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Domingo 2º Tiempo Ordinario, Ciclo B

 

El tema de este domingo es la disposición para seguir a Jesús

La primera lectura para este domingo está tomada de 1 Samuel 3,3b-10.19. Narra el llamado de Dios a Samuel para que sea líder de su pueblo, Juez en Israel. Samuel fue consagrado a Dios desde pequeño y dormía «en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios». Recordemos que esto sucedió antes de la construcción del templo de Jerusalén por Salomón. Por lo tanto, en vez de «templo» debería poner, «el santuario del Señor». Samuel entonces dormía dentro del área alrededor del santuario del Arca de Yahvé. 

El Arca de la Alianza fue construida por Moisés en el desierto, según Éxodo 40. Una vez los israelitas llegaron a la Tierra Prometida, ubicaron la Tienda del Encuentro (el santuario del Arca) en diversos puntos, según pasaron los años. En los salmos se menciona el santuario de Salem y en Jueces, el santuario de Betel. Para la época de Samuel el santuario estaba en Silo. 

Nos narra la lectura de hoy que estando así dormido en el entorno del Arca, una voz llamó a Samuel. Era Dios que lo llamaba y lo iniciaba en sus funciones como Juez y Profeta en Israel. Pero él creyó que era el sacerdote Elí que lo llamaba en medio de la noche. Así que fue corriendo a donde estaba Elí, quien le dijo que no lo había llamado. 

Al repetirse esto dos veces, Elí comprendió que era Dios que llamaba a Samuel. Entonces le dio instrucciones: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha." »

Samuel entonces hizo lo que Elí le dijo. Cuando escuchó la voz por tercera vez, él respondió, «Habla, Señor, que tu siervo escucha». 

A partir de ese momento Samuel quedó verdaderamente consagrado a Dios.

Samuel ejemplifica así la actitud de Jesús y de todo cristiano que vive a la escucha de Dios, a la escucha de la Palabra. Dios nos habla de muchas y variadas maneras. 


El salmo responsorial canta los versos del salmo 40(39),2.4ab.7-8a.8b-9.10. «…dije: “Aquí estoy. En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón“». De esa manera expresamos el tema de hoy, el de seguir a Dios de todo corazón.


La segunda lectura está tomada de la carta de San Pablo a los Corintios 6,13c-15a.17-20. «…el que fornica peca contra su propio cuerpo,» nos dice el apóstol. Nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en nosotros, al punto que no nos pertenecemos a nosotros mismos. Con mayor razón aún, podemos concluir de acuerdo al tema de este domingo, que nos toca sólo vivir para Dios. 

Esto es algo que aplica a todos los cristianos, no sólo a los que viven en la vida clerical, o en la vida consagrada. Todos por virtud de nuestro bautismo en el agua y en el Espíritu somos templos de Dios. 


El evangelio de hoy está tomado de Juan 1,35-42. El pasaje es posterior al bautismo de Jesús en el Jordán. Juan está con dos de los discípulos y ve a Jesús que pasa. Entonces le dice a los discípulos «Éste es el Cordero de Dios».


Unos comentarios de inmediato:

  • Más adelante en el evangelio se nos aclara: «Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón».
  • Uno puede conjeturar que el otro de los dos discípulos fue el mismo Juan, el autor de este evangelio que leemos hoy. Pero los estudiosos dicen que es más probable que haya sido Felipe, que siempre aparece acompañando a Andrés. 

Los dos discípulos entonces siguen a Jesús, que les pregunta qué quieren («¿Qué buscáis?»). Ellos le contestan con otra pregunta: «Rabí (maestro), ¿dónde vives?» Y entonces le siguen y se quedan con él porque era tarde. 

