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Domingo Tercero de Adviento, Ciclo C




La primera lectura para este domingo está tomada del libro del profeta Sofonías 3:14-18. Como en el primer domingo de Adviento de este ciclo, anuncia gran alegría por la liberación del pueblo de Judá e Israel, de Sión (Jerusalén) y el pueblo hebreo. Como en tiempos antiguos, como en tiempos de Moisés y de los Jueces, ya no habrá necesidad de reyes. “El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás.”
Todo esto será motivo de una gran alegría.

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El salmo responsorial para este domingo corresponde a los versículos del profeta Isaías, capítulo 12:2-6. En todo momento estamos tranquilos y alegres, firmes en la convicción de que Dios está con nosotros. El tiene el poder para protegernos y nos dará agua en abundancia para nuestro regocijo. Por eso alabemos al Señor que es tan bueno.

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La segunda lectura de este domingo vuelve a expresar la tónica para este domingo: “Estad siempre alegres en el Señor”. Está tomada del apóstol Pablo en su carta a los filipenses, 4:4-7. El Señor está cerca y eso no es motivo de aprehensión, de miedo, sino de paz. “Que vuestra mesura la conozca todo el mundo,” dice. La paz que Jesús nos brinda hace que estemos tranquilos y por tanto, mesurados. Es la paz que le dio a los discípulos cuando se despidió de ellos hasta su vuelta.

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El evangelio de hoy, la tercera lectura, continúa el capítulo 3 del evangelio de San Lucas, en los versículos 10 al 18. La gente se acerca a Juan Bautista, que estaba exhortando a prepararse para la llegada del Esperado. La gente le pregunta, “…¿qué hacemos?”.  Juan contesta que el que tenga dos túnicas, que le dé una de ellas al que no tiene. A unos publicanos recogedores de impuestos les dice que no cobren más de lo establecido. A unos militares les dice que no extorsionen, ni hagan denuncias para “sacar” dinero, sino que se contenten con su “soldada”, su sueldo normal.
A los que decían que él era el Mesías, el Señalado y Ungido de Dios, Juan les aclara que no es así. “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo… Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego…”.
El pasaje termina diciendo que Juan seguía en su predicación anunciando la Buena Noticia.

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Tradicionalmente este domingo se conoce como el domingo de la alegría, en latín, Gaudete. El nombre viene de la antífona con que comenzaba la misa cantada en latín. Pero también corresponde al giro de este domingo, de orientación positiva. Por eso en algunas parroquias el celebrante se reviste de rosado. Corresponde también a la época en que el Adviento se celebraba como una cuaresma de penitencia y disciplina, siguiendo la interpretación del evangelio del domingo pasado, en que se confundió “penitencia” y “conversión”.
Pero siempre cuadra bien con el hecho de nuestra salvación que ya nos ha llegado y que a la vez esperamos. La congregación de los creyentes es ya una pregustación de nuestro reencuentro en la Segunda Venida, en el paraíso. Es la imagen de la invitación al banquete en que todos compartiremos, al que somos invitados por la Buena Nueva, lo que naturalmente nos pone alegres.

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En el evangelio de hoy Juan apunta a lo que deben hacer los cristianos frente a la vuelta inminente de Jesús. Eso supone anticipar lo que viene y no ser sorprendidos sin estar listos. 
Si tienen una túnica de más, que se la regalen al que no tiene, le dice Juan a los que le preguntan cómo proceder. Es decir, debemos compartir con los que no tienen. Claro, caridad contra caridad no es caridad, como reza el proverbio español. Por eso habla de dos túnicas y puedes regalar la que te sobra. Si regalas también la que tienes, más loable aún. 
Los cristianos, exhorta Juan, no deben abusar de su poder, como hacían los publicanos, que eran los encargados de recoger los impuestos para los romanos. Ellos tenían un contrato por el que se quedaban con un porciento de todo lo que recaudaban. Por eso les interesaba cobrar de más para así poder quedarse con una tajada mayor de lo que cobraban. 
Como apuntado, lo que está en juego aquí no es sólo el asunto de cobrar injustamente, sino el de abusar del poder o autoridad que uno tiene. Como en el caso de compartir la túnica, los cristianos deben tomar en cuenta a los demás, ser considerados.
En tercer lugar, Juan le dice a los militares que no extorsionen. Parece que los militares hacían como algunos policías que acusaban a alguien de algún delito o infracción, con tal de cobrarles a cambio de no llevarlos al juez. 
Uno puede pensar en tantos casos de extorsión hoy día, sobre todo cuando se trata de jugosos contratos, o de cuando hay mucho dinero de por medio.
Pero también uno puede pensar en los pobres, cuando son víctimas de esas pequeñas extorsiones de todos los días. A veces, en Puerto Rico, la policía ha salido a “recaudar fondos” y se ubican en un lugar estratégico para darle multa a todo el que pase por allí, a base de tecnicismos legales. En más de una ocasión he sido víctima de esto, al punto de que puedo decir que el 90% de los boletos de tránsito que he recibido se han dado de esta manera y a menudo de manera ridícula. Al menos dos se dieron en un momento cuando no había nadie en la carretera, excepto el policía y yo, a horas en que no hay tránsito. 
Claro, luego ha habido una buena cantidad de accidentes por culpa de conductores que van volando bajito en la noche sin respetar los semáforos, y eso hay que controlarlo. Pero ese no era mi caso.
La extorsión no la practicaban los policías, sino el jefe de más arriba que lo ordenaba, para el gobierno y el presupuesto. Otra cosa es la “mordida” que se da en México y en nuestros países hispanos, cuando la extorsión la practica el mismo policía. 

