En el evangelio de hoy Jesús continúa el discurso de envío misionero
La primera lectura es del profeta Zacarías 9,9-10. «¡Salta de gozo, Sion; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, humilde y montado en un borrico, en un pollino de asna.», nos dice. Y luego termina el pasaje, «Su dominio irá de mar a mar, desde el Río hasta los extremos del país».
El profeta anuncia la llegada del rey de Israel, «justo y triunfador», es decir, «hombre de bien, bendecido de Dios, que ahora llega a traer el reino de la paz, del orden, de la justicia», como sugieren las notas al calce de la Biblia de Jerusalén. El reino de Israel se extenderá «de mar a mar», es decir, del Mar Muerto al mar Mediterráneo y del río Éufrates hasta el sur de Jerusalén (¿el Sinaí?). Siendo el bendecido de Dios, también gozará de la protección de Dios en sus gestiones.
El profeta indica, «humilde, y montado en un borrico». Apunta a que el rey que llega no será jactancioso, ni pedante, ni altanero, sino «humilde», alguien que no pretende ser otra cosa que lo que él es. Viene montado en un pollino de asna, que era el modo con que se presentaban los reyes también.
Aun podríamos admitir la interpretación de algunos: «humilde» como «pobre», de las clases no privilegiadas, lo que haría del borrico una prueba de que es un rey del pueblo.
Como sabemos esta profecía se cumplió con la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén que recordamos el Domingo de Ramos.
La profecía también se cumplió en toda la predicación de Jesús y sus discípulos que fueron en el viaje misionero por toda la Galilea: el Reino de Dios llegó con Jesús y ya está aquí.
Así, esta primera lectura se relaciona al evangelio de hoy: Jesús envía a sus discípulos a ir en un viaje misionero por toda la Galilea anunciando la llegada del Reino de Dios. Ese discurso de envío misionero es lo que hemos estado leyendo desde los pasados domingos.
El salmo responsorial canta versículos del salmo 144. «Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas», cantamos.
La segunda lectura continúa la lectura de la epístola a los Romanos 8,9.11-13. «Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu», dice San Pablo. El Espíritu se nos comunicó al ser bautizados en agua y Espíritu. Por eso resucitaremos con Cristo ya que no vivimos para la carne, sino para el Espíritu. Es de lo que dan testimonio al anunciar la llegada del Reino, los tiempos de la venida del Espíritu en los corazones.
El evangelio continúa la lectura de los pasados domingos en Mateo 11,25-30. «Te doy gracias, Padre», dice Jesús, «porque le has revelado todo esto a los pequeños». Con esto apunta a la sencillez de espíritu que caracteriza a los pobres de espíritu, a los que no viven según la carne, ni están obsesionados con las cosas de la carne.
«Todo me ha sido entregado por el Padre,» continúa Jesús, «y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Por nosotros mismos no conocemos a Dios, sino es que Dios quiere venir a buscarnos y permitirnos conocerle. La fe no tiene que ver con nuestro propio esfuerzo.
De inmediato Jesús añade, «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Aquí encontramos un complemento a las palabras del domingo pasado, cuando Jesús dijo, «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará».
****
Más de un cristiano podrá desarrollar un sentimiento de frustración, porque a pesar de lo que aquí se plantea, sobre todo como en el pasaje del domingo pasado, todos somos pecadores. Quisiéramos vivir según el Espíritu en nuestros corazones, pero es un hecho que también nos vemos llevados a vivir según la carne. Es lo que dijo Simone de Beauvoir en una de sus publicaciones, ¿cómo respirar aire puro, si el ambiente está saturado de contaminación, de humo de cigarrillo? Ahí entendemos lo que dice el evangelio y la interpretación de san Pablo: lo que se requiere es la fe, porque Dios entiende; si nos ama, entiende. Él mismo nos da la fe y por esa fe a la que nos adscribimos, no sólo somos salvados, sino que también fluyen las buenas obras. Podemos tropezar, pero Dios nos da la mano para levantarnos.
Eso es lo que no entienden los fariseos y los predicadores integristas, franquistas, los tradicionalistas ciegos. Si ellos no se enfrentan al hecho de su propia condición de pecadores, no pueden simpatizar con sus feligresías, porque habitan un mundo de fantasías. Dios les da los medios para que abran los ojos, sin embargo, por el mismo Espíritu.
****
Como sabemos desde hace más de cien años de investigaciones bíblicas, los evangelistas compilaron anécdotas y dichos de Jesús que circulaban como una tradición oral entre los primeros cristianos. En esas tradiciones orales se entremezclaron refranes y dichos de otras tradiciones, como las de los estoicos del helenismo y del mundo romano. Esto es algo a tener en cuenta al darnos con algunas afirmaciones contrastantes como las del domingo pasado y las de este domingo. Con todo, no hay que rechazar, ni la una, ni la otra. Intentemos una conciliación honesta entre ambas.
(Paréntesis. Note el lector que más de un predicador hispano gusta de tronar desde el púlpito hablando de los cristianos acomodaticios que gustan de suavizar el evangelio. Decir tal cosa es injusto con el papa Francisco y con las propuestas del Vaticano II, porque no atiende a los criterios para rechazar prácticas y creencias como la de dejar a un lado el requisito de abstinencia los viernes del año, por ejemplo. Algo parecido pudieron decir los fariseos de san Pablo y los cristianos cuando eliminaron las leyes dietéticas y la exigencia de la circuncisión. Los tradicionalistas católicos que critican al papa Francisco o a las enseñanzas del Concilio Vaticano II no se detienen a examinar los presupuestos y conceptos detrás de esos cambios. Debieran también reflexionar sobre lo que Jesús rechazó en los fariseos. Jesús no vino a condenar, sino a enseñar el camino a Dios (Juan 3,17). Es lo mismo que Jesús esperó que hicieran los discípulos en su labor misionera.)
Cuando Jesús dice que no hay que amar a la familia más que a su persona, no está exigiendo que le demos la espalda a los nuestros. Hubo un tiempo antes de Vaticano II en que los religiosos ni tan siquiera podían ir al entierro de sus padres, lo que no pudo ser la intención de Jesús al decir que había que consagrarse a él totalmente.
Uno puede mascar chicle y caminar a la misma vez. Uno puede expresar compromiso con la familia y a la vez cumplir con el Señor. Lo que realmente quiso decir Jesús es que, si llegase un momento de conflicto insalvable, entonces sí que había que preferirlo a él. «Mejor entrar al Reino de los cielos manco, que no entrar del todo», en otras palabras.
Es lo mismo que en una situación de emergencia, en que lo que vale se pone en evidencia. En una situación de urgencia hay que echar a un lado lo que impida, como quitarse la ropa cuando el barco se hunde, para poder nadar mejor. Lo que hay que rechazar en una emergencia no es lo que hay que rechazar en el diario vivir.
Si un médico abandona su paciente para irse a ver televisión (me sucedió a mí en una sala de emergencia), eso es reprobable. Pero eso no quiere decir que en una situación normal los médicos no pueden ver televisión. Aun en la sala de emergencia, si todo está tranquilo, claro que el médico puede irse a ver televisión en alguna salita dispuesta para ese propósito.
Algo parecido podemos plantearnos respecto al evangelio de hoy. Jesús es manso y humilde de corazón y espera que nosotros también lo seamos. Pero eso no significa que uno tenga que ser un bobalicón, un ingenuo pasmado. El lector puede completar esta reflexión.
Invito a ver mis apuntes sobre este domingo del año 2020 (oprimir).
Comentarios