“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos.” (Mateo 5:17s)
Uno tiende a pensar: ¿En qué quedamos? ¿Hay que cumplir con lo que dispone el Deuteronomio, Números, etc.? ¿Tendremos que ponernos a sacrificar bueyes, etc.?
A continuación de la cita anterior sobre el cumplimiento de la Ley, Jesús nos dice: “Y si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él vaya al infierno.” (Mateo 5:29) Desde los primerísimos tiempos del cristianismo hasta ahora, no se ha sabido de alguien que tome tales palabras al pie de la letra.
Aunque sí, hay una excepción: Orígenes. Se trata de uno de los escritores con una gran influencia entre los cristianos de su tiempo, de los siglos 2º y 3º. Pero se castró él mismo, porque mejor es perder parte del cuerpo, que ir al infierno con el cuerpo entero. Por eso, por haberse mutilado de manera tan bárbara, los cristianos no lo incluyeron en la compañía de los llamados Santos Padres de la Iglesia, ni fue aclamado como santo. Entendieron, parece, que es mayor pecado aún no respetar la integridad del propio cuerpo, “templo del Espíritu Santo”.
¿Quién tenía la razón, Orígenes, o los cristianos que le negaron honores y distinciones?
Algo parecido sucede con la doctrina sobre el divorcio, que también aparece en ese pasaje de San Mateo, capítulo 5: “Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.”
Los mismos cristianos de los primeros tiempos modificaron esta “doctrina”. Está lo que se conoce como “el privilegio paulino”: un cristiano puede divorciarse de su mujer si ella no es cristiana y le pone en peligro de perder su propia fe.
Vale la pena leer con calma ese capítulo 5 del Evangelio de San Mateo y meditarlo. En ese pasaje la posición de Jesús frente a la Ley parece contrastar con el resultado de la controversia en torno a la circuncisión y otras prácticas de la Ley que entonces fueron descartadas y que vemos en Hechos capítulo 15.
Mi parecer personal es que no hay que ser tan rígidos al momento de interpretar la Ley. Eran los fariseos los que estaban obsesionados con el cumplimiento de la Ley. Ciertamente lo que predomina en la predicación de Jesús es la propuesta de que sólo hay una cosa necesaria: el amor a Dios y al prójimo.
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