De seguro no irá a la cárcel y es triste que todavía sigan apareciendo casos de irresponsabilidad episcopal frente a las denuncias de sacerdotes que cometen abusos sexuales. De todos modos el susto es lo suficientemente fuerte como para enviarle un mensaje claro a los demás obispos del mundo.
El obispo Robert Finn de Kansas City (Missouri) ha sido acusado por un gran jurado de no haber denunciado un caso de abuso sexual de uno de sus sacerdotes, a pesar de haber tenido conocimiento del asunto durante meses. Es muy probable (me parece) que sea hallado culpable pero que reciba una sentencia suspendida.
Se trata de un sacerdote que no sólo abusaba sexualmente, sino que también fotografiaba a sus víctimas en una especie de pornografía infantil. El caso fue denunciado a la diócesis, pero el obispo le permitió al sacerdote seguir en funciones con el resultado de que más víctimas cayeron en sus manos.
Como sería de esperarse ya el obispo Finn alegó ser inocente y declaró que no estaba al tanto de lo que sucedía, a pesar de la evidencia en su contra. Y, como sería de esperarse ya podríamos anticipar, me parece, el alegato de persecución contra la Iglesia de parte de la prensa sensacionalista y laicista.
Quizás, me parece, para contrarrestar ese alegato el fiscal del caso señaló claramente que se trata de una medida para proteger los niños, sobre todo; no tanto como para perseguir a la Iglesia. La Iglesia misma debería estar hablando con ese criterio: la protección de nuestra niñez y de nuestros infantes.
Como indicado por el New York Times, hace una década los obispos norteamericanos se comprometieron a denunciar todos los casos de abuso sexual a las autoridades policiales. Esta es una política que también fue recomendada el año pasado por el Vaticano. Hace tres años el mismo obispo Finn había hecho una promesa como parte de un acuerdo de $ 10 millones con víctimas de abusos en Kansas City.
Por otro lado, cierto, no es fácil distinguir entre el sacerdote injustamente acusado y el que de verdad es un pedófilo o un pederasta o un abusador de jóvenes niñas o niños.
Pero en este caso surgió una evidencia contundente presente en la computadora portátil del sacerdote que incurría en la conducta criminal. Esa evidencia le fue presentada al obispo, según aparece en el pliego de acusación, unos seis meses o más antes de que la oficina del fiscal se enterase del asunto.
La verdad debe liberarnos, pienso.
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