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Domingo 33, Tiempo Ordinario, ciclo B


La primera lectura para este domingo está tomada del libro del profeta Daniel, capítulo 12, versículos 1 al 3. Nos presenta al arcángel Miguel, “el arcángel que se ocupa de tu pueblo” — es decir, el encargado del pueblo israelita, judío. El arcángel se levanta: el texto se detiene ahí. 
“Serán tiempos difíciles,” nos dice. Querrá decir que Miguel ahora viene al auxilio de su pueblo protegido, porque ha llegado el momento de la liberación del Cautiverio en Babilonia.
Eso va sugerido por lo que sigue: “Entonces se salvará tu pueblo”. Serán tiempos difíciles y muchos de entre “los que duermen en el polvo” (muertos) despertarán, unos para la vida eterna y otros para “ignominia perpetua”.
Los sabios tendrán un fulgor como el del cielo y los que enseñaron a muchos la justicia serán como estrellas que brillarán por toda la eternidad. Así termina el pasaje.
Reflexión breve sobre la primera lectura
Como en tantos otros lugares de la Sagrada Escritura, el pasaje de la primera lectura de hoy se presta para diversas interpretaciones.  
Uno puede pensar que el autor habla en términos de la resurrección de Israel resucitado, o reencarnado, en los que volvieron al territorio de Judá. Esos serían los que ahora se levantarían del polvo. Esto puede entenderse por la afirmación, “Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro”. 
Ciertamente establece que no todos resucitarán. “Muchos…despertarán,” dice. No dice que todos despertarán. De la misma manera los que se salvarán son los que están inscritos en “el libro”. Uno puede pensar que los que están así en el libro son los que fueron justos y no llevaron una vida de maldad y por tanto merecieron resucitar a la vida eterna como dirá luego Jesús. Pero también el autor de este pasaje, como apuntado, puede estar hablando de merecer volver a las tierras de Judá. 
En las décadas anteriores a Jesús hubo este debate, si se trata de la resurrección individual a un mundo distinto al de ahora, o si el autor solamente estaba hablando de la resurrección del pueblo como colectividad. Es el debate que llega hasta tiempos de Jesús, cuando los fariseos proponían la resurrección individual y la vida eterna, mientras que los saduceos sólo creían en la vida “acá”, en el tiempo físico. 
En la interpretación de los fariseos (San Pablo era del grupo fariseo) y de los cristianos, en textos como el de hoy se anuncia la salvación para el pueblo, pero no de una salvación en el tiempo físico “de acá”. Sería más bien el anuncio del momento en que acá las cosas terminan y se da la transición de los que van a la vida eterna, mientras otros pasan a “la ignominia” eterna. Por lo pronto no queda claro en qué consiste eso, qué es la ignominia.
En su raíz la palabra ignominia está emparentada con “ignorante” (DRAE). Se puede pensar que es otra manera de decir que en aquel momento de la salvación algunos pasarán al olvido eterno. Al final dice que los sabios serán como el brillo del cielo y los que enseñan la justicia como estrellas por toda la eternidad. 
En ese contexto es posible que la ignominia de los excluidos consista en no poder brillar como los otros y por tanto no ser visibles. Estarían entonces asociados a las tinieblas, no al brillo de la luz. Y también es otro modo de decir que los rechazados y enviados a las tinieblas desaparecen en la nada. 
Recordar que hay una sola luz, la de Dios. El brillo de los santos es un reflejo de la luz divina, igual que la inteligencia de los sabios es un reflejo de la inteligencia divina, en aquella visión. Es porque no puede haber otra inteligencia que no sea la de Dios, como toda luz es la luz de Dios. 

El salmo responsorial corresponde al salmo 16(15),5.8.9-10.11. Expresa la alegría de saberse en el regazo de Dios y que Dios no dejará al fiel que muera, sino que lo resucitará. Dios enseña el camino de la vida y nos conducirá a la alegría perpetua junto a él.

En la segunda lectura del día recoge donde se quedó el domingo pasado la lectura continua de la epístola a los Hebreos 10,11-14.18. Según el tema principal que hemos estado viendo, enfatiza el sacerdocio de Cristo, que con un solo sacrificio logró borrar los pecados, “Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados”. Y añade, “Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados”. Cristo está sentado al lado de Dios y espera el tiempo que falta para que todo quede sometido a él y al Padre.

