Bautizando hoy día en el río Jordán. |
No hay evidencia de la duración exacta de este tiempo de preparación, aunque sí suponemos que la Pascua fue celebrada desde los primerísimos tiempos del cristianismo. Pareciera que sí se celebraba la Pascua, pero no se requería necesariamente el catecumenado. En el libro de los Hechos de los Apóstoles y en los mismos evangelios no se requiere ese tiempo de preparación. Así en Hechos: "Cree en el Señor Jesús y serás salvo" (Hechos 13:39; 16:30-32) y en el evangelio de San Juan: "Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida" (Juan 5:24).
Probablemente bajo influencia de los discípulos de Juan Bautista, se incluyó la ceremonia del bautismo como rito de iniciación para los nuevos conversos. De ahí que sería cuestión de tiempo, unas décadas, quizás una centuria, para que apareciera el proceso del catecumenado, que pronto se ubicó en el contexto de la sociedad bizantina como una "clase" dentro de la jerarquía de clases y categorías en la Iglesia. Cuanto el cristianismo triunfa con Constantino en el 314 AD, la nueva arquitectura de los templos cristianos ubicará a los catecúmenos en el vestíbulo del templo y en más de un caso el baptisterio ocupará una edificación independiente del templo principal.
Así, el bautismo se identificará como un rito de iniciación, análogo al proceso de iniciación a los misterios gnósticos con los que el cristianismo competía. De igual modo que aquel cristianismo de siglo 2, 3 y 4 fue espejando los estamentos jerárquicos de la sociedad en que se movía, así también fue reflejando (de seguro sin querer) los movimientos religiosos y místicos a los que se oponía y a los que eventualmente venció.
Con el triunfo definitivo del cristianismo también surgió una interrogante: ¿Debían reinstalarse en sus puestos a los obispos traidores que bajo la presión de las persecuciones habían renegado de su fe y hasta habían entregado los libros sagrados para ser quemados? Algunos sentían indignación y entendían que los cristianos traidores no merecían perdón de Dios (como San Ciprián en Cártago) mientras otros, como San Agustín, reconocerían la debilidad de los humanos y abogarían por la reconciliación y la conversión de vida junto a la penitencia.
De ese modo el tiempo preparatorio para la Pascua comenzó a adquirir el cariz de un tiempo de reconciliación y penitencia. Pronto se invocaron los cuarenta días de ayuno de Jesús en el desierto y de esa manera se acordaron cuarenta días de ayuno, primero para los penitentes (que se vestían de saco y se echaban cenizas sobre la cabeza, a la usanza del Viejo Testamento) y eventualmente, para todos -- excepto los domingos. El domingo siempre era el día de la "pequeña Pascua", de la conmemoración del hecho central de la fe cristiana, la resurrección de Jesús. Entonces para compensar por los cuatro domingos de cuaresma en que no se ayunaba, se acordó comenzar el miércoles anterior al primer domingo, de modo que se cumplieran cuatro días de ayuno complementario entre ese miércoles y el domingo.
Hoy día prácticamente hemos descartado el ayuno. Si el ayuno es necesario o no, será tema de otro blog más adelante. El lector puede reflexionar con los párrafos que se presentan a través de los enlaces (links) a continuación.
Unas consideraciones de cuaresma de SS Benedicto 16, en el 2007: "Cuaresma, un camino a la libertad". Nótese cómo, a diferencia de otras ocasiones aquí el Papa razona con una teología clara y al día, nada de trasnochada.
Mensaje de Cuaresma de la Primada de la Iglesia Episcopal, Rev. Katharine Jefferts Schori: Presiding Bishop's Lenten Message
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