Recuerdo en una ocasión, a un predicador de aquellos izquierdistas puertorriqueños de la década de 1960, que subrayó el mensaje «subversivo» del Magnificat de la Virgen, como en Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador… 'Derribó a los potentados' de sus tronos 'y exaltó a los humildes.’ 'A los hambrientos colmó de bienes' y despidió a los ricos sin nada. El problema con esa interpretación del mensaje subversivo del evangelio, es que propone como ideal estar alegres por la venganza de Dios contra los poderosos y los ricos. Propone que nos alegremos a costa de la desgracia de los que oprimen a los humildes, a los pobres, a los ricos. Un Magnificat izquierdista Eso no cuadra con la idea del «Príncipe de la paz». A la misma vez, si admitimos que eso no cuadra con la actitud cristiana qué vamos a decir, ¿que a Dios no le importa que unos sinvergüenzas se salgan con la suya? Lo primero, que habría que analiza
Carlos Ramos Mattei