El tema de este domingo es el de seguir a Jesús
Con este domingo retomamos las solemnidades de los domingos del Tiempo Ordinario. Vale recordar que el domingo sigue siendo la celebración de Pascua en pequeño.
Antes del Concilio Vaticano II dábamos por sentado que seguir a Jesús era asunto para los clérigos y los religiosos. Sin querer pensábamos, y todavía muchos piensan así, que seguir a Jesús equivale a la vocación clerical o a la vocación de hacerse monje/monja. Seguir a Jesús sería como sentir entusiasmo por ser médico, bombero, astronauta. Tradicionalmente se piensa que es como adquirir una identidad particular.
Pero seguir a Jesús no equivale a ponerse un uniforme corporativo. Seguir a Jesús se refleja en el modo de vivir, en la conducta.
Después del Concilio se nos dijo --algo que todavía tiene que calar-- que todo cristiano está llamado a seguir a Jesús en virtud de su bautismo y su confirmación. Tiene sentido decir que esto es así sobre todo en virtud del sacramento de la Confirmación en la fe. No se trata de algo mágico, o mecánico.
La vida de cristiano consiste en la disposición de amar a los demás incondicionalmente, al modo con que Jesús lo hizo. Amar a lo demás es bastante difícil y a veces parece imposible, sobre todo cuando se trata de criminales perversos. Por eso es que no podemos por nuestra cuenta; se requiere el auxilio del Señor, es decir, del Espíritu Santo.
La vida de cristiano deriva de la experiencia de conversión en la fe. Esto puede darse en todas las profesiones y modos de vida, incluido el caso de los clérigos y los religiosos y religiosas.
La Iglesia somos nosotros, todos los cristianos. Seguir a Jesús no consiste en sólo ir a la iglesia o al culto una vez en semana. Ser cristiano es cosa de minorías y eso no es motivo de orgullo.
Invito al lector a ver mis apuntes de años anteriores, como los del 2016 (oprimir).
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