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CRISTO REY -- Domingo 34, Tiempo Ordinario, Ciclo B




Hoy por hoy resulta imposible plantearnos la figura de Cristo Rey de la manera con que se propuso unos cien años atrás. Ha tomado tiempo procesar lo que adelantaron los teólogos de la primera mitad del siglo 20 – no sólo en la iglesia romana. También ha sido así en las otras iglesias cristianas de la Iglesia católica, del cristianismo universal. 
El ecumenismo
A finales de siglo 19 y comienzos del siglo 20 el movimiento ecuménico tomó ímpetu, algo que quizás se dio desde el siglo 18. Los misioneros de diversas denominaciones cristianas en África, Asia, Oceanía, comenzaron a colaborar entre sí. Se encontraban lejos, en tierras extrañas y a veces frente a gentes hostiles. Además, estaban libres de las ataduras sociales de sus países de origen. Así surgió espontáneamente la colaboración entre todos. A fin de cuentas, todos eran cristianos. Esto llevó al Concilio Mundial de Iglesias en 1948, no sin antes pasar por varias etapas a partir de la Conferencia de Edimburgo en 1910. 
Quién sabe si así fue que al papa Juan XXIII se le abrieron los ojos cuando fue nuncio en Bulgaria. La primera idea del proyecto del Concilio Vaticano Segundo pudo ser darle continuidad al concilio interrumpido de 1870 (cosa que le sugirieron a su antecesor el papa Pío XII). Pero la otra idea fue del Buen papa Juan, que fuera un concilio “ecuménico”. 
Hasta entonces todos los concilios de Occidente eran concilios para los que estaban en adhesión a la silla de Pedro, es decir, a Roma. Ahora al concilio de 1962 se invitarían miembros de todas las persuasiones cristianas universales. Las sesiones de todos los días se abrían con una liturgia distinta todos los días. Un día era en latín, el siguiente en griego, luego en arameo, así sucesivamente. Descubrir que había iglesias cristianas que tenían liturgia en arameo (la lengua de Jesús) cambió la manera de entender el uso del latín. ¿Cómo que si no se decían las palabras exactas en latín la liturgia no tenía validez? Había que reubicar a los abogados y darle espacio a los pastores.
De esa manera hubo un mayor acercamiento entre las iglesias, porque “del otro lado” también hubo una experiencia reveladora. Pero los cambios no se dan de la noche a la mañana. Me contaron de la ocasión en que el obispo de Ponce interrumpió una misa a gritos en el seminario de Ponce porque los seminaristas no cantaban las palabras correctas.
La dialéctica pensamiento–realidad
A la vanguardia del pensamiento siempre está la experiencia. Primero chocamos con las cosas y después nos extrañamos. Entonces algunos se ponen a pensar. 
La realidad no compagina con lo que uno “creía”, las ideas que uno pensaba, que uno tenía. Entonces uno se las arregla como puede con lo que tiene. Es como el náufrago que a falta de un serrucho, resuelve con una espada. Todos hemos usado un objeto cualquiera que estaba a la mano para resolver, cuando nos falta el instrumento adecuado. Las ideas son como instrumentos con que manejamos la realidad.
Ante una nueva realidad la mayoría de nosotros resolvemos de la misma manera, con las ideas viejas. Por eso es que la mayoría sigue interpretando la realidad con las ideas recibidas, con la tradición. Thomas Kuhn opinó que se necesitaba que toda la generación de los viejos científicos murieran para que finalmente se abriera paso la nueva manera de entender las cosas, entre los científicos. Si hay resistencia en la comunidad científica ante pruebas más allá de toda duda (“pero siempre hay dudas” — le gusta decir a los periodistas para poder generar controversia que vende copias), qué no será en la comunidad de los legos. 
Esto es lo que explica cómo es que algunos siguen en una cápsula del tiempo y todavía piensan como si estuvieran viviendo en la década de 1960, cuando se pensaba que Cuba era “el primer territorio libre de América”. Siguen repitiendo las mismas consignas, como si nada hubiese pasado en los últimos sesenta años. En la Unión Soviética no aguantaron más “el paraíso de los trabajadores” y decidieron acabar con todo aquel experimento. En España Santiago Carrillo llevó al Partido Comunista Español a auto disolverse después de que él sacrificara toda una vida por la causa. El mismo Palmiro Togliatti, figura cimera del Partido Comunista Italiano, hubiese hecho lo mismo de no estar muerto. (De seguro que en época de la Guerra Civil Carrillo y Togliatti coincidieron para eliminar a los marxistas y anarquistas que no se alinearon con Stalin, haciéndose responsables de más de un torturado y otros tantos asesinados. Pero no lo vieron como algo personal, fue algo "profesional", cosa de la "disciplina del Partido")
En noviembre de 2018, en el centenario de la revolución bolchevique, muchos quisieran volver a aquellas ideas como si no hubiese sucedido nada. 

