En el evangelio de hoy el Bautista anuncia a Jesús como el Mesías
La primera lectura de hoy corresponde a Isaías 49,3.5-6. «Me dijo el Señor: “Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré”». Dios anuncia por boca del profeta la restauración del reino de Israel que desde el 720 antes de Cristo había desaparecido. Los primeros cristianos vieron en anuncios como este la profecía del Mesías que vendría a poner todo en orden con la restauración de Israel. Eran profecías que anticipaban la persona de Jesús. Dios formó a Jesús desde el vientre para que fuese el que reuniera a los israelitas dispersos, trayéndolos del exilio, como se anuncia en este texto de Isaías. Más aun, dice Dios en el texto, «Es poco que seas mi siervo para…traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
Jesús será —es— el Mesías, el Enviado que viene, que vino, para anunciar la Salvación a todas las naciones.
El salmo responsorial expresa nuestra alegría como respuesta al anuncio de la primera lectura.También evoca la actitud de Jesús al tomar consciencia de su persona mesiánica al momento del bautismo en el Jordán, al recibir el Espíritu Santo que da testimonio de su vocación, de su llamado a ser, en cuanto humano, el rostro de la Salvación de Dios para nosotros. Es la misma toma de consciencia de todo cristiano ante el llamado de Dios.
La segunda lectura comienza la primera carta de San Pablo a los corintios, en los primeros tres versículos. A los cristianos de Corinto les llama «santos», santificados por Jesucristo, junto «con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Señor de ellos y nuestro…». Continuaremos leyendo esta epístola en los próximos domingos. Nótese que no habla de los bautizados, sino que se dirige a todos los que invocan a Jesucristo. Recuerda el pasaje del profeta Joel, «Y sucederá que todo el que invoque el nombre de Yahveh será salvo» (Joel 3,5); igual, la nota al calce a Mateo 1,21, de la Biblia de Jerusalén, «“Jesús” (hebreo Yehosu'a) quiere decir “Yahvé salva”»; también, «Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.» (I Juan 4.15).
El evangelio, la tercera lectura, está tomado del evangelio de Juan 1,29-34. Juan Bautista ve a Jesús que se acerca hacia él y dice, «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Juan dice que viene un hombre que existía antes que él y que él salió a bautizar para que él sea manifestado.
Luego añade Juan, «Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Notar: Juan dice que el que le envió a bautizar con agua le dijo también que sabrá identificar al que debe venir por el hecho de ver el Espíritu Santo bajar y posarse sobre él. Él bautizará con Espíritu Santo. De esta manera declara que el bautismo con agua daría paso al bautismo del Espíritu.
Así podemos entender cuando Pablo en Romanos 10,9 nos dice, «si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo».
Con evangelios como el de hoy se va cerrando nuestra meditación sobre la predicación de Juan, que ya tomamos desde Adviento. Al unirse los discípulos de Juan (que creían en el bautismo del agua) con otros discípulos convencidos del bautismo en el Espíritu, conservamos ambas formas de expresar nuestra conversión, la experiencia de fe en Jesús, al margen de las variantes doctrinales dentro del cristianismo: el sacramento del bautismo y el sacramento de la confirmación.
En el cristianismo siempre hubo dimes y diretes, chismes y bochinches. Es la condición humana. En la semana del 18 al 25 de enero celebramos el octavario de la unidad de los cristianos, según una tradición de siglo 20. Ahí está el ejemplo de la pugna entre helenistas y judaizantes, lo mismo que entre los partidarios de los del agua y los del Espíritu. Lo importante es lo fundamental, que no es una doctrina, sino una experiencia de fe. De ahí la importancia del «Cree en el Señor Jesús y serás salvo». Porque el que dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un embustero (1 Juan 4,20).
Sobre este tema del amor ecuménico entre los cristianos podemos recordar también,
- I Juan 3,10 – En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
- 1 Juan 3,15 – Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él
Invito a ver , también mis apuntes del 2020.
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