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Lecturas del domingo 25 de julio de 2010


Me he tardado en reaccionar a las lecturas de este domingo, en parte por haber tenido que atender compromisos de familia.

Las lecturas fueron:
(1) Génesis 18:20-32 – Abrahán le pide a Dios que perdone a Sodoma y Gomorra si al menos se encuentran…. X cantidad de “justos” en ellas, y es interesante cómo ante la insistencia o regateo de Abrahán va bajando la cantidad necesaria de justos para que Dios esté dispuesto a perdonar la ciudad; 
(2) Colosenses 2:12-14 – San Pablo le recuerda a sus lectores (que parecen haber sido helenistas, es decir, no judíos) que por su bautismo han resucitado con Cristo mediante la fe en el poder de Dios; les dice que ellos no pertenecían al pueblo electo, pero que él (Dios) les ha dado una vida nueva, perdonándole sus pecados al clavar el documento que los condenaba sobre el árbol de la cruz (énfasis añadido); 
(3) Evangelio de San Lucas 11:1-13 – Jesús les enseña el Padrenuestro a sus discípulos y entonces añade la parábola del que consiguió lo que quería por su insistencia, y termina con una exhortación a pedir al Padre con fuerza y con insistencia, “…quien pide, recibe…. Pues si ustedes que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?” (énfasis añadido).

Como sucede en los eventos deportivos, que se ven mejor en casa en la transmisión, que estando presentes en el estadio, así con las lecturas del día. Mejor que alguien que las escucha en la iglesia, el lector puede ver mejor la orientación de las lecturas, con tan sólo repasarlas, aunque fuese en ese resumen que pongo.

Pero para eso está también el predicador con su homilía, que se supone resalte esa orientación. Pero somos humanos, y a veces andamos con prisa y no nos da tiempo para preparar bien la presentación de la homilía, que es lo que le pasa a veces a los predicadores.

Lo que es peor, a veces el predicador está pensando más en insistir sobre temas que excitan más al público, pienso yo, como el problema de los abortos, o de la situación política del país, o el tema del exorcismo, que parece que fue algo que también ocupó varias páginas del periódico católico El Visitante, según lo que mencionó el sacerdote.

Así, mientras escuchaba la predicación en la parroquia a que asistí, de primera intención quedé perplejo al tratar de ver la relación entre la primera lectura y el evangelio. Lo que lo complicó fue el predicador le dedicó su atención al Padre Nuestro, que está en el pasaje del evangelio del día. No es que eso estuvo mal; es que, me parece, la homilía debe tratar sobre el conjunto de las lecturas.

Mientras hablaba el predicador yo me preguntaba sobre eso de Abrahán haciendo el papel de un árabe regateando con Dios como si estuviese en un mercado público, discutiendo el precio de un camello. Bueno, quizás el Espíritu Santo mueve a los predicadores en direcciones que quizás nosotros no podemos entender.

De todos modos aquí está mi comentario, aunque dos días más tarde. Y la verdad que una vez uno se pone a analizar todo eso, siguen saliendo puntas, es decir, puntos que se pueden derivar de las lecturas.

A- Se nota el paralelo entre Abrahán regateando con Dios por la suerte de Sodoma y Gomorra y la exhortación en el Evangelio, de insistir con Dios con fuerza, para que Dios conceda lo que pedimos, no porque sea algo que nos lo va a dar a nombre de nuestra relación de amor o de amistad, sino por el motivo de que le dejemos de molestar o de importunar.

1) Nos exhorta a no temer dirigirnos a Dios directamente y pedirle sin miedo y con confianza. Dios no se molesta por el hecho que le insistamos. Probablemente espera que lo hagamos. Abrahán no se amilanó y hasta regateó con Dios.
2) Según lo que nos dice Jesús en el evangelio, la persona no necesariamente se hace acreedora del favor de Dios por sus méritos particulares, sino por insistir en pedir, hasta ser un imprudente que importuna a Dios.
3) Con esa misma confianza es que nos animamos a decir “Padre Nuestro”; Dios no es un Dios distante.

B- ¿Se merecían ser salvadas Sodoma y Gomorra?
1) Uno pensaría que no. Eran ciudades impías, esto es, reinaba la impiedad; no había temor de Dios. No había respeto al prójimo, cada uno se las arreglaba como podía.
2) Nosotros hoy día las condenaríamos. 
- Quizás conservamos el criterio de la lectura de Jueces 2:2, en que Dios reprocha a los hebreos por no ser “duros” con los gentiles: “Yo los saqué a ustedes de Egipto, y los he traído a esta tierra que les prometí a sus antepasados cuando les dije: 'Nunca romperé mi alianza con ustedes, con tal de que ustedes no hagan ningún pacto con los habitantes de esa tierra, sino que destruyan sus altares.' Pero ustedes no me obedecieron, ¡y miren lo que han hecho! ”

-Somos más del Viejo Orden, que del Nuevo Orden de los evangelios. En la Iglesia del Vaticano, sobre todo con el escándalo de los curas pedófilos, se ha renovado la propaganda de una iglesia asediada por los tiempos paganos que nos circundan. Ya no recuerdan lo que es la actitud evangélica, la que Jesús nos enseñó.

