La primera lectura para este domingo está tomada del Libro de Amós 7,12-15. Amós fue profeta en Israel, el Reino del Norte. En tiempos del rey Jeroboam anunció la conquista del territorio por los Sirios y la anulación de Israel. Esto lo hizo en el santuario nacional de Betel, un santuario de los israelitas. El sacerdote del templo, que se llamaba Amasías, trató de echarlo de allí a la misma vez que mandó a decirle a Jeroboam lo que estaba sucediendo.
Al comienzo del pasaje de la primera lectura de hoy Amasías le dice a Amós que se vaya; si acaso que se refugie en el reino del sur, Judá, donde podrá ganarse la vida y profetizar. Le dice que en Betel sólo puede profetizar por autorización del rey. Quizás implica que el único autorizado allí es él, Amasías. Nótese que en esa época hay otros templos, además del de Jerusalén.
Amós le responde, “Yo no soy profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros; pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: ‘Ve a profetizar a mi pueblo Israel’ ”.
Uno puede pensar que los profetas eran videntes en los santuarios, a los que la gente consultaba y luego les daba algo a cambio: una paloma, algún alimento preparado, ropa, sandalias. Sería una manera de ganarse la vida. Quizás eso es lo que quiere decir Amós cuando protesta que él no es profeta. Es que el espíritu de Dios se posesionó de él y le sacó de su casa para que viniera a anunciar la desgracia y el desastre que ya llegaba.
Este mensaje nefasto preconiza la misión del Bautista y de Jesús y sus discípulos. Así lo tomamos en la liturgia de hoy, comenzando con el salmo responsorial. Sólo que Jesús y sus seguidores lo tomaron de otra manera.
El salmo responsorial canta los versículos del Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14. Comienza (anunciando), “Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz, su salvación está muy cerca…”. Como Amós, el salmista anuncia lo que el Señor le comunica. El mensaje no anuncia desgracia, sino el momento en que el Señor llegue y ponga todo en su sitio justo, cuando haya justicia. Esto luego se entiende en términos de los tiempos mesiánicos, como en época de Jesús y sus discípulos.
La segunda lectura comienza la Carta de San Pablo a los Efesios 1,3-14. Probablemente se trata de un himno de las primeras comunidades cristianas. Expresa el modo de ver las cosas de los primeros hermanos. Prorrumpe en alabanza a Dios que nos ha traído tales bendiciones en Cristo, habiéndonos escogido aun antes de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos.
De la misma manera que Dios se escogió para si el pueblo hebreo, ahora escogió para sí al pueblo cristiano. En este sentido entendemos cómo la Virgen María también es modelo de fe, de la predestinación desde toda la eternidad. Ha llegado la justicia anunciada por el salmista, “para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo”.
Este es el anuncio que los primeros discípulos escucharon y transmitieron a otros.
El evangelio de hoy continúa la lectura de San Marcos en el capítulo 6,7-13. Ya en el capítulo 3 Marcos indicó que Jesús instituyó el grupo de los Doce, los apóstoles. Jesús los llama, como Dios llamó a Amós. Ahora, al comienzo del pasaje de la lectura de hoy los envía por las aldeas circundantes, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Marcos no cita a Jesús diciendo que los envía a predicar, o a profetizar. Jesús no los envía a anunciar o a evangelizar. Salen a expulsar demonios y a curar enfermos. Unas líneas más adelante Marcos indica que salieron a predicar la conversión, el cambio, la transformación de vida.
Les dice que para esta misión no lleven consigo otra cosa que un bastón, que vayan calzados con sandalias y con una sola túnica. En el camino se quedarían en las casas que le ofrecieran hospitalidad. Le echarían una maldición a los que no les recibieran en algún poblado.
Los apóstoles entonces salieron a predicar, exhortando a la conversión. Expulsaron a muchos demonios y curaron a muchos enfermos, ungiéndolos con aceite.
Comentario breve
Al comienzo del evangelio de hoy Jesús llama a “los Doce”. El número de apóstoles representa seguramente a las doce tribus de Israel. Cierto, que en época de Jesús ya no quedaba ninguna, excepto Judá.
Para los efectos los apóstoles eran misioneros enviados. Jesús los envía a predicar, a anunciar…la conversión. Pero esa era la misma misión del Bautista, podríamos decir. Es posible que esta narración corresponde a un episodio bastante antiguo, cuando apenas habría muerto el Bautista y Jesús se hace cargo del liderato del grupo. Pero esto es la opinión de uno que no es especialista en las Escrituras. Aparte de esto, nótese que no les envía a bautizar.
No llevarán otra cosa que un bastón, les dice. Quizás es para enfatizar que se quedarán en casa de otros que les brindarán hospitalidad. Que no lleven dos túnicas podría querer decir que no lleven una muda extra de ropa. Es decir, que no tienen que llevar mucho bagaje. Les recuerda que lleven sandalias, algo que para mi no está claro, la necesidad de recordarles que lleven sandalias. Es posible que se refiere a un par extra de calzado; como decir que eso era más importante que la túnica extra. Quizás era como llevar la llanta de repuesto.
Jesús les da poder sobre los espíritus impuros, lo que podría estar asociado a la curación de los enfermos. Las enfermedades eran consecuencia del pecado, de estar bajo el gobierno del mal. Curar por tanto era liberar del pecado, del poder de los demonios. Las curaciones serían entonces señales de la llegada de la era mesiánica, del triunfo final del bien sobre el mal.
Marcos dice que curaron a numerosos enfermos, no dice que lograron curar a todos los enfermos que les presentaron. Hoy día sabemos que el aceite puede tener un efecto curativo, al cortarle oxígeno a las bacterias y a los hongos.
El evangelio de hoy ha sido de inspiración a través de la historia del cristianismo. De aquí sale la tradición del báculo episcopal, o el bastón de los obispos en las ceremonias litúrgicas. Pero, como señaló San Francisco de Asís y otros en la Edad Media, los obispos no siguieron el espíritu de pobreza y de servicio en las demás instrucciones de Jesús.
De manera parecida del pasaje del evangelio de hoy sale la tradición de la unción de los enfermos, que también se desvirtuó durante la Edad Media. Antes del Concilio Vaticano II se practicaba la “Extrema Unción”, la unción de los moribundos in extremis”, es decir, en el extremo de su vida. El Concilio restauró el sentido original de este sacramento que se basa en el pasaje de Marcos. Por eso la unción de los enfermos puede darse en repetidas ocasiones, no importa la edad.
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