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Domingo 1° de Adviento, ciclo C


La primera lectura para este domingo está tomada del libro de Jeremías 33,14-16. Al comienzo de un nuevo año litúrgico evocamos la esperanza de Israel y la esperanza de todos nosotros como cristianos. Esperamos la restauración de la casa de Israel. 
Pero no tiene sentido tomar esto en términos del Israel de hoy día, el estado de Israel que está en conflicto con los palestinos.  Eso es lo que piensan algunos con una interpretación literal de la Biblia. Piensan que una señal de que estamos en los últimos tiempos es que el reino de Israel ha sido restaurado.
La restauración del reino de Israel ya se ve en los profetas. 
En la primera lectura de hoy el profeta Jeremías dice, “Mirad que llegan días -oráculo del Señor-, en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá”. 
Luego continúa, “…suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra”.
Jeremías fue el profeta de las Lamentaciones. Expresó el llanto y el taco en la garganta de todo el pueblo judío por la caída y desaparición de Israel y la situación de Judá que se dio entonces. En los versículos del pasaje de la lectura de hoy anuncia la esperanza de que eso no se quedará así. Esa película tiene una segunda parte, en que “se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos”.

Paréntesis

Trasfondo histórico

Los asirios acabaron con el reino de Israel para siempre (Reino del Norte); desde entonces los hebreos no perdonan a Siria. Hoy día el gobierno sirio está respaldado por Putin (Rusia) y los rebeldes contra el gobierno reciben apoyo de la CIA (Estados Unidos). Del lado de acá de las Alturas de Golán están los israelitas.
En tiempos del profeta Jeremías los asirios se dirigieron a Jerusalén para conquistarla. Pero una epidemia se propagó en su ejército. Los judíos vieron esto como una intervención divina.
Aunque los asirios no conquistaron a Jerusalén, el Reino del Sur siguió pagando un tributo para que los dejaran tranquilos. Entonces surgió el imperio de los babilonios. Los babilonios se anexaron a los asirios. 
En un momento de conspiraciones de palacio en Babilonia, los egipcios se aprovecharon y subieron con un ejército para ocupar territorios. En Jerusalén se formaron dos grupos, los que estaban a favor de Egipto y los que favorecían a los babilonios. Jeremías estaba entre los del partido a favor de Babilonia. Por su parte el rey de Jerusalén se alineó con los egipcios, a pesar de las profecías de Jeremías. 
Alrededor del 588 AC los babilonios vencieron a Egipto y entraron a Jerusalén, destruyeron el templo de Salomón y se llevaron cautivos a las élites de la población. Quién sabe si por haberlos favorecido es que llegan a nosotros los escritos de Jeremías. 

La restauración de Israel: el sentido apocalíptico

Alrededor de 60-70 años más tarde los persas (Irán) conquistaron a Babilonia (Iraq). Palestina fue declarada provincia del imperio persa y se le permitió a los israelitas volver del exilio babilonio. Entre ese momento y la época de Jesús (hablo como aficionado, puedo equivocarme) apareció un género profético, un género literario lleno de símbolos e imágenes acerca de la etapa final de la historia. Es lo que se ha denominado género apocalíptico. 
La lectura del libro de Jeremías de hoy habla en sentido literario sencillo: Judá será restaurado y vivirán tranquilos. No necesariamente habla de un paraíso. Habla de tiempos normales, de “volver a la normalidad”. 
Quién sabe si al encontrarse sin posibilidad de verdadera autonomía, de verdadera soberanía, así apareció el género apocalíptico.
Moneda que circulaba en Siria para el 28 AC
El “reino” de Judá tuvo que seguir enfrentándose a los países a su alrededor, igual que a los imperios: persas, griegos, monarcas helenísticos, y finalmente los romanos. 
La restauración del reino de Israel no sería simplemente el renacer de la dinastía de David. Sería la salvación de la humanidad entera frente a la impiedad de los griegos y de los romanos.

El salmo responsorial canta los versículos del Salmo 24,4bc-5ab.8-9.10.14, con que alabamos a Dios siguiendo el tema de este domingo. El Día del Juicio puede darse en cualquier momento. Jesús nos alentó a estar preparados siempre, porque nadie sabe cuándo será. 
Es como el terremoto que pueda sobrevenir en cualquier momento. No hay manera de saber cuándo será. ¿Cómo prepararse? En ese contexto cantamos y recitamos,
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
………

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad,
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.

La segunda lectura está tomada de las cartas de San Pablo, 1Tesalonicenses 3,12-4,2. Según los estudiosos este es uno de los documentos más antiguos que tenemos, que data de la época en que los apóstoles estaban predicando a los primeros cristianos. Se nota el contexto en que todos están convencidos de la llegada inminente del Día del Juicio. ¿En qué consiste estar preparados? El amor de cristianos es lo que debe caracterizarnos.

"Hermanos: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre."



El evangelio de hoy, la tercera lectura, es del evangelio de Lucas 21,25-28.34-36. 
Al comienzo del tercer ciclo litúrgico consideramos los últimos tiempos. Como vimos en la segunda lectura, la iglesia pone a nuestra consideración lo mismo que tuvieron presente los primeros cristianos: Jesús y el Hijo del Hombre.
En el escenario apocalíptico que sirve de trasfondo a este contexto de la predicación de Jesús, el pueblo de Israel como colectividad es la institución mesiánica para las naciones. Las demás naciones (imperios) son como animales, etapas inferiores de civilización. Se representan en las imágenes apocalípticas de las bestias. Entonces el Hijo del Hombre –Israel, la figura humana– aparecerá y pondrá orden. Habrá justicia, porque cada cosa caerá en su lugar.


