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La idolatría

 


En estos días de Cuaresma y Semana Santa salta a la vista la devoción de los católicos que se expresa ante diversas imágenes que evocan la Pasión y muerte de Jesús. En particular —a la vista de los hermanos separados, como los evangélicos— llama la atención la práctica de la devoción ante figuras como la Dolorosa y las escenas del Vía Crucis. 

Para los que toman la Biblia al pie de la letra, eso es idolatría. 

En estos párrafos invito a detenernos sobre este tema. 

Al conversar con alguien sobre temas como este de la idolatría a veces no esperamos a que el otro termine de hablar para interrumpirlo y tratar de argumentar como si los argumentos fueran palos para darle por la cabeza al otro. Entonces el otro responde y uno no escucha. Uno sigue pensando qué es lo próximo que uno va a decirle; otra vez, como si los argumentos fuesen pistoletazos en una contienda. 

Veamos esto sin ánimo apasionado. Pongamos entre paréntesis nuestras convicciones personales para examinar el asunto con un espíritu policial, digamos, como si fuésemos extraterrestres curiosos que desean saber de qué se trata en este asunto de los idólatras. 

En el espíritu de objetividad, veamos este asunto con calma y no saltemos a conclusiones hasta que no terminemos la lectura de los párrafos siguientes. Las cosas nunca son en blanco y negro, sino que se concretizan en tonos de gris. Por eso, veamos primero lo que significa la idolatría en la Biblia y luego, en segundo lugar, veamos cómo se da la idolatría en nuestras prácticas cristianas, no sólo entre los católicos.

Ya que el rechazo de la idolatría de los católicos entre evangélicos y pentecostales se basa en la Biblia, primero analicemos cómo se presenta la idolatría en la Biblia. 

La prohibición del primer mandamiento 

 En el libro del Éxodo 20,4 encontramos la prohibición de fabricar imágenes, ídolos: «No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra». 

Tomado al pie de la letra, cualquier escultura figurativa sería idolatría, como la estatua de un militar a caballo —digamos, Bolívar— en un parque. Pero el sentido común dicta que esa no es la intención del mandamiento.

Está el caso del niño que iba a salir de su casa. Su madre le dice, «Al salir cierra la puerta». El niño se detiene y le dice, «Pero si cierro la puerta no podré salir». 

En ese ejemplo uno puede distinguir entre la interpretación literal, al pie de la letra, y la interpretación de sentido común. 

La intención de lo que propone Éxodo 20,4 se nota en el versículo siguiente (Éxodo 20,5): «No te postrarás ante ellas [las imágenes] ni les darás culto».

Vemos que podemos resumir el mandamiento contra la idolatría así: «No te fabricarás imágenes con la intención de adorar, o de darles culto». La prohibición es la de fabricar objetos para adorar como algo sagrado, algo divino.

Los otros dioses

 Aparte de lo anterior, podemos pensar que la prohibición de los ídolos pudo haber derivado de la prohibición de adorar otros dioses. No era asunto de los ídolos como tales y en cuanto figuras representativas. Era asunto de no serle infiel a Yahvé anteponiendo ante él otros dioses. El problema no eran los ídolos, sino los otros dioses, lo que los ídolos representaban. 

Que Yahvé fuese el dios de Israel no excluía que existiesen otros dioses, como los dioses de los otros pueblos. De hecho, eso fue un elemento en la crisis nacional causada por la derrota de Israel a manos de los asirios y luego la derrota de Judá a manos de los babilonios. Esto quería decir que los dioses de asirios y babilonios eran más poderosos que Yahvé. 

El hecho de que se asumiera la existencia de otros dioses lo encontramos en varios lugares de la Biblia. Se nota en el tema de los dioses paganos en Isaías 41 y capítulos siguientes. Veamos otros pasajes. Hay más citas además de las que presento.

