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Domingo 21, Tiempo Ordinario, Ciclo C




Primera Lectura
Isaías 66, 18-21 - La lectura del profeta de Isaías para hoy anuncia el momento cuando se restablecerá el reino de Israel, al terminar el Cautiverio babilonio. Vemos aquí el anuncio de los tiempos mesiánicos. “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria,” dice. Dios dará una señal a las naciones, lo que recuerda la estrella de Belén y los Magos en su viaje para ver al Mesías. 
“…despacharé supervivientes a las naciones…y anunciaré mi gloria a las naciones”. Como resultado vendrán todos los hebreos de la dispersión del Exilio, “…traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi Monte Santo en Jerusalén”. 
Entre los que vuelvan se formará de nuevo un reino y Dios nombrará de nuevo sacerdotes y levitas. Así termina la lectura del pasaje de hoy.

Uno ve cómo los primeros cristianos y los mismos discípulos de Jesús entendieron las señales de su tiempo. Luego de la desaparición del Reino del Norte, sólo quedó el Reino de Judá alrededor de Jerusalén, sobre el Monte Santo del Señor. Mientras que en la historia del pueblo hebreo hubo pluralidad de templos, ahora habría un sólo templo y un sólo grupo de sacerdotes. 
En época del Bautista y de Jesús, Jerusalén se llenaba de hebreos/israelitas del extranjero, de la Dispersión, para la época de las grandes fiestas. Así aparece señalado en los evangelios al hablar de la Pascua y en Hechos de los apóstoles, al hablar de la Fiesta de las Tiendas y Pentecostés. Era como la confirmación de los tiempos mesiánicos.

Algunos grupos cristianos de tendencias fundamentalistas (interpretan la Biblia al pie de la letra) creen que ya estamos en esos tiempos mesiánicos, toda vez que se estableció el estado de Israel en 1948. La lucha bíblica contra los caldeos y asirios continúa en las guerras contra Siria, Iraq y los palestinos (los nuevos canaanitas).
Desde el punto de vista de los palestinos (habitantes del país antes de la creación del estado de Israel) es como si de Suramérica llegaran los descendientes de los taínos respaldados por el poderío militar de los Estados Unidos, a sacar a los puertorriqueños para ellos volverse a establecer aquí. 


Salmo responsorial
Sal 116,1.2 - “Alabad al Señor todas las naciones,” reza el primer versículo de este salmo. Dios está firme en su compromiso con Israel/Judá, “su fidelidad dura por siempre”.
Los cristianos interpretamos esto en un sentido universal. La fidelidad de Dios es para con todos. Israel es un símbolo del pueblo cristiano. Hemos sido llamados a formar parte de este pueblo, de este rebaño del Señor. 


Segunda Lectura
Hebreos 12,5-7.11-13 - Continúa la lectura de la carta a los Hebreos. No hay que molestarse por el castigo y las desgracias que caigan sobre nosotros, nos dice. Es la manera con que Dios nos reprende y nos corrige. “Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero después de pasar por él, nos da como fruto una vida honrada y en paz,” nos dice.
Por eso no hay que amilanarse, sino apoyarse unos con otros. Los fuertes que fortalezcan a los débiles “para caminar por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará”. 

Esta lectura cuadra con la primera lectura y el anuncio de la llegada del Señor. Esto a su vez recuerda el anuncio del Bautista: allanad los caminos, porque llega pronto. Al llegar Jesús, los cojos y tullidos se vieron consolados. 

En el contexto de la renovación que inspira el papa Francisco en la Iglesia, podemos también leer este pasaje así. El anuncio del Reino es el aviso de una gran alegría que llega, el motivo para una gran alegría, del tipo que sobreviene cuando a alguien le dicen, “Tus crímenes delitos te son perdonados, serán pasados por alto; ahora, a seguir viviendo”.
El anuncio del Reino no asume un tono acusatorio y vengativo, no va encaminado a poner obstáculos y hacer que los débiles tengan dificultad para recorrer el camino de vuelta a Dios. 
“Los traeré de todos los confines de la tierra”, anunció Isaías. Y ahora Hebreos nos dice que a los débiles hay que apoyarles para que encuentren una senda llana. 