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Algunos exégetas o estudiosos de las Escrituras han observado, hace años, de que en los evangelios “sinópticos” (más antiguos) Jesús nunca bautiza, ni pone como condición el tener que bautizarse. 
Por eso resulta interesante la referencia del evangelio de hoy, cuando el Bautista, que bautizaba con agua, dice, “viene el que puede más que yo… El os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. 
Claro, este versículo podría referirse solamente a la llegada próxima del final, cuando el fuego purificará. Como en el crisol, los malos se disiparán en el humo y los buenos, como el oro, quedarán resplandecientes. Esto también puede verse como relacionado a la idea del purgatorio y el infierno.
Hay referencias al bautismo del sufrimiento, como cuando los hijos del Zebedeo le piden compartir su gloria (Marcos 10:39); o cuando en la narración de la Pasión Jesús dice, “Con un bautismo tengo que ser bautizado” (Lucas 12:50).
Por otro lado en Hechos de los apóstoles encontramos (1:5), “…Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo…”. No dice que Jesús trajo un nuevo bautismo; sólo se refiere al bautismo de Juan y al bautismo del Espíritu.

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Esperamos la llegada del Señor, para que no desfallezcamos, al que viene a sanarnos de todos nuestros males. Esperamos con alegría en la seguridad de que Dios no faltará a su palabra.
Están los que esperan con mucha ansiedad ese momento de la liberación, como los encarcelados que sufren con paciencia, pero con mucha inquietud. Son los que esperan con anhelo. 
Están los que saben que se supone que venga la liberación, pero no saben si la verán. Tienen fe, saben que su Salvador les garantiza la invitación al banquete celestial, pero a pesar de eso no se sienten tan confiados.
¿Podrá Dios contra el demonio? ¿Es posible que el demonio pueda más que Dios? Claro que no. Es absurdo preocuparse por el demonio y tratar de convencer a los demás del peligro del demonio. Para los que sienten la paz de Dios, el demonio no representa preocupación. 
Tales preocupaciones en realidad no son cristianas.
No hay que juzgar porque no nos toca a nosotros juzgar. No hay que castigar; no nos toca eso a nosotros. No hay que invocar maldiciones. Los evangelios están claros (el lector puede buscar y suplir con sus citas estos planteamientos). Ya llega el día en que Dios se encargará.
A nosotros nos toca el amor cristiano y la misericordia.

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¿Cómo abrir camino a Cristo, el Señor, que ya viene, ya está cerca? Como quiera viene, sin que preparemos el camino. Abrir el camino al Señor no se refiere a convencer a otros para que piensen igual que nosotros. Se refiere a lo señalado en el evangelio: el amor cristiano, la ecuanimidad, la paz de Dios, la consideración el prójimo. Y que cada cual responda de sí mismo.
Podemos ver la manera con que Jesús y el mismo Bautista confrontó a los fariseos. Algunos no cristianos han señalado que en su trato con los fariseos Jesús no siguió su propia enseñanza del amor al prójimo. Pero nótese que sus exhortaciones, como las del Bautista, van dirigidas a la conversión. Ese es el punto. El contexto de las expresiones de indignación no es de condena como tal, sino de un llamado a entender el error en que están y cambiar su parecer. Ese cambio de parecer es la conversión. Las expresiones de indignación son expresiones de amor, como la indignación de un padre con su hijo, que a pesar de la exasperación, siempre lo ama.

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Están los que entienden que para ser buenos cristianos necesitan estar en “lucha contra el mundo”, en una especie de estado de guerra. Así es como ellos entienden eso de “preparar el camino”. Son los que andan obsesionados con el tema del aborto, la eutanasia, cosas así. Entre ellos están también los fetichistas de las apariencias del catolicismo tradicional. No ven que el hábito del monje es algo periférico, no esencial.
Esto del estar en lucha contra “el mundo” nos llega asociado a la mentalidad de principios de siglo 20. Viene de la época de las escuadras fascistas y de los cristeros mexicanos. Su trasfondo fue la frustración ante la creación del estado italiano a expensas de los estados papales. 
El papa Pío 9 se declaró prisionero del Vaticano y el papa Pío 10 condenó la “modernidad”. Quería decir, “Si el Vaticano ya no es un estado y el papa ya no es un monarca, es culpa de los liberales que creen en la democracia, y de los masones y de los librepensadores. Si les damos vía libre, acaban con nosotros. No sólo el Vaticano, el catolicismo podría desaparecer”.
Pero en realidad los “liberales librepensadores” no trabajaban a base del contexto de la religión, sino en términos políticos. Si los estados vaticanos se hubiesen encontrado en Finlandia, los italianos no hubiesen tenido problemas con el papa. Si los masones no hubiesen sido una sociedad secreta, no se hubiesen utilizado sus logias como lugares de reunión para los que se oponían a las monarquías. 
En términos políticos el catolicismo representaba el papel que jugó durante la Edad Media y que en los tiempos modernos ya representaba un obstáculo a vencer. El papado y el catolicismo eran un obstáculo político y la religión en cuanto tal no entraba en la ecuación. 
Claro, eso lo podemos decir ahora. Los que vivían aquel momento mezclaban en su mente ambas cosas: política y religión. Pero eso hoy ya no es necesario. El papel de la masonería no puede ser el mismo de aquella época. Tampoco el papel de Acción Católica (si es que tales grupos todavía existen) puede ser el mismo. 
Tales consideraciones son muy relevantes este año jubilar, Año de la Misericordia.


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