Éxodo 18,11 – Ahora reconozco que Yahveh es más grande que todos los dioses…

Salmo 82(81),1 – Dios se levanta en la asamblea divina, en medio de los dioses juzga

Salmo 86(85),8 – entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas 

Salmo 89(88),5ss – 5Proclaman los cielos tus maravillas, oh Señor, *y tu fidelidad, en la asamblea de los seres celestiales; 6Porque ¿quién en los cielos se compara al Señor? *¿ Quién como el Señor entre los dioses? 7Dios es temido en el consejo de los seres celestiales, *grande y terrible para cuantos le rodean. 8Oh Señor Dios de los Ejércitos, ¿quién como tú?

Salmo 95(94),3 – … es Yahveh un Dios grande,Rey grande sobre todos los dioses

Salmo 96(95),6 – Pues nada son todos los dioses de los pueblos. Mas Yahveh los cielos hizo 

Salmo 97(96),7.9 – 7…se postran ante él todos los dioses!… 9Porque tú eres el Señor, altísimo sobre toda la tierra; *eres muy excelso sobre todos los dioses. (estás muy por encima de todos)

Salmo 138(137),1 – Te daré gracias, oh Señor, de todo corazón; delante de los dioses cantaré tus alabanzas. 

Las figuras humanas en la elaboración del Arca de la Alianza

El lector puede consultar Éxodo 37, 9. Ahí encontramos la descripción de la fabricación del Arca de la Alianza, en que se forjan dos figuras humanas con alas para representar dos querubines cincelados en oro. Algo parecido encontramos en el arte figurativo con que se describe la elaboración de tallas de flor de almendro en el candelabro de seis brazos para ir junto al Arca (Éxodo 37, 19). 

Un judío nos dirá que no se tallaron esas representaciones para ser adoradas. Eran ornamentaciones para el lugar del aposento de Dios con nosotros. Lo que se adoraba no era el Arca, sino la presencia de Dios sobre el Arca, su presencia junto al Arca.

La serpiente en el desierto

Está el caso de la serpiente en el desierto, presentado en Números 21,6-9. Muchos hebreos se la pasaban resentidos de Moisés y de Dios que los había conducido al despoblado, en medio de la nada, por así decir. Pasaban hambre y necesidad. Entonces Dios los castigó por su rebeldía y envió unas serpientes que los picaban y morían. Murieron muchos. Los israelitas entonces fueron a Moisés y se confesaron pecadores arrepentidos y le pidieron que intercediera por ellos ante Dios. «Intercede ante Yahvé para que aparte de nosotros las serpientes,» le dijeron. 

Entonces Yahvé le dio instrucciones a Moisés para que hiciera una serpiente y la pusiera sobre un mástil, o un palo; lo enarbolara para que el pueblo lo pudiera ver. Si alguien era mordido por una serpiente, y éste miraba la serpiente, no moría. Algo curioso: Dios no eliminó las serpientes, sino el efecto de las picaduras.

Nótese que esto de la fabricación de una serpiente con poderes bien puede interpretarse como idolatría, como algo análogo a la fe que mueve a más de uno a ver de igual manera la medalla de la Virgen que lo protege. Durante la Guerra Civil española de 1936 al 1939 soldados de ambos bandos (en particular, los navarros) llevaron un «Detente» en el bolsillo de la camisa para detener las balas. El lector puede ver ejemplos de Detentes haciendo una búsqueda en Internet.

En 2 Reyes 18,4 aparece que el rey de Judá mandó a destruir la serpiente que Moisés había hecho, por considerarla idolátrica. Parece que los israelitas habían estado adorándola y quemando incienso frente a ella. 

No obstante, encontramos una interpretación más cuerda (o de sentido común) en Sabiduría 16,6-7. Vale la pena citar el pasaje: «…el que a ella [la figura de la serpiente en bronce] se volvía, se salvaba, no por lo que contemplaba, sino por ti, Salvador de todos». Esto es lo mismo que podemos aplicar al culto de los santos y de las imágenes de Dios, la Virgen, así. No se adora el objeto, sino lo que el objeto evoca.