Tercera Lectura
Lucas 13,22-30 - Continúa le lectura del evangelio de Lucas en un pasaje que de nuevo hilvana diferentes dichos y cosas que se decían de Jesús. Recordemos que Lucas no tuvo la experiencia de convivir con Jesús.
Uno pregunta si serán muchos los que se salven. Aquí se da por sentado el significado de “salvación”. No es lo mismo pensar en los que se salvarán en el desastre y continuarán con vida en este tierra, al estilo de, “Sálvese el que pueda”.
Otra cosa es la “salvación” de los que alcanzarán vivir más allá de la muerte. Bien se podría asumir que el pasaje remite a la primera alternativa, ante la inminente llegada del “terror de Dios”, o de la destrucción de Jerusalén. 
Recordemos el contexto, el escenario. Pensaban, “Si otro nos invade y nos envía al exilio, quiere decir que su dios es más fuerte que nuestro dios. El de nosotros es un dios de un monte (el Sinaí) que nos adoptó y nos dirigió a esta tierra. Pero si llegan otros protegidos por otro dios más poderoso, entonces el de nosotros tendrá que volver a su monte y olvídate, nos fastidiamos. 
“Ah, pero como sobrevivimos (nuestros padres, que volvieron del exilio de Babilonia) eso significa que nuestro Dios sigue siendo poderoso. Quizás fue un castigo por nuestros pecados, nos abandonó como un marido molesto que abandona a su mujer y deja que la maltraten y la violen. Pero después vuelve y la rescata.
“Han pasado años desde aquello y muchos se han olvidado de las antiguas tradiciones y se han helenizado. Ha habido que traducir el Pentateuco y otros libros sagrados al griego común, porque ni siquiera conocen el arameo, nuestra lengua. 
[James Michener dice que en Jerusalén se llegó a construir un estadio para carreras en que los participantes se presentaban desnudos, al estilo griego.] 
“Hay que reavivar las tradiciones. Si no, Yahvé volverá a castigarnos. Ya se acerca el día de la venganza de Yahvé, estamos seguros, los que pertenecemos al resto que se mantiene fiel. ¿Quién podrá salvarse?”.
Sobre ese trasfondo también podemos visualizar el asunto de San Pablo diciéndole a los judíos helenistas convertidos al cristianismo, que no tenían que seguir observando las prescripciones judías. 

“¿Serán pocos los que se salven?” reza la pregunta propuesta a Jesús en el evangelio de hoy. No pregunta si serán muchos los que se salven. Da por sentado que serán pocos. 
Esa manera de plantear la preocupación podría poner en evidencia la mentalidad de un fariseo en el que pregunta. Un hombre de buena voluntad quiere que la mayoría se salve. Si fuera posible, que todos se salvaran. Fue la reacción de Abrahán, que regateó con Dios para salvar a Sodoma de la destrucción. 
El fariseo resentido, siente molestia por la conducta de los demás y anticipa un cierto placer malsano por el castigo que les llegará. En realidad no quiere su conversión y su salvación, sino que desea que venga pronto el “día del Juicio”. 



“Esforzaos por entrar por la puerta estrecha,” contesta Jesús. Cuando el amo de la casa llegue para cerrar la puerta, se quedarán afuera los que no se esforzaron por entrar por ahí. 
Aquí la imagen del Reino es la de una casa. ¿Cuántas puertas tiene? Parece que sólo hay una. Sólo es posible entrar a la casa del Padre por esa puerta, que es estrecha. No es fácil entrar por ella, pero se puede. 
Si uno no lucha para poder entrar, cuando el Señor venga y cierre la puerta (al momento de la muerte, digamos) ya no hay más posibilidad de salvación. 
Entonces los que se quedaron fuera verán a todos los que llegaron de todas partes del mundo sentados a la mesa en el Reino de Dios. 
“Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos,” dice al final.

En el contexto del escenario de aquel entonces, esto puede querer decir: no es fácil ser una buena persona, un buen judío, dentro de la sociedad en que nos toca vivir. Estamos en medio de una generación perversa. Se cumple lo que dice la primera lectura de Isaías, que llegan desde todos los confines de la tierra para entrar en el Reino. 
Claro, Isaías lo dijo en el sentido de la restauración del reino de Israel. Y los que llegarán de todos los confines de la tierra podrían ser sólo los judíos del Exilio. 

Luego le hemos dado otros sentidos a este género de pasajes en los evangelios. Por ejemplo, los primeros cristianos lo interpretaron con San Pablo en términos de los gentiles y los cristianos que vendrían a heredar el Reino, dejando afuera a los judíos. 
Siglos más tarde esto se ha usado como imagen de la vida fácil de los que no se preocupan de Dios. Para los cristianos la vida de una persona decente, con valores cristianos, es como el intento de entrar por una puerta bastante estrecha, por la que no es fácil pasar. Esto aplica tanto como al laico más humilde, igual que a los obispos, el mismo papa. 


Los últimos que ahora son los primeros pueden ser los judíos que llegaron de lejos y aun los helenistas judíos. Quizás los “puros” despreciaban a esos helenistas como especie de mestizos del judaísmo. Sabemos que entre los helenistas también había paganos conversos, gentiles conversos. 
Luego esos últimos que ahora son los primeros se interpretó en términos de los cristianos. Ahora los cristianos son primero y los judíos, últimos. En la Edad Media se cultivó esa manera de ver el asunto.
En tiempos modernos se vio esto en términos de la humildad: los humildes heredarán el Reino. Papa Francisco es un ejemplo de humildad. No es un memo, un tarado. Papa Benedicto también: se necesita humildad para estar dispuesto a renunciar al papado. Y quedarse callado en su retiro. 
No se jacta de eso, como en el chiste sabido: “Nadie me gana en humildad”. 



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