En el evangelio de hoy continúa la lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 14, versículos 24 y siguientes. El pasaje enlaza con la primera lectura de hoy, con el salmo responsorial, y con la segunda lectura. Llega el momento final, habrá gran tribulación, vendrá el Enviado de Dios (el arcángel Miguel; el “Hijo del Hombre”) para reunir a los elegidos de todas partes de la tierra. 
Jesús le dice a sus discípulos que estén atentos a los signos de los tiempos para anticipar la llegada del momento final, de la misma manera que es posible deducir los cambios de las estaciones del año. Porque el día y la hora exacta en que llegará ese fin de los tiempos, nadie lo sabe, aunque, les dice Jesús, “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. Es decir: lo que digo se cumplirá.
Hans Memling, Juicio Final


Comentario breve
  • Los signos de los tiempos
Cuando no hay relojes, hay que mirar la posición del sol para saber la hora del día. Si es de noche, hay que mirar la posición de las estrellas. Durante el año la posición del sol varía, lo mismo que las estrellas; igual, la luna. En el horizonte, el sol sale un poco más a derecha o a izquierda y más arriba, más abajo.
Con la llegada de las noches más largas en el hemisferio norte, se veía al sol trazar un arco cada vez más bajo en el horizonte. Para los interesados es asunto de buscar el tema de los seasonal asterisms (constelaciones estacionales). Puede comprar un telescopio, pero es mejor ver las estrellas en el campo.
No puedo resistir la tentación a observar, ¿las estrellas se mueven? Por eso es que los antiguos pensaron que eran seres vivos, igual que el sol. Todavía tenemos la inclinación natural a pensar que se mueven. Sí, se mueven, pero no como nos parece. Los antiguos pensaron que el sol se movía en su carrera por el cielo. Luego pensamos que el sol no se mueve. Y ahora sabemos que se mueve, relativo al universo. Aunque relativo a nosotros es estacionario. Es cuestión de perspectiva; sólo que la perspectiva no es psicológica. 
A medida que el sol trazaba un arco cada vez más abajo en el horizonte, los antiguos pasaron por el mismo espanto todos los años. Uno podía pensar que el mundo estaba en vías de desaparecer para siempre. De ahí el tema del fin del mundo en estos días. 
Entonces, todos los años el sol parecía que iba a desaparecer y luego comenzaba a emerger y “correr” en un arco cada vez más alto en el horizonte a partir del solsticio de invierno alrededor del 20 de diciembre. Siempre estaba el miedo, el espanto. De ahí las fiestas de fin de año. Si el mundo se acaba, nos vamos bailando. 
Los cristianos buscaron darle otro sentido a esto. De ahí la Navidad. 
Una pena que hoy es asunto de relojes digitales y compras. 
Pero eso mismo es señal de los tiempos: relojes digitales y compras. De la misma manera que los cristianos de la época romana formularon el anuncio del evangelio para su tiempo, así a nosotros nos toca poner al día nuestro acercamiento pastoral. Y no es asunto de traer guitarras eléctricas al recinto del templo. 

  • La visión neoplatónica
Para la visión griega o helénica el tiempo no es lineal, sino que es circular. De la misma manera que se repiten las estaciones del año y continuamente se repiten la noche y el día, y se repite el ciclo de los niños que llegan a adultos que se casan, producen retoños, envejecen y los retoños a su vez llegan a adultos en una eterna repetición, así es toda la realidad, toda la naturaleza. Es círculo de repeticiones.
A diferencia de los helénicos, para los judíos el tiempo era lineal. La idea del fin del mundo corresponde a la idea judía y cristiana de la realidad y del tiempo.
Pero el tiempo lineal era parte de una realidad total, más grande, más allá del tiempo lineal en que estamos. Esta síntesis quizás se la debemos a los cristianos helenistas judíos de los primeros siglos. Ciertamente la encontramos en San Agustín.
Para esta visión cristiana la realidad es una y Dios y nosotros estamos contenidos en ella.
La realidad se desdobla en la dimensión eterna y la dimensión en el tiempo.
En la dimensión eterna todo es siempre lo mismo y todo es perfecto. No hay cambios. Cuando algo es perfecto, no necesita cambiar.  Como nada cambia, no hay tiempo, no hay temporalidad.
En la dimensión en que estamos nosotros, hay cambio. Como no hay perfección, las cosas cambian y evolucionan. El tiempo va asociado a los cambios. Y los cambios indican una trayectoria hacia la madurez, hacia la perfección. 
El tiempo tiene principio y fin, la evolución va hacia el perfeccionamiento de las especies, de las cosas.
El tiempo está identificado con la realidad de “este mundo”, que se distingue de la realidad del “otro mundo”. 
Cuando en su evolución dentro del tiempo lineal las cosas cambien hasta llegar a su perfección, su plenitud, en griego, su “Pleroma”, entonces el tiempo no tendrá razón de ser y “este mundo” desaparecerá al confundirse con la dimensión del eterno. 