Dice Jesús en el evangelio de hoy, “verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad”. A continuación añade, “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.
Habrán signos, dice Jesús, en el sol, la luna, las estrellas. Habrá gran ruido del mar y del oleaje y la gente se quedará sin aliento por el miedo. Los astros –las potencias celestiales– se tambalearán. 
Lo importante es estar preparados, por lo que no hay que embobarse con las preocupaciones y los placeres. “Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día….Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre,” dice.

Comentario breve

El fin de los tiempos

El escenario apocalíptico es un elemento integral del evangelio. Al menos, es lo que encontramos en los textos más antiguos como en la segunda lectura de hoy, de la carta a los Tesalonicenses. Es un escenario, un contexto.
Cuando se anuncia un huracán, la gente que nunca pasó por la experiencia se prepara para una fiesta y compra licores. El que sabe lo que hay avisa que hay que prepararse.
Cuando se acerca el final —digamos que un ángel te anuncia la muerte en cuestión de días, sin decir cuántos— las horas se ven y se sienten de un modo distinto. Los ancianos tienden a ir a la iglesia que nunca pisaron en su juventud. Otros se dedican a pescar las experiencias que no han tenido antes, o a tratar de volver a ser jóvenes, como los que se casan con una jovencita que puede ser su hija.

Nuestra liberación

“Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación,” dice Jesús en el evangelio de hoy. 
Está la posibilidad de que este pasaje de Lucas fuese escrito después de que los romanos destruyeran a Jerusalén y arruinaran el templo. Eso no va contrario al ambiente apocalíptico en que se movieron los primeros cristianos. La destrucción del templo podría ser otro de los signos de los tiempos, un anuncio que el fin llega y pronto se restaurará el reino de Israel.
El referente de este pasaje de Lucas también puede ser el mismo evento de la muerte de Jesús. De hecho, vemos que menciona el temblor de los astros, por ejemplo. Las menciones de la destrucción del templo que Jesús reconstruiría en tres días también podrían estar relacionadas a esto. Lo planteo como aficionado.
Nos podemos imaginar a los seguidores de Jesús como personas curiosas que pensaban que aquí estaba otro Bautista que anunciaba la llegada inminente del reino de Dios. Desde entonces y sobre todo en nuestros días, “reino de Dios” se ha interpretado de diversas maneras. Están los del extremo espiritualista en que es asunto de la libertad de espíritu, nada más. Están los del extremo sociológico en que es asunto de arreglar el orden de las ataduras sociales. Están los legalistas para los que es asunto de cumplir con las normas de la iglesia. Cada uno propone lo que es “liberación” y “salvación”.
Esto es importante. Es lo que nos disponemos a celebrar ahora con la Navidad: el nacimiento de Jesús es la llegada de la salvación. 

Nuestra vida limitada

Si esta vida no se acabara, podría llegar a ser aburrida. Sería como el perfume exquisito, que al rato no lo percibimos. Quizás porque Dios está en todas partes, no lo vemos. 
Que esta vida se acabe, es un mal para nosotros, pensamos. Pero también es un bien. El hecho que no es eterna nos pone al tanto de que el tiempo pasa y se nos puede hacer tarde. Eso define el valor precioso de los días y las horas.
Camus
Ahora bien; como decían autores como Don Miguel de Unamuno y Albert Camus, qué rayos importa lo que pueda suceder con el universo. Lo que le importa a cada uno es lo personal, el final del tiempo y la muerte como una experiencia personal. Lo importante es “mi” muerte.
La civilización humana en nuestro tiempo se ha hecho inhumana y deshumanizante. Es algo que se ve, por ejemplo, en la manera con que se da el final de nuestra vida, que no es nuestro, sino que es de los médicos y de los profesionales. En vez de encomendarnos a Dios y que la ley natural siga su curso (esa ley natural que se invoca para demonizar el control de la natalidad y el aborto) nos vemos obligados a someternos al médico. Curiosamente en los últimos años la decisión de mantener a alguien vivo con máquinas y tubos no la hacen los médicos, sino los abogados y las aseguradoras, que miden el asunto en términos de dólares y centavos.  
Unamuno
Como decía Unamuno, ¿De veras Lázaro quedó agradecido porque Jesús lo hubiese resucitado? Los médicos quieren hacer como Jesús y resucitar muertos, como intentaron hacer con Franco, el Caudillo, cuando lo mantuvieron vivo como a un vegetal. A veces logran resucitar a alguien, le ponen venas nuevas, un corazón nuevo, un riñón…

Está el caso del que fue al médico.
– Usted está en alto riesgo de muerte. Si quiere prolongar su vida, no puede fumar. Nada de carne grasosa, ni chorizo, jamón, costillas y chuletas, o frituras chorreando manteca. Nada de licor y nada de francachelas y mujeres. Quédese tranquilo en su casa y vaya temprano a la cama.

– Entonces…¿para qué quiero seguir viviendo?

También está otro chiste bobo de reverendos y pastores.
Un hermano estaba preparando mucho té.  Llegó otro hermano y le preguntó: "¿Por qué estás haciendo mucho té?"  Él le contestó: "Es que el pastor dijo: 'Dios viene:  ¡Prepárate!’"


 …………

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