Hasta el día de hoy los judíos esperan la vuelta de Elías, que es también esperar la llegada del Mesías y el fin de los tiempos. En el seder o celebración de la pascua judía en familia (nuestra Semana Santa) hay varias bendiciones de copas de vino durante la ceremonia y al final se reserva una quinta copa para Elías, que se supone podría llegar para anunciar la restauración final de Israel (Malaquías 3,23). En los tiempos de Jesús se preguntaron si el Bautista no sería Elías.
Podemos entender las discusiones que se dieron alrededor de la persona de Juan y de Jesús, que aparecieron diciendo que el tiempo se ha cumplido. En ambos casos (Juan Bautista y Jesús) la predicación de la llegada del Hijo del Hombre (o Elías, o la llegada de los tiempos mesiánicos) lo anunciaban en el marco de profetas como Isaías, Jeremías, Daniel, Ezequiel, Malaquías. Luego entendemos que Jesús hablaba de sí mismo al hablar del Hijo del Hombre.
Cuando uno va a los profetas encuentra el anuncio de la Nueva Alianza, que es la del corazón, o la del espíritu. Esos anuncios proféticos hablan del encumbramiento de Jerusalén como punto de referencia de salvación para todos los habitantes de la tierra y esto hoy también lo vemos en el sentido espiritual.
La llegada del Hijo del Hombre es motivo de angustia y terror para los impíos y motivo de alegría para los justos. El Hijo del Hombre dará a cada uno su merecido y por eso los pecadores serán condenados. ¿Quién puede sentirse seguro ante la llegada del justo juicio de Dios? Se engaña quien se cree bueno, como los fariseos. La llegada del Hijo del Hombre sería como fuego purificador y pocos podrían sobrevivir, si algunos.
Pero entonces Jesús aclaró: Dios no es un juez que ve esto en términos legales. Dios es un padre que desea la conversión del malvado, la conversión de todos, para que todos podamos entrar con él a disfrutar el banquete, la fiesta eterna en el cielo. De nosotros depende adoptar la disposición de ánimo adecuada, como la del hijo pródigo. Así podemos acoger la llegada del Mesías con alegría.
Valga subrayar que esto no es un asunto legal. Más de uno cree que "basta tener fe" y Dios salva. Pero Dios no salva en el sentido legal y tener fe implica una verdadera conversión de corazón. Ese fue el error de los fariseos, creerse que podían hacerse buenos y "comprar" la salvación con sus buenas obras. El mismo error lo pueden cometer los que creen poder "comprar" la salvación con tan sólo decir que tienen fe sin pasar por la conversión existencial, la del corazón, la del encuentro personal con Jesús. Más de un cristiano se cree "bueno" mientras su corazón sigue obsesionado, esclavizado, por las pasiones humanas. Por eso vale subrayar que la Nueva Alianza es la del Espíritu, la del corazón.
Este año las lecturas de los evangelios en la misa seguirán el texto del evangelio de Lucas y esa es la versión del bautismo de Jesús que leemos en este día. Nos dice que el pueblo se preguntaba si Juan sería Elías. Juan les dice que no, que él más bien anuncia al que ha de llegar, que «bautizará con Espíritu Santo y fuego».
«Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: ‘Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco’».
La voz del cielo certifica a Jesús como el Escogido, el Ungido, el Hijo de Dios. Su misión no será bautizar con agua, sino bautizar con el fuego del Espíritu Santo. Trae así la renovación de toda la creación.
Con Jesús, Dios certifica que no se olvida de nosotros y nos ofrece la entrada al reino de los cielos, al transformarnos por el Espíritu.
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Está el Jesús histórico y está el Jesús de la fe. Y en cada caso, tanto entre los que lo ven en los datos de su historia, como entre los que miran al sentido religioso de su persona, hay una gama de interpretaciones. Baste pensar en la cantidad de interpretaciones de la persona de Jesús que han habido (aparte de que unas se consideren heréticas y otras no).
Lo mismo podemos decir de las expresiones de la religiosidad en el culto a través de dos milenios de cristianismo. Para algunos el culto litúrgico puede ser una pura beatería de superficialidad insoportable. Sin embargo, esto es lo que atrae y satisface a más de un feligrés. Desafortunadamente en las iglesias de todas las denominaciones se han promovido más esas expresiones beatas, desde los cánticos sensibleros hasta los sermones y predicaciones muy emotivas pero fatalmente inescrupulosas y con poco sentido crítico.
De la misma manera que a más de un reverendo le interesa más el dinero de la colecta que la vida espiritual de sus feligreses, así también más de un reverendo está más interesado en el culto como un espectáculo, antes que como una oración celebrada en comunidad ante la presencia de Dios presente entre nosotros. El bautismo del Espíritu se da al modo pentecostal y al modo católico y al modo de los cuáqueros, que se sientan en silencio en su culto semanal, como si todos fuesen monjes contemplativos. El Espíritu se da de muchos modos y esto lo hemos de reconocer, el pluralismo de las expresiones espirituales en el cristianismo, algo que no tiene que ver con herejías y dogmas.
Toca a nosotros permitirle al Espíritu su actuar entre nosotros, con nosotros, para adelantar el reino de Dios, reino de paz y de justicia.
Invito a ver mis apuntes del año 2019 (oprimir) sobre estas lecturas.
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