Quién sabe si esa misma tarde, si al otro día, Andrés encuentra a su hermano Simón y le dice, «Hemos encontrado al Mesías». Y entonces lo lleva a donde está Jesús. Jesús se le queda mirando y le dice, «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Otros comentarios de inmediato:

  • Andrés es el primero en dar testimonio en este evangelio: «Hemos encontrado al Mesías». 
    • En los evangelios Jesús es reconocido por sus discípulos según varios apelativos. Ello responde a la manera diversa de interpretar su encuentro con Jesús. Esto es ya una evidencia de la veracidad de su testimonio. 
    • Si todos hubieran dicho exactamente lo mismo, eso sí podría ser sospechoso, de que se pusieron de acuerdo para inventar una leyenda. Pero el hecho de que le reconocen con diversos apelativos es una evidencia de la espontaneidad de las expresiones. 
    • Un ejemplo de esto es el hecho de que el reclutamiento de los primeros discípulos no se ubica en el mismo escenario que aquí, ni es exactamente el mismo «cuento». El lector puede ver Marcos 1,16 y los paralelos en Lucas y Mateo. 
    • Entre las apelaciones que circulan entre los primeros discípulos estarían la de 
      • «Cristo» (el Profeta; el Ungido); 
      • «Elías»; 
      • «Hijo de Dios». 
  • Unos versículos anteriores al comienzo de la lectura del pasaje de hoy, Juan reconoce a Jesús como «el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo» (Juan 1,29). 
  • Todavía un poco más atrás, llegan unos fariseos a preguntarle a Juan si él es el Cristo, o si es Elías (Juan 1,21). No soy experto, pero pienso lo siguiente.
    • Elías, hasta el día de hoy, es una figura profética que se supone venga al final de los tiempos. (Malaquías 3,23-24; Mateo 17,10-11) Así lo creen los judíos tradicionales y es la razón por la que en la pascua judía se separa una quinta copa de bendición, la «copa de Elías», por si aparece al final de los rituales. 
    • Al preguntarle a Juan si él era el Cristo, le estarían preguntando si él era el Mesías, el profeta que habría de venir al mundo para restauración de Israel, como en Juan 6,14. 
  • Pareciera que es en ese segundo sentido que Juan mismo reconoce a Jesús. Cuando dice «Ahí está el Cordero de Dios», es como decir, «Ahí está el Hijo de Dios»; «el Siervo de Dios»; «el Hijo del Hombre»; todos títulos adjudicados a Jesús en los evangelios. 
  • Pero Andrés y su compañero (Juan, o Felipe) le dicen a Simón, «Hemos encontrado al Mesías». Por tanto, diría que hay que tomar «Cordero de Dios» en el sentido de «el Mesías».
  • La frase «…que quita el pecado del mundo»: nótese que no habla en plural de los pecados, sino en singular «el pecado». El pecado que Dios quita es la ignorancia de la Verdad, que Jesús ahora disipa al revelar al Padre y el camino al Padre. 

****

Jesús se mantuvo fiel al camino fijado por el Padre y así también los discípulos dejaron todo para seguir a Jesús. 

Jesús en cuanto humano lo dejó todo para seguir a Juan. Pero en el bautizo en el Jordán descubrió que fue bautizado por el Espíritu. A partir de ese momento se convirtió él también y dejó todo para seguir la inspiración del Espíritu. 

Según el evangelio de hoy Juan le reconoce y se lo señala a dos de sus discípulos: «Éste es el Cordero de Dios». Es como haber dicho, «Ése que veis es el Siervo de Dios». Nos dicen algunos estudiosos que uno de los primeros títulos de Jesús entre los primeros discípulos judíos fue ese, «el Siervo de Yahvé», anunciado por Isaías 53. 

El Bautista para los efectos les dice a los dos discípulos del pasaje del evangelio de hoy que sigan a Jesús, que ahora es el que deben seguir. 

Aparentemente todos están fuera de su casa. «¿Dónde vives?», le preguntan a Jesús. Jesús los lleva a su domicilio y se quedan con él la noche. Jesús ya no está con José y María. Los dejó y se fue para seguir a Juan Bautista. Y ahora parece que vive en Cafarnaún, según podemos pensar. 

Los dos discípulos entonces van a donde el hermano de Andrés para decirle, «Hemos encontrado al Mesías». El hermano de Andrés era Simón, Pedro. Se lo traen a Jesús. 

De esa manera comienza el anuncio del Evangelio de Jesús con los primeros discípulos. Comienza el anuncio del Reino de Dios.


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