Uno se pregunta, ¿Qué de malo tiene ser “rico de espíritu”? Esto es, qué de malo es tener riqueza de espíritu.
Una cosa es ser rico en términos de las riquezas materiales, del dinero, por ejemplo. Pero otra cosa es ser rico en bienes espirituales.
Una persona rica en bienes espirituales puede ser el que tiene una gran fortaleza de espíritu, que tiene una gran personalidad o que tiene un gran carácter. Puede ser también el magnánimo, el valiente, lo mismo que el prudente y acertado en sus decisiones.
¿Habría que condenar a la persona “rica en espíritu”? La contestación parece obvia, pero también parece que a través de la historia esta distinción ha dado pie a una confusión. Eso a su vez ha llevado a la práctica de un cristianismo pervertido, tanto como a unas ideas equivocadas. Veamos esto con más detalle.
Uno puede ser rico (con dinero) y ser pobre (desapegado en el sentido cristiano).
La contestación parece obvia: es decir, lo que Jesús dijo se refiere más bien a los que son esclavos de la riquezas materiales. En una traducción (Biblia, Libro del Pueblo de Dios) dice: “Felices los que tienen alma de pobres”. Esto es, son bienaventurados los que no están esclavizados en su espíritu al apego a las cosas materiales.
Por lo tanto, no se condena a los ricos por ser ricos. Sólo se condena a aquellos ricos que son esclavos por su apego a las cosas materiales.
Uno puede ser pobre (en sentido de la escasez de bienes materiales) y sin embargo tener “alma de rico”, es decir, estar apegado a las cosas materiales.
La pobreza, el sufrir por la escasez de bienes materiales no es de por sí una virtud. Ser rico (en dinero) no es de por sí un defecto moral.
Ha surgido una confusión en el mundo cristiano (e hispano) entre el rechazo al apego a los bienes materiales y el rechazo a la excelencia de carácter.
Visto de esta manera la distinción está clara, pero en la práctica no ha sido así; no es así.
Ha sido una perversión del cristianismo cuando se ha alabado el sufrimiento y la pobreza como escasez de bienes materiales como una virtud.
En la práctica la proclamación de la pobreza de espíritu (el desapego a las cosas materiales) ha promovido sin querer la envidia y los sentimientos torcidos de odio a los ricos sólo por ser ricos y a los inteligentes y de carácter excelente, sólo por ser así.
Uno puede repartir todo su dinero a los pobres y eso demuestra desapego, “alma de pobre”.
Pero hay otros modos de practicar la virtud del desapego.
Repartir dinero a los pobres es como repartir pescado. Otra cosa es enseñar a pescar. Para enseñar a pescar no hay que repartir el dinero a los pobres. En nuestra analogía, no es cuestión de sólo enseñar a pescar, sino a cómo “ganarse la vida”.
No hay nada malo en buscar ganarse la vida. Es aún mejor organizar un negocio o una industria que le dé de comer a cientos de empleados. Eso es tan o más cristiano que simplemente repartir el dinero a los pobres.
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