confesionales, con religiosidad oficial. Las iglesias institucionales (tanto católicas como protestantes) le declararon la guerra a esa noción de los estados y los gobiernos laicos. Entonces le achacaron todos los males sociales a la secularización. Continuaron con esa misma propaganda política y social frente al comunismo y los estados socialistas. No se trata de una idea asociada a los evangelios. La idea del secularismo y la guerra contra el secularismo es una idea asociada a una campaña política y social para hacerse de nuevo con el dominio de todo el orden social, de imponer los supuestos valores religiosos a toda la sociedad. Es como querer volver a los tiempos medievales.
Como la realidad humana no sigue estrictamente dentro de los esquemas del orden de nuestros pensamientos la mentalidad laica moderna engendró la constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, en una sociedad predominantemente cristiana, protestante. Por eso es que que los fariseos cristianos de nuestros días tropiezan continuamente con el orden constitucional y quisieran imponer una interpretación religiosa a esa constitución, cuyo esquema es fundamentalmente laico, secular.
Tengamos presente que lo que le quieren achacar al secularismo los fariseos cristianos de nuestros días es algo que no se da a consecuencia de la falta de religión, sino que es consecuencia natural de la condición humana. Es algo que siempre se dio en todas las sociedades y desde siempre, lo que también se denomina «pecado»: promiscuidad sexual, abortos, crueldad despiadada, desorientación moral y franca inmoralidad, explotación económica y abuso de poder, así. Se dio en la Edad Media y se dio en la España de Franco y se dio en la Antigüedad, y en toda sociedad de que tengamos noticia. No es asunto del secularismo, es asunto de la naturaleza humana. No es algo que vamos a remediar con un gobierno de leyes religiosas. Véase el mismo caso de la historia del pueblo de Israel en la Biblia. Tener leyes religiosas no hace que la sociedad sea piadosa.
Esto es lo que vino a anunciar Jesús junto a los profetas, como en la primera lectura de hoy. Dios en su momento juzgará y no nos toca a nosotros juzgar, sino tener fe. Tener fe es amar a Dios y al prójimo y por eso, respetar al prójimo y respetarlo en su vida privada y en sus decisiones personales que sólo Dios tiene que juzgar. La conversión de las personas y de la sociedad se logra por la fe y la oración, no por la imposición, o por legislación y desprecio de los derechos humanos.
El verdadera sentido de las leyes es velar por el buen orden social y la buena convivencia entre los ciudadanos, entre las personas. Si alguien es procesado ante un tribunal de justicia, no es a nombre de la moral, sino a nombre del orden social, de la buena convivencia ciudadana. Las leyes no están para imponer la moral, que es asunto personal de cada uno. La fe, como las convicciones personales, no es algo que se impone a las malas. Las leyes no están ahí para legislar la moral, sino para garantizar la buena convivencia social; ese es su sentido pragmático.
Hay un elemento cristiano en el esquema de las constituciones democráticas modernas: el respeto a la dignidad humana. Dios nos respeta, aunque seamos unos malvados. Eso es algo que no ven los fanáticos cristianos fariseos, que no ven lo que es la fe que Jesús anunció.
Invito a ver mis apuntes del año 2022, del año 2016 (oprimir sobre el año).
Comentarios