Catolicismo triunfalista, fascismo, comunismo: religiones
El parecido con el catolicismo no es casual. Es que catolicismo y comunismo (socialismo) pertenecen al mismo género, ambas son religiones. La realidad nos da en la cara y desmiente lo que creemos. Peor para la realidad, entonces. Las víctimas pagan.
Uno podrá ver al justo que sufre como Job, y por fe sigue creyendo en Dios. De ahí la necesidad de leer el libro de Job como una oración para nuestro tiempo agnóstico y perplejo. 
De la misma manera uno puede ver el fracaso de Rusia, China, Cuba, Venezuela, y todavía seguir “creyendo”. Es que aquello que algunos creímos del “marxismo científico” no es cierto. Cuesta trabajo admitirlo. (Por eso es que, por mi parte, intento proponer inicios de nuevos caminos en las ideas cristianas acerca del evangelio y de la acción social cristiana.)
Aquello que nos enseñaron del catolicismo de los años ’50 no es cierto y cuesta trabajo admitirlo. No es cierto que “Cristo Rey” implique “Instaurar todo en Cristo”, es decir, establecer un estado confesional como el de la España de Franco. 
Obispos españoles dando el saludo fascista. Nótese el saludo de los militares.
Ese fue el error que cometimos en Puerto Rico cuando se fundó el periódico católico “El Debate”, que desplazó a “El Piloto” de los dominicos de Cataño. En aquel momento el obispo de Ponce quiso atacar los programas de control de la natalidad del gobierno. Al saberse que el obispo tenía permiso de portar armas, nuestro Lorenzo Homar lo representó como un vaquero con pistola. 
A través de José Luis Feliú Pesquera, los obispos promovieron la fundación de un partido católico para que participara en las elecciones. Así el PAC, o Partido Acción Cristiana, se fundó en 1960. Curiosamente, en Wikipedia hay un artículo en inglés sobre este partido, probablemente para informar a los norteamericanos que vienen a la Isla; pero no lo hay versión de Wikipedia en español.
Por entonces recuerdo leer “El Debate” y encontrar sus artículos artificiosos, forzados. Para criticar la especie de dictadura muñocista que había por entonces, se inventaban escenas irreales. Es lo que luego encontré en el semanario Claridad. Para probar su punto nada más fácil que inventar muñecos de paja que se pueden tumbar fácilmente. Con tal de tener razón, es mejor inventar novelas.
Es que tanto la prensa católica, como la prensa oficialista del socialismo siguen unos cánones religiosos. Siguen el método del que fue a fabricar un cañón y se puso a buscar un roto para entonces forrarlo de acero. Los católicos buscan ateos malvados para poder atacarlos; los socialistas buscan capitalistas malévolos para poder denunciarlos. Como no los encuentran, se los inventan.
Algunos católicos quieren meterse en la burbuja de la década de 1950 y algunos socialistas quisieran celebrar el centenario del triunfo bolchevique a la manera con que en Cuba hay que celebrar el 26 de julio. 

Un cristianismo sin expresión religiosa
En el caso de la ciencia, hay que modificar las ideas ante nuevas evidencias. En el caso de las religiones también. Es lo que le pasó a Dietrich Bonhoeffer, un pastor luterano alemán que se negó a aceptar el nazismo y murió en prisión en 1943. Bonhoeffer se dio de frente con la realidad del mundo hoy: sus captores eran cristianos de ir a iglesia, hombres de responsabilidad y trabajo. Estaban en el mundo que ha resultado de la industrialización, de los medios de comunicación en masa (uno habla; la masa escucha), de la homogeneización cultural. 
En España, por ejemplo, podían marchar con una medalla de la Virgen al cuello y una estampita del Sagrado Corazón en el bolsillo de la camisa, pero la mente estaba en la burbuja del agnosticismo de nuestro tiempo. En los tiempos de Pelayo era asunto de rezar y dar mazazos; ahora, disparar sin pensarlo mucho. Si lo piensas, el otro dispara primero. 
El que piensa y se opone es un obstáculo para el buen funcionamiento del estado que está ahí para beneficio de todos. Son un peligro, porque ponen en riesgo los proyectos del estado. Por eso, no importa si está bien intencionado, hay que integrarlo a la ecuación, o eliminarlo. En China y en Cuba todavía los envían a campos de concentración para ser “reeducados”. Sin darse cuenta, los cristianos se solidarizan y son parte, van incorporados a la visión que tiene el estado de las cosas, como en la Alemania nazi. Es lo que también quisieron lograr los leninistas rusos y luego los cubanos.
Bonhoeffer propuso que no hay que oponer religión contra el estado. Es que la religión no resuelve; no responde a una manera de estar en el mundo (la burbuja agnóstica) para el que la religión es sólo un ropaje, una apariencia. Estamos abocados a un cristianismo tan auténtico que no se expresa en formalismos religiosos.
Bonhoeffer señaló en sus escritos que eso es lo que encontramos en los evangelios, una propuesta de fe sin expresión religiosa. Es posible que si él hubiese sabido de lo que luego sabemos a partir de los estudios bíblicos, no hubiese llegado a esa conclusión. Pero entre tanto sería válido decir que vivimos en tiempos agnósticos para los que un cristianismo de formalismos religiosos es irrelevante.
Si uno cree en el espagueti volador, no hay modo de confirmar que existe; pero tampoco se puede decir que no existe. En la ciencia propusieron durante siglos el caso proverbial de la tierra plana. Todavía hay una sociedad de los que creen que la tierra es plana, pero dentro del género religioso. Allá ellos. 
Por eso es que en nuestro tiempo no es posible proponer a Cristo Rey como el que debe ser el único objeto de la fe religiosa, a nivel universal. Esto lo propongo en sentido sociológico, pastoral. 
Está el ejemplo del director de la estación de radio cristiana que quiso poner música relevante para atraer audiencia. Pero entonces excluyó todas las canciones que tuvieran temas de infidelidad o que incitaran al pecado, al sexo. Se encontró que su proyecto no tenía futuro. 
Quizás así fue que las estaciones cristianas de radio promovieron la música cristiana en las últimas décadas, pienso que a partir de 1970. En ese tiempo el género ha mejorado: la música con letra cristiana y compuesta con ritmos y estilos contemporáneos. 
Sólo que, como decían los de sangre azul en otros tiempos, “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda”. Como le dijo Unamuno a los franquistas (cito de memoria), “Podrán vencer, pero no podrán convencer”. Se le pondrá poner ropaje musical atractivo al catolicismo tradicional, pero ni modo. 