El caso de los efod y los terafim

La palabra efod se usa en dos sentidos en la Biblia. Uno es el de la pieza sagrada que formaba parte del vestido de los sacerdotes hebreos. El otro es el de una cajita idolátrica en que se guardaban los dados sagrados para consultar a Yahvé. Es lo que encontramos en 1 Samuel 2,14,3; 23,6; 30,7. Dentro de ese uso idolátrico también aparece la palabra efod como referida a una figurita, como en Jueces 17,5 y 18,14ss. En Jueces 8,24ss aparece Gedeón como haciendo un efod, por lo que es denunciado en Jueces 8,27 como que estuvo promoviendo la idolatría. 

Los terafim parecen haber sido ídolos familiares (de culto en el hogar, algo así como culto privado). Cuando David en una ocasión escapa de Saúl, su esposa Mical pone un terafim en su cama para engañar a los soldados que venían a buscarlo. (1 Samuel 19,13). Aparentemente era común que en las casas hubiese más de un efod y al menos un terafim. Es posible que esas piezas (efod y terafim) no tuvieran figura humana o de animal, en observancia del mandamiento de Yahvé. Pero eso no quita que hubieran sido manejados de modo idolátrico, es decir, atribuyéndole poder divino y/o presencia de espíritus a las piezas materiales. El hecho es que se les denuncia por idolátricos.

Idolatría entre católicos y protestantes, pentecostales y testigos de Jehová

Vemos así que la idolatría consiste en adorar lo que no merece ser adorado; en esclavizar o canalizar nuestra voluntad de adoración a lo que no debe ser atendido de esa manera. En vez de adorar a Dios, que es el que merece nuestra adoración y alabanza, adoramos otros dioses, otras cosas, otros objetos.

No es que haya mala fe o perversidad culpable. Es que la persona no se da cuenta de lo que hace cuando se deja llevar esclavizado por la obsesión, o adoración, de objetos y objetivos que dominan su vida. Es el caso de los fundamentalistas bíblicos, que idolatran el texto bíblico, por ejemplo. Es algo equivalente a los que atribuyen propiedades milagrosas a una medalla de la Virgen.

Karl Barth, un teólogo protestante del siglo 20 lo señaló así. Dios nos busca y nos interpela a través del pueblo de Israel. Pongámonos en los zapatos de Dios, por así decir. ¿De qué manera nos podrá hablar Dios? Para comenzar, Dios no tiene lengua, ni habla inglés o español. Dios entonces nos habla mediante la historia de Israel y Moisés y los profetas. Esa historia y esos escritos que llamamos Sagrada Escritura son Palabra de Dios, pero no son Dios mismo. La Escritura misma es una imagen con la que Dios se comunica. Al ir a la Escritura, hemos de buscar al Dios escondido detrás de la imagen. No confundamos la imagen —los textos bíblicos— con Dios mismo. Adoremos a Dios, no al texto literal bíblico.

Es lo que podemos decir de las imágenes católicas. No hay que confundir la imagen con Dios que nos habla a través de esas figuras que también forman parte de la historia sagrada en la nueva etapa del cristianismo. ¿Qué ganamos con montar en cólera y atacar ferozmente a los que veneran imágenes como en los templos católicos? ¿No es mejor hablar como ahora mismo, de manera serena, para conducir los fieles a Dios?

Los que se sienten motivados a predicar la Palabra tengan esto presente: el mensaje a predicar es el del encuentro con Dios. No predicamos doctrinas. Las fórmulas de la verdad son como los textos bíblicos, imágenes. No busquemos convencer de unas verdades, sino conducir al encuentro con Dios. Los textos bíblicos y las verdades doctrinales son medios, no fines en sí mismos.

Aparte de lo anterior, reconozcamos que aun si uno está inspirado por el Espíritu Santo no necesariamente va a ser capaz de transparentar esa inspiración adecuadamente. Entre los humanos la comunicación es constitutivamente opaca. El profeta y el predicador (tanto los de los tiempos bíblicos, como los contemporáneos) son como instrumentos imperfectos en manos de Dios. Por eso los malos entendidos son inevitables. Por eso se requiere una interpretación dócil a Dios, también. Con los apasionamientos no le permitimos a Dios llegar a nosotros, cuando aun en un ambiente de docilidad la comunicación es opaca.


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