- Adoptaríamos hacia Sodoma y Gomorra la misma actitud que hacia el aborto, o hacia los corruptos del gobierno o hacia los asquerosos capitalistas que explotan los obreros, o hacia los socialistas sanguinarios que tampoco respetan la vida o los derechos de los demás, o hacia los irresponsables y vagos que tienen el país como lo tienen, o hacia los sicarios y los traficantes y mafiosos que asesinan sin piedad, etc. etc.
- Abrahán le dice a Dios que si faltasen unos pocos para completar la cifra necesaria para evitar el castigo… y Dios dice que aún así los perdonaría (contrario a nosotros que seríamos estrictos y exigiríamos, como los fariseos, el cumplimiento de la ley al pie de la letra).

3) Dios está dispuesto a perdonar y a practicar misericordia, no importa cuán malvados sean los habitantes de esas ciudades.
- Dios escucha la insistencia de Abrahán.
-- Está dispuesto a permitir que una mayoría se salga con la suya con tal de que no se cometa injusticia contra una minoría.
-- Sodoma y Gomorra se salvan gracias a la consideración de Dios por una minoría.
4) ¿Qué motiva a Dios a ser así?
- Lo sabemos por otros pasajes del Evangelio, como en la parábola del hijo pródigo.
-- Dios es infinitamente misericordioso, infinitamente bueno, que nos ama como un padre ama a su hijo, y que por eso no le ofende la conducta del hijo, sino que más bien le da tristeza que el hijo actúe sin sentido y le obligue a castigarlo, o a abandonarlo a su suerte.
-- Pasa lo mismo con la parábola del pastor que dejó las 99 ovejas y fue a buscar la perdida.
- Dios se alegra por el arrepentimiento del hijo, pero el hijo no necesita arrepentirse para que el Padre, Dios, le ame. Si el hijo se arrepiente, mayor es la alegría del Padre.
- Dios ama tanto al justo, como al pecador. Otra cosa es que sienta alivio, alegría, al ver que el pecador vuelve a la casa de Padre.
- Como Dios ama a justos y a pecadores por igual, por eso no tiene deseos de fulminarlos. Qué importa que sean pecadores. Es como el padre que ve al hijo en malos pasos; no necesariamente se regodea en la posibilidad de… de nuevo, de fulminarlo.

5) ¿Y aquello de que hay que importunarle para que responda?
- En la parábola el que pide consigue que el otro le dé, no por amistad, sino por terminar con la insistencia del que pide. El que pide no se lo merece por amistad, sino por fastidiar, por insistir.
- En el caso del Padre, el hijo ya se merece lo que va a recibir, sólo por ser hijo.
-- Entonces, insistir es como arrepentirse, es decir, convertirse, volver al Padre.
-- El Padre da, no porque el hijo se haya hecho merecedor por el arrepentimiento, toda vez que el hijo ya se lo merecía por el mero hecho de ser hijo.
-- El Padre da porque el hijo antes no estaba arrepentido, es decir, vuelto hacia el Padre. La insistencia en pedir es un síntoma de que el hijo ahora se ha arrepentido, se ha convertido.
-- El Padre da en razón de la insistencia del hijo, sin necesidad de poner sobre el tapete si el hijo se merece o no “la gracia”, es decir, el favor del Padre (porque el hijo en tanto hijo siempre se merece el favor del Padre, no importa lo que el hijo haga).

6) Un último punto (por ahora): el pasaje de Colosenses de la segunda lectura.
- San Pablo recuerda algo que quedó subyacente, pero no explícito, en las consideraciones anteriores: la relación padre-hijo se da en el contexto de los bautizados, es decir, de los que han sido hechos “hijos” por la fe.
- Como en el énfasis suplido, el don que hemos de pedir con insistencia no es necesariamente la salvación, como en el caso de Sodoma, ni tantos otros favores como “el pan nuestro de cada día”, o el perdón de nuestros pecados que ciertamente nos llega con el bautismo.
- El don que hemos de pedir es el mismo Espíritu Santo, según lo plantea también el evangelio, la tercera lectura.

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