En este domingo se cumplen los ocho días después de la celebración del domingo de Pascua de Resurrección. En el evangelio de hoy Jesús se le aparece a los discípulos que estaban reunidos a puertas cerradas por miedo a ser ellos también perseguidos como el Maestro.
Casi siempre los comentarios al evangelio de este domingo se dirigen a dos temas: el Cristo de la Divina Misericordia y la incredulidad del apóstol Tomás.
La devoción al Cristo de la Divina Misericordia es algo reciente, algo que fue promovido con la idea de hacerle frente a las influencias laicistas y protestantes en el catolicismo moderno. Sería parte de un esfuerzo de reavivar las devociones populares que tanto fortalecieron el catolicismo contra los protestantes. Se supone que en la mente del papa Juan Pablo II estaba también la idea del catolicismo tradicional y devoto como elemento de resistencia contra el comunismo, como sucedió en la Polonia de su tiempo.
Independientemente de lo acertado o equivocado de tal idea, el error no fue la idea misma, sino el haber ubicado su destaque para el segundo domingo de Pascua, todos los años. Se pasó por alto el sentido de la renovación litúrgica, que pone el eje de nuestra fe en la celebración de la resurrección del Señor. Recordemos el dicho del Beato Charlie, "Vivimos para esa noche". Ya en tiempos de Charlie se dio un esfuerzo, no de promover devociones al margen de la vida litúrgica de la Iglesia, sino de restaurar la misma vida litúrgica cristiana. Fue un esfuerzo por restaurar un modo más enfocado en las tradiciones más antiguas de todos los cristianos, como también en las iglesias orientales.
Recordemos la ubicación más antigua de este domingo, dentro de la tradición de la cuaresma como un tiempo también de preparación para los catecúmenos y la Vigilia Pascual como ocasión para el bautismo de los neófitos. Este domingo se llamaba "Domenica in Albis", porque los recién bautizados de la semana pasada llegaban revestidos de sus túnicas bautismales blancas ("albas") que testimoniaban su encuentro con el Cristo Resucitado.
Algo parecido podemos decir del acentuar la figura del apóstol Tomás en la lectura del evangelio de hoy. El apóstol Tomás es el que dudó de la resurrección y al que Cristo invitó a que pusiera su dedo en sus llagas para comprobar que era él y no un fantasma.
Que Tomás comprobó que era Jesús resucitado verdaderamente es algo importante, cierto. Sólo que acentuarlo sólo cumple un interés apologético, algo así como la misma función que podría cumplir un mazo en "A Dios rogando y con el mazo dando"; igual, "Mejor es que admitas mi verdad".
Un enfoque más pastoral encaminado a la vivencia de la fe, un enfoque más misionero y en diálogo con los interpelados, sería atender a la primera parte del pasaje del evangelio de hoy. Ahí vemos primero, a los discípulos atemorizados, de seguro desanimados. Luego, Jesús que aparece y entonces, que les sopla el Espíritu, como en un bautismo a la manera del anuncio del Bautista ("Viene uno que os bautizará en el Espíritu"), como un primer Pentecostés.
Invito a ver mis apuntes de años anteriores:
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