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Domingo 25 del Tiempo Ordinario, Ciclo B

 


En el evangelio de hoy Jesús anuncia su pasión y muerte y de paso ilustra cuál ha de ser la actitud del cristiano.

El domingo pasado Pedro reconoció a Jesús como el Mesías, el Enviado de Dios. Pero todavía él y los discípulos no comprendían en qué consiste el reino de Dios que Jesús anuncia. 

Jesús no va a ser rey de un reino al modo humano, sino del reino de Dios en este mundo, que va a ser un reino al modo cristiano en este mundo ya desde ahora. El reino de Dios en este mundo se va a cumplir en la vida de las pequeñas comunidades cristianas (y en la iglesia institucional como «comunidad de comunidades», todas conformando el Pueblo de Dios). 


En la primera lectura de hoy se plantea que Dios favorece a sus… favoritos. Por tanto, si alguien dice que es el favorito de Dios, pero es humillado y esclavizado entonces su alegato es falso. El contexto de la primera lectura es la esclavitud en Babilonia. Por eso el autor le reclama a Dios que demuestre que de veras el pueblo de Israel es su favorito.


Con el salmo responsorial invocamos el socorro de Dios, porque somos nosotros los que estamos humillados y perseguidos. 


En la segunda lectura el apóstol Santiago deplora las pasiones humanas que también afectan a los miembros de la comunidad cristiana. Rogamos a Dios, pero desde nuestra vanidad y nuestras pasiones (envidias, celos, así). Pedimos, pero para satisfacer esas pasiones, para inflarnos de nuestro propio orgullo, o por interés humano, antes que buscando el bien de los demás, como se supone hagan los cristianos. 

(Comentario: hasta en las Oraciones de los fieles que he escuchado en más de una parroquia hay más interés por el clericalismo y la iglesia institucional, que por los pobres y los verdaderamente necesitados. Fue por defender la imagen de los clérigos de la iglesia institucional que se dio el escándalo de la protección de los curas pedófilos y el encubrimiento de los curas de múltiples conductas impropias, no lo olvidemos. Uno abre publicaciones de las parroquias y las iglesias y lo importante son los obispos y los sacerdotes y los demás no cuentan. Como si los verdaderos cristianos fueran los clérigos y los demás son cristianos de imitación. Hay una confusión complicada por la vanidad que obstaculiza poder enfocarnos en criterios cristianos.)


En el evangelio Jesús advierte que los discípulos andan rivalizando por ver quién va a ser más importante en el reino de Dios. Estaban pensando según criterios humanos.  

En ese contexto Jesús les anuncia la pasión. El Hijo del Hombre será humillado, aunque luego resucitará. Pero en este mundo no hay que esperar sino persecución y rechazo.

Ser cristiano implica denunciar las injusticias y también promover el amor al prójimo (no hay que ser clérigo para hacer eso). En cuanto uno hace eso, se va a encontrar con los poderes establecidos, que se sienten amenazados en el sentido humano. Es lo que se ve en la misma iglesia institucional en la guerra que le hacen algunos obispos al papa Francisco. En su engreimiento ellos se ven capaces de corregirlo, sin visualizar que el Espíritu Santo asiste a los líderes de las iglesias cuando son dóciles a la acción del Espíritu.

La actitud del cristiano es ser dócil al Espíritu. Por eso Jesús dice en el evangelio de hoy que quien quiera ser el primero que se haga el servidor de todos. No es asunto de ocupar puestos para sentirse importantes. Uno ocupa puestos para servir a todos y eso conlleva también persecución y rechazo, hasta de los mismos a quien uno está para servir. Y servir a los compañeros en la comunidad cristiana no es tarea exclusiva de los clérigos.


La Iglesia no es una corporación multinacional que da servicios al público, donde el público viene los domingos como quien viene a la tienda a comprar lo que la tienda de la corporación ofrece, donde los clérigos son los empleados de la multinacional. Los obispos no son empleados del papa, ni los reverendos son empleados de los sínodos locales. Venir a bautizarse o asistir a misa no es venir a buscar para recibir el producto que la tienda ofrece. Se trata de sacramentos cuyo celebrante es la comunidad toda, que se realizan como signo eficaz de manera comunitaria, entre todos.

Ser un servidor en el reino de Dios es pertenecer a la comunidad de igual a igual con los hermanos cristianos, en que no hay vendedores, ni compradores, sino un compartir de los hijos de Dios. Este es el sentido de la sinodalidad que papa Francisco propone al recordarnos que la Iglesia somos todos.

Dios permita que podamos superar la ceguera del rezago cultural (las ideas caducas que nos ciegan) para rescatar el sentido original, evangélico, de Pueblo de Dios.


Propongo ver mis apuntes sobre las lecturas de este domingo para el 2018, que son más detallados. También están las del 2021, sobre hacernos como niños por el reino de los cielos (oprimir sobre el año). 


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