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El entusiasmo por el marxismo

Marx con su hija Jenny von Westphalen

Es cierto, la democracia es un sistema político y el capitalismo es un sistema económico. De igual manera…

De la misma manera hay que reconocer que el totalitarismo no necesariamente va de la mano del socialismo o la justicia. Hay quien no quería, bajo ningún concepto, condenar los crímenes de Stalin, igual hoy con Fidel y con Maduro.  

Sobre la ideología: el marxismo es una religión para muchos, cuando tercamente no quieren reconocer la realidad, como los que por sus prejuicios religiosos no quieren admitir la evolución de las especies. 

Aun cuando el socialismo marxista ha fracasado luego de casi cien años de experimentos no lo quieren admitir. Es como cuando los católicos defienden al Vaticano a rajatabla, o cuando los nazis justificaban a Hitler. 

La ciencia es una ideología, pero no es lo mismo imaginarse cosas que hacer experimentos, y examinar los resultados, aparte de imaginarse cosas. 

Vamos a darle la espalda, en la medida de lo posible, a nuestros apasionamientos e ideas ciegas. Reflexionemos juntos en los párrafos que siguen. El futuro no puede ser, ni de los socialistas, ni de los comunistas, porque ambos sistemas son perversos. Hay que explorar alternativas, como se exploran las alternativas a la gasolina y el petróleo.

No es asunto de descubrir la generación de electricidad con molinos de viento y entonces decir que ahí está toda la solución. Y maldito sea el egoísta asqueroso que se atreva a decir que la solución al problema de sustituir el petróleo no está en los molinos de viento…

¿Grotesco, no? Pues eso equivale a los que se ciegan por su entusiasmo y anuncian que saben la solución y todo el que se oponga es un enemigo del pueblo y por lo tanto no es un buen cristiano.

Lo que sucede es que la disciplina de la economía todavía está en pañales. Está algo así como estaba la medicina hace unos 300 años atrás (en el caso de España todavía enseñaban supersticiones en las escuelas de medicina de mediados de siglo 19; los hispanos somos tercos). Pero poco a poco se llegaron a saber unas cuantas cosas: las bacterias, los virus, y así. Todavía a principios de siglo 20 en Inglaterra los estudiantes y los  médicos pasaban a veces de estar trabajando con un cadáver, para ir a asistir en un parto. Si se hubieran empeñado en otra ideología que no fuera la ideología de la ciencia, todavía estarían las parturientas con unas infecciones de madre. Nos podemos imaginar a las comadres diciendo que los médicos no saben, que las que dan a luz en su casa no se mueren, mientras que las que van al hospital salen enfermas.

Pero como los médicos y estudiantes sostenían los prejuicios de la ciencia. Porque creer en las causas científicamente comprobadas es también un prejuicio, ya que no deriva de los razonamientos, sino de querer ensayar y probar. Entonces, al notar la alta tasa de mortalidad entre las parturientas en el hospital los inquisitivos se dedicaron a ver qué pasaba. Eventualmente dieron con la razón. Había que esterilizarse por completo antes de entrar a sala de operaciones, lo mismo que los instrumentos.

En economía ya hace tiempo que hemos ido descubriendo que también hay leyes y realidades causales. Por ejemplo, que si uno quiere garantizar una inflación descontrolada y un caos económico, baste con que el gobierno se ponga a intervenir con los precios. Hace más de medio siglo que eso ya se sabe. 

Y aun antes de eso, ya se conocía la ley de la oferta y la demanda, a pesar de lo que quieran argumentar algunos líderes sindicales. Existe la ley de la oferta y la demanda, como existe la ley de gravedad, o las leyes de la química.

En el caso de la ley de la oferta y la demanda, hay un argumento que intenta refutar que tal cosa se da, en cuanto que se sabe que la escasez o la abundancia pueden ser manipuladas, lo mismo que la percepción de la escasez y la abundancia. Pero esto es como decir que el hecho de que pudimos inventar aviones refuta la ley de la gravedad. Si los aviones no obedecieran las leyes de la física, no podrían volar. Si los que manipulan el mercado no obedecieran las leyes del mercado, tampoco podrían manipularlo.

Ahora, aquí es que debemos añadir una consideración sobre la química y la medicina, además de la física. En tiempos de la tardía Edad Media la química era alquimia y la astronomía era astrología y la medicina era... asunto de conjeturar y encomendarse a Dios. Se sabía que ciertas yerbas producían tales o cuales efectos, como calmar el estómago, combatir el estrés, o aliviar el dolor de cabeza, y así sucesivamente. Cómo lo hacían, no se sabía. Los médicos manipulaban el orden de la naturaleza, pero no hacían milagros. Sus recetas funcionaban si estaban de acuerdo con las leyes de la naturaleza. 

De la misma manera, hoy día todavía sabemos de la economía y sus leyes al modo de los médicos de la tardía Edad Media. Por eso en alguna medida podemos manipular el mercado, pero es más importante entender sus leyes. De nada sirve entregarnos a alguna superstición como el marxismo populista o el capitalismo clásico. Eso sería el equivalente de los que todavía creen que la medicina natural es mejor que la medicina científica.

