El tema de este domingo es la conversión y el seguimiento a Jesús
La primera lectura para este domingo está tomada del libro de Jonás 3,1-5.10. Jonás fue enviado a predicar a la ciudad de Nínive para lograr que los ciudadanos se convirtieran de su vida de pecado. De lo contrario, Dios la destruiría como a Sodoma y Gomorra.
Jonás no quería ir, pero Dios lo empujó para que fuera. Es decir, lo obligó. Jonás entró a la ciudad y comenzó a predicar, «como mandó el Señor». Se necesitaban tres días para recorrer toda la ciudad, de lo grande que era.
Pero bastó el primer día de predicación para que los habitantes de Nínive se arrepintieran. «Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.» Por eso Dios se compadeció de ellos y se arrepintió de la catástrofe con que los había amenazado.
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De esta manera la primera lectura propone el tema de este domingo. Jonás sale a predicar y los ninivitas se convierten. Jesús sale a predicar y los discípulos le siguen. Igual que el Bautista, Jesús predica la conversión. Convertirnos representa ya el Reino de Dios con nosotros.
La conversión en sí no requiere el ayuno y el vestido de saco. En los tiempos modernos y en los mismos evangelios hemos llegado a comprender que lo externo no es tan importante como la conversión del corazón, que es lo que lo externo significa.
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La conversión quiere decir: respetar a Dios, no ser un impío. Un impío es alguien que no respeta a nadie, excepto su propio interés.
Un converso pone primero el interés de Dios, que es el interés de los demás.
Para ser un converso no se necesita ser un monje de clausura. Es lo que descubrieron los puritanos de los tiempos de los blancos sajones y protestantes. Sólo que uno puede ser un monje de clausura y lo mismo, ser un puritano a carta cabal… y seguir siendo un impío.
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Es mejor olvidarse de las apariencias y captar lo que encontramos, tanto en el Antiguo Testamento, como en los evangelios. Nuestro verdadero culto es nuestra rectitud de corazón como resultado de la conversión. Lo vemos en la Escritura.
- …aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda (Isaías 1,17)
- Dice el Señor: Por cuanto ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí (Isaías 29,13)
- (Jesús a los fariseos:) …habéis anulado la Palabra de Dios por vuestra tradición. (Mateo 15,8)
El salmo responsorial canta los versos del salmo 24,4-5ab.6-7bc.8-9. «Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas,» cantamos. El Señor «guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres.»
La segunda lectura está tomada de la primera carta de San Pablo a los Corintios 7,29-31. Pablo nos invita a convertirnos de una vez, de los criterios paganos a los criterios cristianos. «…el momento es apremiante,» nos dice.
Pablo dice eso pensando que en cualquier momento serían testigos del fin del mundo. Es como decir: prepárate, que ya llega el huracán, el terremoto y entonces no habrá electricidad, ni agua, ni gasolina, ni transportación pública. Encima de eso vendrá Dios sobre las nubes a castigar a todos los que sólo pensaron en sí mismos, en sus propios intereses.
Por eso es que Pablo dice, «Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.»
Para los efectos es lo mismo que decir que en cualquier momento te mueres y tendrás que rendir cuentas por tu vida. Sólo que vivir no es algo psicológico, sino que es algo social. Vivir es algo de por sí vivir con los demás.
En la perspectiva del Antiguo Testamento la conversión era algo colectivo, como en el caso de los ninivitas. La mayoría del pueblo se vistió de saco y ayunó y se salvó. Pero podemos conjeturar que pudo haber algunos que siguieron siendo malvados en su corazón. Ellos también se salvaron por estar en el grupo.
Ahora los cristianos y San Pablo proponen que llegará Dios y separará las ovejas de los cabritos. A diferencia del caso de los ninivitas, los malvados no se salvarán por estar mezclados con el grupo. La vida sigue siendo social, pero la salvación es personal. Por eso, seguimos viviendo junto a los demás, pero con la mirada puesta en el horizonte. Hay que que vivir de manera que no nos sorprendan desprevenidos.
Claro, eso es un modo cobarde de vivir, por miedo al juicio severo de Dios. Por tanto, no es que Pablo quiso decir lo que dijo en ese sentido, de vivir con miedo, pensar en Dios constantemente como el juez que nos puede condenar.
Por lo tanto la actitud de distanciamiento respecto a nuestras actividades con los demás no es por miedo, sino por enamoramiento. Es como el enamorado, que está en sus quehaceres, pero pensando en la amada. Eso no pone a los quehaceres bajo un signo negativo. Uno puede estar en los quehaceres con mucho entusiasmo e ilusión. Y a la vez, uno puede tener en mente a la amada. Uno puede mascar chicle y caminar a la vez.
Ese distanciamiento no quiere decir que no vemos al otro. Al contrario, al ver al otro en lo que el otro es, con todas sus necesidades, vemos a Dios. Si no miramos al otro, no vemos a Dios.
No podemos ver al otro como un medio para nuestros propios fines. Para ver a Dios hay que ver al otro en sí mismo. El otro es un fin en sí mismo. Amar al otro es amar a Dios.
El evangelio de hoy está tomado de Marcos 1,14-20. Es el pasaje paralelo al del evangelio del domingo pasado. Jesús deja la región del Jordán una vez que Juan fue arrestado. Se marcha a Galilea y comienza la proclamación el Evangelio: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Ahí, en resumen, está la predicación original de Jesús. (1) Se ha cumplido el plazo, ya estamos en el final de los tiempos. (2) El reino de Dios está cerca; está aquí. (3) Convertíos y creed.
El reino de Dios es eso mismo, la dimensión de la realidad que se establece con la conversión.
Entonces Jesús recluta sus primeros seguidores, Simón y su hermano Andrés. Y al seguir caminando por la orilla del lago de Galilea recluta a los hijos del Zebedeo: Santiago y Juan. Jesús les dice, «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Hoy día los predicadores tienden a enfatizar el hecho de que ellos dejaron todo, lo abandonaron todo, y le siguieron. Es como un querer obligarnos a seguir a Jesús así por así. Pero le siguieron por una razón poderosa.
Creyeron, no como alguien que cae en cuenta de una verdad. Creyeron como alguien que descubre el amor.
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