En el evangelio de hoy Pedro reconoce a Jesús como el Mesías ante el signo de la pesca milagrosa
En el evangelio de hoy (Lucas 5,1-11) ya Jesús se encuentra predicando en Cafarnaúm a la orilla del lago de Galilea y la gente le sigue y se agolpa alrededor de él para poder escucharle. Están junto a los pescadores que están lavando sus redes.
Parece que a Jesús se le ocurre subirse a una barca para hablar desde un punto más alto y así le puedan escuchar mejor. Entonces se sube a la barca de Simón (Pedro). Cuando termina de predicar, le pide que salgan mar afuera, que vayan a pescar. Pedro le dice que han estado pescando toda la noche sin éxito.
De seguro Pedro y sus compañeros habían estado escuchando la predicación de Jesús y ya lo ven como alguien especial. Ya hay cierta simpatía entre Pedro y Jesús, desde el momento en que Jesús se acercó a él para pedirle permiso para subirse a la barca y predicar desde allí. En ese contexto Jesús insiste que salgan a pescar. Pedro y su gente estarían cansados después de haber estado toda la noche. Pero cede y se somete a Jesús y van y se ponen a pescar. Y entonces se da una pesca extraordinaria al punto que las redes estaban a punto de romperse.
Pedro y sus compañeros (como Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, que son mencionados) ven en esto una muestra de la santidad (divinidad) de Jesús y Pedro se arrodilla y le dice, «Apártate de mi, que soy un pecador».
En este episodio vemos otra vez la revelación de Jesús como Hijo del Padre con autoridad sobre la naturaleza. Y vemos la primera confesión de Pedro al reconocerlo como tal.
En respuesta Jesús le dice, «Desde ahora serás pescador de hombres».
A continuación el evangelista nos dice que Pedro y sus compañeros «sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron».
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Que Pedro se postre ante Jesús es un reconocimiento de su divinidad y que le pida que se aparte de él recuerda a Éxodo 33,20, al que remite la Biblia de Jerusalén.
Podemos pensar que Jesús buscó a Pedro y a sus parientes y amigos para reclutarlos para su misión como enviado del Padre. Esto recuerda el tema de la predestinación. Pedro y los primeros discípulos fueron escogidos de la misma manera que María fue escogida desde toda la eternidad. Todos hemos sido escogidos, cada uno a su manera, para ser parte del esquema (la economía) de la historia de la salvación.
A partir del episodio del evangelio de hoy Pedro, Santiago y Juan y otros de los primeros seguidores de Jesús se convirtieron en los líderes de las primeras comunidades cristianas. Eso no necesariamente significa que le dieron la espalda y cortaron toda relación con los familiares, amigos y vecinos. Uno de los primeros milagros de Jesús se dio con la curación de la suegra de Pedro (Marcos 1,30). Decir que aquellos primeros reclutas lo dejaron todo para seguir a Jesús no quiere decir que adoptaron la espiritualidad de los monjes del desierto. Quiere decir que dedicaron toda su vida a la predicación y a promover y a animar la vida de las primeras comunidades de cristianos al modo con que un párroco o un pastor evangélico lo hace hoy día. Para hacer eso no se necesita ser monje. Aunque se requiere el desprendimiento personal como para dedicarse a la tarea a tiempo completo.
Dedicarse a la animación y administración de la comunidad cristiana es una tarea análoga a la del que se dedica a cualquier otro oficio en sociedad, desde que el mundo es mundo. Otra cosa es que el encargado tenga unos compromisos personales como los que conlleva ser casado o ser monje, o monja.
Si Jesús le curó la suegra a Pedro, es porque estaba casado y los papas de los primeros siglos se casaban, igual que los demás obispos y presbíteros. En los primeros siglos hubo más de un caso de los hijos de los obispos y de los papas que a su vez llegaron a ser presbíteros, obispos y papas.
Está el caso de san Jerónimo, que en el siglo 5° propuso que los presbíteros debían abstenerse de tener relaciones sexuales con sus esposas la noche antes de celebrar la eucaristía. Esto implica que la eucaristía no se celebraba a diario (como sabemos por otras fuentes; de hecho, no hay evidencia que los monjes del desierto asistieran a misa diaria) y que era normal que los presbíteros se casaran.
Lo de san Jerónimo es sintomático de una actitud que mira a la vida de los monjes como más santa que la de los cristianos comunes (los laicos). Denota la aparición la vida del monje como ideal de la vida cristiana, que se abrió paso hasta dominar la imaginación de todo el cristianismo. Hasta el día de hoy pasamos trabajo en visualizar una espiritualidad de los laicos que no sea referida a la vida del convento. Es la dificultad que ha tenido el Opus Dei, por ejemplo, al momento de desarrollar prácticas de vida espiritual entre sus miembros.
Para visualizar la espiritualidad de los laicos ya contamos con la historia del protestantismo en sus diversas vertientes durante los pasados quinientos años. Los apóstoles y los cristianos de las primeras comunidades no eran monjes y siguieron con entrega total a Jesús sin necesidad de ser monjes. Esta consideración de por sí no anula el valor de la vida consagrada de los que viven su fe al modo de los monjes y las monjas.
Invito a ver otros apuntes sobre las lecturas de este domingo, del 2016 (oprimir sobre la fecha).
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