Gustave Doré, Jesús abandona el Pretorio |
Al final de la cuaresma vale recordar el comienzo. En el primer domingo de cuaresma el evangelio nos refiere a las tentaciones de Jesús en el desierto. En cuanto hombre esas tentaciones de seguro acompañaron a Jesús durante toda su vida mortal. Con más razón estarían con él al momento de la Pasión y la crucifixión.
En el Jesús tentado somos todos tentados y por eso todos participamos en el triunfo de Jesús. Las tentaciones de Jesús son nuestras tentaciones también. Todavía más serio que el ser tentado por las debilidades del cuerpo, de nuestra biología, están las tentaciones al orgullo, la vanidad, la posibilidad de retar y cuestionar a Dios.
La primera tentación de Jesús en el desierto fue la de convertir las piedras en pan, cuando sintió hambre. Sí, fue un asunto de sentir la debilidad del propio cuerpo. Pero el asunto representaba algo más complicado. Pienso que se trata del orgullo del poder, de la vanidad. “Yo puedo y te lo demostraré. Y tengo más poder que tú”, según piensan los tecnócratas y los gobernantes y los que están en puestos de autoridad.
En la mentalidad tecnocrática pretendemos sojuzgar la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades biológicas. En la pasión del poder representada en la capacidad de convertir las piedras en pan más de un gobernante se ciega y se entrega al poder por el poder. El ejercicio del poder lo justifica. Y ahí la vanidad también: “Qué maravilla, lo poderoso que soy”.
Pero... “No sólo de pan vive el hombre”, como “escrito está” (Deuteronomio 8:3).
Así podemos entender por qué no respondió a aquellos que decían, “A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse” (Mateo 24:42). Tenía que abstenerse de demostrar su poder, para cumplir con la voluntad del Padre y darnos el ejemplo.
Al pasaje anterior sigue otro comentario de los que se burlaban de él en la cruz: “Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora” (Mateo 24:43). Él también se preguntaría si no es que era verdad, que todo había sido un espejismo. Qué tal si hiciera la prueba e hiciera el milagro y bajara de la cruz...
El lector puede continuar esta meditación respecto a las otras tentaciones del desierto, a la que estamos todos también sometidos: adorar, idolatrar con tal de ser los que ostentan el poder respecto a los reinos de este mundo; no temer a Dios y retarle...
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