San Lucas narra en su Evangelio que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando ésta se hallaba en el sexto mes de embarazo.
Si María concibió a Jesús 9 meses antes de su nacimiento, por eso entonces se celebraría (como se hace hasta ahora) la fiesta de la Anunciación el 25 de marzo, 9 meses antes del 25 de diciembre.
Si al visitar a su prima Santa Isabel, ésta tenía seis meses encinta con Juan Bautista, entonces San Juan nació tres meses después del 25 de marzo, que sería entonces el 25 de junio. Pero no siempre somos perfectamente lógicos. Por eso, se fijó la solemnidad del Bautista en el octavo mes de las candelas de junio, seis meses antes del nacimiento de Cristo. (de hoy en seis meses - el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de nuestro Redentor, Jesús). De ahí que la fiesta del Bautista quedase fijada para el 24 de junio.
Desde entonces se señaló esta noche como la de San Juan, muy próxima al solsticio de verano que ha heredado una serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres cuyos orígenes son inmemoriales en toda Europa y se han extendido por muchos pueblos de América. Lo paradójico del asunto es que el 24 de junio se celebra la fecha del nacimiento del Bautista, que en realidad no debería festejarse porque de los Santos siempre se recuerda el día de su muerte. San Agustín hace la observación de que la Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte, pero que en el caso de San Juan Bautista, hace una excepción y le conmemora el día de su nacimiento, porque fue santificado en el vientre de su madre y vino al mundo sin culpa. Es digno celebrarse su nacimiento, ya que fue motivo de inmensa alegría para la humanidad tener entre sus miembros al que iba a anunciar la proximidad de la Redención.
¿Y el solsticio de verano? Para los cristianos resultó conveniente desde los primeros siglos celebrar esta fiesta del nacimiento de San Juan que entonces se ha asociado al solsticio de verano. Todavía en países como Puerto Rico se asume que con este día comienza la época de playa.
El solsticio es el día más largo del año en el hemisferio norte, en que la tierra alcanza su mayor inclinación respecto al sol. Es algo así como el mediodía del año solar. El 21 de septiembre (equinoccio de otoño) sería como el atardecer; el 21 de diciembre (solsticio de invierno, la noche más larga) equivaldría a la medianoche; el 21 de marzo (equinoccio de primavera) sería el amanecer. Por eso, en época de los griegos y romanos se celebraba el Año Nuevo en marzo.
Pero en épocas todavía más antiguas los humanos todavía no teníamos claro todo este asunto del año solar. Lo que de primera intención observamos es que había un día en el año que era el más largo de todos. De ahí que entre los más primitivos el Año Nuevo se fijaba a partir de este día más largo del año.
Anteriormente se supuso que el monumento de Stonehenge era una especie de calendario solar para determinar las fechas de los solsticios y los equinoccios, según el modo con que el sol iluminase las rocas. Con esa idea en mente durante años muchos han celebrado allí el solsticio de verano como si fuese el Año Nuevo (luego se ha podido establecer que en realidad fue un mausoleo originalmente).
“Solsticio” equivale a “sol detenido”. Supuestamente el sol da la impresión de detenerse en el cielo. Pero este nombre también podría venir del miedo que a partir de ahora los días se van acortando y eso para los primitivos era como si el sol se estuviese debilitando. Podría suceder, pensarían ellos, que este año el sol se apagara. Por eso octubre y diciembre, que representan la noche solar, evocan miedo y el tema del Juicio Final, es decir, los últimos tiempos.
“Solsticio” también puede equivale al “sol de media noche”. En algunos lugares, como el Polo Norte, el sol continúa brillando a la media noche del 21 de junio.
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