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Domingo 17º del tiempo ordinario Ciclo C



Giacomo Zanni en la página de imágenes gratis de Pixabay


En la Primera Lectura para este domingo (Génesis 18,20-32) Abrahán regatea con Dios como si estuviera en el bazar disputando el precio de las aceitunas.

En el Evangelio para este domingo (Lucas 11,1-13) Jesús exhorta a sus discípulos a que perseveren en la oración de súplica. Roguemos a Dios hasta que nos atienda y remedie nuestras necesidades. En medio de ese hilvanar de cosas que se decía que dijo el Maestro dentro de la tradición oral de los primeros cristianos el evangelista intercala la oración del Padre Nuestro.

Conclusión: el tema que une las lecturas de hoy es el tema de la oración. Y la oración cristiana por antonomasia es el Padre Nuestro. Lo más importante es la alabanza al Padre (bendito sea tu nombre). De seguido pedimos que venga, que acabe de llegar, el Reino. Pero si se tarda en llegar, nos mostramos conformes: hágase tu voluntad, Señor.

Pasamos a nuestra necesidad material, que no nos falte el pan. Pero que tampoco nos falte la misericordia de Dios, de la misma manera que como cristianos perdonamos a los que nos ofenden y violan nuestros derechos. Porque nosotros también podemos caer en esto de no respetar a Dios, ni al prójimo y por eso le rogamos a Dios que no nos deje caer en la tentación, que no nos lleve a la tentación, que nos libre de todo mal. Porque de Dios es toda la autoridad, el poder y la gloria, por siempre. Y que así sea.

El Padrenuestro tiene un sabor judío innegable. Invito al lector a confirmar las raíces judías de esta oración en la enciclopedia del judaísmo.

Cada una de las líneas del Padre Nuestro tiene su versión en las oraciones hebreas tradicionales. Un judío podría muy bien recitar el Padrenuestro. Los cristianos somos judíos en espíritu.

Aparte de lo anterior viene a la mente el tema del perdón al pecador.

En estos días de la renuncia de nuestro gobernador viene a la mente el tema del perdón al prójimo.

En esto de perdonar, tanto nosotros, como el perdón de Dios, podemos caer en un error que a veces es nefasto. El marido abusador pide perdón y la mujer lo perdona. El cura pedófilo pide perdón y lo asignan a otra parroquia. Y así sucesivamente. El lector ve el problema.

Por eso, uno perdona, pero toma medidas realistas para evitar que el pecador reincida. A veces, los matrimonios tienen que disolverse para bien de la mujer y de los hijos. Otras veces es la mujer la que no está bien de la cabeza y la conclusión debería ser la misma. Lo mismo habría que decir de los curas pedófilos.

Es como seguir enviando al lobo entre las ovejas porque uno no puede guardarle rencor. Ahí está el "ay bendito" puertorriqueño. En las filas de los bancos, por ejemplo, escuché a más de uno defendiendo al gobernador Rosselló porque…ay bendito.

El lector también puede ver mis apuntes para este domingo que puse en el 2016 pueden verse aquí.

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