El pasaje del evangelio de hoy termina con esta cita.
“Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.” (Lucas 6:35-36)
Dios ama a los ingratos y malvados.
Los fariseos practican la acepción de personas, distinguen entre las personas. Estiman al que es bueno y al malo, que les parece que no merece ser respetado, lo desprecian. Desprecian a los malos: le quitan valor, no le dan valor. Los fariseos piensan que ellos son buenos y mejores y hasta le tienen pena a los demás.
Los cristianos aman a los malos como Dios los ama.
Jesús amó a los publicanos. Nosotros no tenemos otra orientación: hay que amar a los pecadores y a los desviados y a los débiles de carácter… Eso es difícil, muy difícil. Pero es posible con la fuerza que Dios nos puede dar.
El que ama a Dios y ama al prójimo ha cumplido la Ley.
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