En el evangelio de este domingo Jesús apunta a lo principal: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo”. Amar al prójimo es ponerse en sus zapatos. Así se puede visualizar lo que no quiere que le hagan. Esto implica reconocer que, igual que el prójimo, somos pecadores, pero no queremos ser condenados por nuestros pecados. Eso, aunque nos podamos sentir avergonzados de nuestros pecados, aunque nos condenemos a nosotros mismos. Es como defender los defectos de la patria frente a los extranjeros, aunque entre nosotros acá sepamos que esos defectos los tenemos. Amar al prójimo entonces es visualizarnos en su pecado y el nuestro. Y también es visualizarnos en lo que podríamos hacer de haber estado en la situación del prójimo. Eso nos ayuda a entenderlo mejor. Jesús no vino a condenar. Vino a mostrar la misericordia de Dios. Jesús vino a invitar a la conversión de vida. Vino para que olvidemos...
Carlos Ramos Mattei