  • La burbuja agnóstica en que estamos
Cuando uno está en un bar (al menos hasta unos años atrás) es inevitable respirar el humo del cigarrillo. Cuando uno está en esta tierra con una atmósfera contaminada, es inevitable respirar ese aire contaminado. De la misma manera, si nacemos y crecemos en una casa con ciertas ventanas, veremos la realidad que esas ventanas nos permiten ver. Ahora mismo hay sonidos que nuestros oídos no pueden oír, pero están ahí, como las ondas FM que transmiten música sin que las “oigamos”, a menos que tengamos una radio. 

Hoy día vivimos en una burbuja agnóstica, al menos en la sociedad post industrial, o como se le llame. Por eso es que los domingos vamos a la iglesia, pero en la semana vivimos con criterios que no compaginan con los del domingo, a grosso modo. Es decir, los trabajadores no se van a la huelga con citas bíblicas, por ejemplo, por más que haya predicadores de la ultra derecha que quisieran que fuese así. No es que los legisladores se persignan e invocan la doctrina social cristiana al promover alguna medida en el congreso. En las monedas de Estados Unidos vemos In God We Trust (Encomendados a Dios), pero en nuestras transacciones ni nos fijamos. Algunos grupos hasta quisieran encontrar símbolos intrigantes, ocultos en los billetes, pero eso sigue siendo algo indiferente, sin consecuencias. 
No es que vivimos en una sociedad “laica”; es que nuestro pensamiento es naturalmente “laico”. La manera religiosa de ver las cosas pertenece a otra burbuja. Y eso no es malo, ni bueno. Es como es; es así. Siempre fue así.
Los valores, sin embargo, no cambian. Es como decir que el aire está contaminado, mientras seguimos pensando en alternativas. Los antiguos se obsesionaron con las alternativas ideales. Por eso también pensaron que el mundo iba hacia unas etapas cada vez más perfectas. Hoy día sabemos que no porque haya evolución, eso de por sí requiere que haya perfeccionamiento. Es como el movimiento del sol, depende de la perspectiva — pero no de la psicológica, sino de la real.
Nuestra burbuja laica, pragmática, no admite alternativas ideales. Las alternativas ideales en la práctica provocan desastres. Precisamente, porque no somos seres ideales, por eso terminamos con esos desastres. Entre tanto los valores, como los colores, no cambian. Simplemente se refractan según la iluminación, la atmósfera.
Las ceremonias de matrimonio pueden ser distintas en Japón y en el Reino Unido. Pero el valor representado en la ceremonia es el mismo. Esto es algo así como la diferencia entre el japonés y el inglés que comparten una misma gramática profunda, subyacente. Las palabras y la sintaxis superficial podrá ser distintas y así de distintas serán las ceremonias. En Japón el negro es el color de la alegría, antes que de luto.
Algo que nos revela el matrimonio gay es que el matrimonio no tiene que ver con sexo. Es difícil verlo sin los gays. Por eso es que en algunas sociedades primitivas no existe el matrimonio, aunque sí hay otras expresiones de los mismos valores que expresa la institución del matrimonio.
Estar atentos a los signos de los tiempos es hacerse cargo de la burbuja con que estamos instalados en este mundo, que constituye nuestro mundo y que va con nosotros, hasta cuando pensamos y rezamos. 


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