Un cristianismo de base
El propósito de la expresión institucional de la fe no es la conquista del poder político. Tampoco es llegar a adquirir un peso social tal, que se puedan afirmar los valores cristianos de manera directa, impositiva. Pretender un estado confesional es cosa del siglo 17. 
Es como tratar de legislar el punto de vista científico. Para nuestro tiempo, no hace falta, ya que las verdades científicas no son rebatibles. Cuando un asunto es cuestionable, entonces es que hay que imponer el criterio propio y someter a los demás, como en el caso de la eliminación del POUM (Partido Obrero Unidad Marxista) que hubo que perseguirlo a muerte para que prevaleciera el “verdadero” socialismo.
Que el estado sea “laico” no es algo extraño; lo extraño es que muchos se tomen en serio que deba ser un estado confesional, con crucifijos en todas las dependencias del estado. Eso, por cierto, implica que el crucifijo ni se ve.
No tiene sentido esperar que el estado imponga ideologías que nunca podrán afirmarse como realidades en el contexto de la burbuja agnóstica en que estamos hoy. 

Para renovar el cristianismo hay que ir a la base, a las comunidades de base. Por eso en Panamá acertaron, allá por finales de los ’60 y en los ’70. Y hay que descansar, literalmente, sobre esas comunidades de base, las que a su vez estén cimentadas en la fe del evangelio. 
Siempre tengo un pensamiento paranoico, que la CIA (no necesariamente Estados Unidos, Washington, como tal y como se ha demostrado) tuvo que ver en el empeño de seguir con las concepciones tradicionalistas del catolicismo. Había un interés por tener acceso a la información que los misioneros católicos pudiesen ofrecer desde cualquier punto del mundo. 
No había que organizar redes de espionaje, ya el Vaticano las tenía instaladas. Si se desmantelaba el tinglado de la red de autoridad y sus vías de comunicación, se perdía ese asset, ese recurso. Es un hecho que hasta entrado en la década de 1990 el director de la CIA se reunía con el papa Juan Pablo II. 
Llama la atención el caso de Robert Hanssen, espía que también fue un miembro del Opus Dei y hombre de misa y comunión diaria, que rezaba el rosario. Sus reclutadores quizás pensaron que un miembro del Opus sería un empleado seguro, sólido. Luego resultó que él era en realidad un agente para los rusos. 
Tanto Hanssen como la cooperación del Vaticano con la CIA a nombre de la lucha contra los que amenazan la seguridad nacional en nuestros países son ejemplo de lo que señaló Bonhoeffer sobre sus captores. Uno puede ser persona religiosa, pero en realidad ser un ateo. Es el mismo caso de tantos clérigos que viven con criterios “del mundo”.
El cristianismo no es asunto de tradiciones romanas que en realidad son una especie dentro de las tantas especies o variedades del cristianismo católico. El cristianismo en su fondo es evangélico, aparte de las formas de expresión religiosa. Bonhoeffer subrayó la manera con que Jesús denunció los esquemas religiosos del culto hebraico. El debate se abrió con la disputa entre judaizantes y helenistas en Hechos de los apóstoles, 15. 

El tema no queda agotado aquí. 

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