Duccio di Buoninsegna, siglo 15 |
En el evangelio de hoy Jesús designa a 72 discípulos para que vayan a las aldeas de Galilea y anuncien que el Reino de Dios está cerca. Les dice que vayan de dos en dos.
Al ir a la Biblia de Jerusalén para ver este pasaje, uno descubre que es algo así como una repetición de Lucas 9,1ss.
Ahí se nota algo así como las costuras de la composición original del evangelio. Es posible que Lucas, o el compilador, se encontró con dos versiones recibidas en la tradición de las primeras comunidades. Propongo esto sin ser especialista y sin haber consultado la literatura.
Cuando Lucas —o el copista posterior— se encontró con dos versiones de igual prestigio, posiblemente decidió dejarlas las dos «por si, o por no», como dicen en el campo. El hecho que son básicamente el mismo cuento en dos versiones con pequeñas variaciones le presta credibilidad a la narración.
Dicho eso, podemos ahora reflexionar. Nótese que lo mismo en el capítulo 9 (Jesús envía los «apóstoles», los Doce), que en el capítulo 10 de Lucas (la versión del evangelio de hoy, en que envía los 72 discípulos) Jesús los envía de dos en dos, a anunciar el Reino de Dios.
La misión principal es anunciar la Buena Noticia, que el Reino de Dios ha llegado.
No los envía a bautizar, a casar, a administrar sacramentos.
¿Esto es defender ideas protestantes? No; es simplemente observar lo que encontramos en la narración de la vida de Jesús según lo encontramos en los evangelios, el catecismo de los primeros cristianos.
En el capítulo 9 de Lucas Jesús le da poder a los apóstoles para curar. En el capítulo 10, los discípulos vuelven maravillados, porque hasta los demonios se les someten. Jesús les dice que les ha dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y poder para vencer todas las fuerzas del enemigo.
Cuando Jesús los envía y luego los recibe a la vuelta, no hay una ceremonia de «órdenes sagradas». Basta creer, tener fe; creer que el Reino de Dios que Jesús anuncia verdaderamente ha llegado y salir a los caminos de la misma manera, a anunciar esa buena noticia.
Podemos pensar que esto fue lo que sucedió con los apóstoles y discípulos en los tiempos posteriores a la resurrección. Quedaron insuflados por el bautismo del Espíritu y salieron al anuncio de la llegada del Reino, con el testimonio de la resurrección de Jesús, el primero que volvió a la vida del reino de los muertos.
Hoy día podemos decir que ese es el sentido de ser cristiano y del sacerdocio de todos los fieles. "…vosotros sois 'linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido,' para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz." (I Pedro 2,9)
Igual que Israel fue –y es– "un reino de sacerdotes y una nación santa" (Éxodo 19,6) así también los cristianos son un pueblo de sacerdotes que como pueblo de Dios anuncia que el Reino está con nosotros.
El lector también puede ver estos apuntes del 2016.
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