Desde que Nixon comenzó una política de control de precios a comienzos de la década de 1970, y ya desde antes, desde que se ensayó el control de precios en los alquileres de Manhattan, ya sabemos que congelar los precios es un modo de garantizar el desajuste económico y la quiebra de los negocios. Ese razonamiento fue el que llevó a levantar los controles sobre las compañías de aviación con el resultado de que, puede que no se viaje tan cómodamente como antes, pero sí mucho, mucho más barato.
En Puerto Rico tenemos el caso de la telefonía. Muchos recordamos cuando llamar de San Juan a Mayagüez salía más caro que llamar a Boston o Nueva York. Sólo había una compañía, "nuestra" telefónica. En cuanto se permitió la entrada a la competencia, los precios bajaron dramáticamente. Compárese con el caso de nuestra industria lechera, que está al borde de la quiebra por culpa del maldito control de precios. Algo parecido se podría decir del pan, los huevos...
De esto, en Venezuela Chávez ni se entera. Después, con echarle la culpa a alguna conspiración de los diabólicos norteamericanos, basta. Y es que el error consiste en ver el problema desde el punto de vista del consumidor. Hay que verlo desde el punto de vista del productor. Lo que beneficia al productor – en el marco de la carrera de competir con otros por llevar al mercado el mejor producto al precio más ventajoso – beneficiará inevitablemente al consumidor. Lo que perjudica al productor, perjudicará inevitablemente al consumidor. Con el control de precios, los ricos y los pobres, todos serán pobres y entonces...
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