Por ejemplo, Marx estuvo equivocado al proponer la teoría del valor de la mercancía en términos del trabajo y la plusvalía. Eso no quiere decir que fue un fanático corto de inteligencia. Se dice que hacia el final de su vida protestó, “Yo no soy marxista,” dijo. Los cortos de inteligencia han sido los seguidores. Si luego hemos progresado es gracias a investigadores como Marx, igual que con Darwin. Pero no podemos hablar de ellos como si hubieran publicado el año pasado. Durante casi doscientos años sus planteamientos se han debatido a la saciedad y se han buscado pruebas experimentales para refutarlos y en ese proceso se ha descartado lo que sirve y lo que no sirve. Pero, como dijo Newton al comienzo de su libro, “Yo he podido porque he estado montado sobre los hombros de los gigantes que me precedieron”. 

No tiene sentido hablar de Darwin, o de Marx, o de Freud, como si representaran ideas nuevas, desconocidas hasta ahora. Está el caso de Einstein, que tratando de refutarlo, confirmaron sus “teorías”. No son iguales, las teorías que se aceptan por dogmatismo ideológico, que las teorías que se aceptan por motivos científicos. Y si mañana se comprueba que la teoría era falsa, mejor, porque esa es la diferencia entre las teorías que se creen ciegamente y las que son sometidas a las investigaciones. Las que se creen ciegamente, como cuando alguien dice que la danza de la lluvia trae lluvia, nunca podrán ser desmentidas. Porque tarde que temprano llegará la lluvia y el danzante estará convencido que él la provocó. Lo bueno de las teorías científicas es que pueden ser desmentidas… por los experimentos, que nos llevan a nuevos conocimientos y… nuevas “teorías”. Está también el caso de Einstein, que al final de su vida habló de una de sus teorías como un gran error y luego décadas después los experimentos revelan que no, que no fue un error.
Pero volvamos a las leyes de la economía. 

Resulta que lo que un objeto vale en el mercado económico no tiene que ver con el trabajo o los materiales. Puede estar hecho de titanio y a nadie interesarle y por tanto habrá que venderlo bien barato, mientras que puede estar hecho de papel, pero si muchos lo quieren con tantas ganas el precio puede llegar hasta el millón. Tonto sería el que fabrica ese producto “barato” si no lo vendiera en millonadas.

Así que no es el trabajo que cuesta producir algo, o el material de que está hecho, basta si hay demanda, o si falta la demanda por el producto. Por eso es que una enfermera gana muy poco, en comparación con el médico, igual que el capitán gana más y disfruta de mayores beneficios que los marineros. No estamos hablando de “verdades dogmáticas”, sino de “teorías” sujetas a falsificación por la confirmación positiva.

Pero están los que ven las ideas marxistas como si fuesen dogmas de fe y se citan las palabras de Marx al modo con que los cristianos citan la Biblia. Las sentencias de Marx, o de Lenin, o de Fidel, son como verdades inspiradas por el Espíritu Santo.

Está la anécdota de cuando hubo una mala cosecha en un sector de Polonia. Los comisarios comunistas ni se preocuparon en pensar que podía haber sido asunto de meteorología o de la naturaleza. Inmediatamente dijeron que los campesinos habían saboteado la cosecha y eran unos contrarrevolucionarios. ¿Cómo puede una economía echar adelante así? Por eso, ya sabemos del fracaso del "centralismo democrático" y lo que creíamos hace cincuenta años con sus justificaciones bizantinas, ahora sabemos que no es válido. Es como los católicos que todavía argumentan a favor del uso del latín...

En la práctica, como en China, sí puede haber un gobierno socialista con una economía que prospera a base de la libertad para fabricar, producir, vender, intercambiar. Pero se necesita que el pueblo esté dispuesto a jugar bien. Esto es, puede haber alguna trampa de vez en cuando, como en el fútbol, que se tiran al piso como si se estuvieran muriendo de dolor o dan grandísimas patadas al contrincante cuando creen que el árbitro no está mirando. Pero esto sólo es permisible dentro de un límite, porque de lo contrario, se echa a perder el juego.

Uno puede adulterar el ron con una poca de agua, pero no tanta que lleve a los clientes a irse a la barra de al lado porque allí el ron sabe mejor. Eso es ley, pero no de las que los gobiernos imponen. La oferta y la demanda es un gran incentivo para producir los mejores productos, de mayor calidad, al mejor precio. En una economía dirigida por el gobierno eso no se da así.

El capitalismo es parte de la naturaleza humana, de la necesidad de intercambiar para comer y tener. No es una fabricación de los delirios de las mentes. 

En los años de 1950 las navajas de afeitar sólo podían usarse una vez. ¿Qué interés podían tener los grandes intereses capitalistas en cambiar eso? Todos los días se vendían miles de navajas de afeitar que sólo duraban una afeitada. Claro los pobres le llegaban a sacar hasta cinco afeitadas a una navaja, pero nada más.

Sin embargo, salieron al mercado nuevas navajas que duraban más afeitadas, hasta hoy en que una navaja te puede durar un mes y todavía te podría durar más. Los grandes intereses mejoraron su producto porque sabían que si ellos no lo hacían, lo haría el otro y había que despabilarse. Es como General Motors que de vender el 75% de los autos en el mundo en los 1950, hoy está al borde de la quiebra. ¿Pero los grandes intereses no eran tan poderosos?

El secreto está en la libre competencia. Si tu producto no mejora, otro lo va a hacer. Y lo va a vender más barato. Ahí está Korea del Sur, que empezó con Samsung que hacía pantallas de ordenadores y en veinte años ya competía de tú a tú con Toyota.

Por eso es que los pobres se benefician más de la libre competencia, que de una economía dirigida por el gobierno. 

Pero con esto no sabemos mucho, habría que leer mucho y ensayar mucho, antes de lanzarnos a pontificar sobre las soluciones. 



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