En el evangelio de hoy Jesús presenta la parábola de las vírgenes que esperaban al esposo con sus lámparas encendidas
En tiempos de Jesús los reyes tenían múltiples esposas, algo que también vemos en el caso de los patriarcas del Antiguo Testamento. En la parábola Jesús habla de un grupo de chicas que esperan la llegada del esposo para entrar a la boda. Esperan en la oscuridad para poder unir su destino al esposo y encontrar su felicidad.
Las doncellas (las chicas) están en la oscuridad y por eso se alumbran con unas lámparas de aquel entonces, un recipiente de aceite (como la lámpara de Aladino) al que se le ponía una mecha (algún tejido) que entonces se encendía. ¿Cuánto podía durar el carburante, el aceite? De seguro que unas cuantas horas. Pero si para empezar uno ya llegó al punto de encuentro con el tanque medio vacío, no va quedar tanto para alumbrarse por horas largas.
Esto fue lo que le sucedió a las chicas necias, las que no fueron prevenidas y llegaron con las lámparas ya casi vacías. Al apagárseles las lámparas, quedaron en la oscuridad y así el novio no iba a poder verlas al llegar. Esas chicas necias son el foco de atención de la parábola.
Ese es el punto de la parábola: estar preparados para la llegada de… del esposo, de la muerte, de Dios.
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Mientras que en otras religiones los humanos buscamos a Dios, en el caso de Israel y el cristianismo, Dios es el que nos busca. Pero si no estamos preparados, Dios no puede encontrarnos, no puede vernos. Sin las lámparas encendidas nos quedamos en la oscuridad. Dios nos busca, pero nosotros también tenemos que organizar nuestra vida y estar a la escucha de la Palabra, a los modos con que Dios llega a nosotros.
Habrá quien diga que la parábola se ubica en el contexto de una sociedad patriarcal, machista, en que la vida de una chica gira en torno a la atención de un hombre que se case con ella y la mantenga y la tenga.
Pero el enfoque de la parábola no es la dependencia en los hombres. La parábola no habla de una boda al modo humano, ni de un esposo al modo humano, ni de unas necias al modo humano. Dios no tiene sexo, como no tiene lengua para hablar al modo humano. Por eso tuvo que hablarnos por boca de los profetas y por Jesús.
La parábola refiere al reino de los cielos y habla de estar preparados para entrar cuando se abra la puerta. De eso se trata. La necedad de las necias fue no ser prevenidas, no prevenir. El cristiano vive atento a Dios y de esa manera será una alegría cuando de repente se ve de cara a Dios, ya desde ahora, de tantos modos y a diario, como cuando un deambulante alarga su mano para pedir ayuda. O cuando ves a uno que a pesar de ser millonario se encuentra necesitado de ayuda en la autopista porque se le explotó una goma.
Invito a ver mis apuntes del año 2020 (oprimir) sobre las lecturas de este domingo.
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