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Solemnidad de María, Madre de Dios / Domingo Segundo del Tiempo de Navidad, Ciclo C




El día primero del año celebramos a María, Madre de Dios, o la Maternidad de la Virgen María. 
Durante la Navidad miramos los diversos elementos que componen el misterio del nacimiento del Niño Jesús. Uno de esos componentes es María como Madre de Jesús, Dios y hombre verdadero. Por eso es que reconocemos a María como Madre de Dios. Esa misma consideración va implícita, como es natural, en las lecturas y los temas del domingo segundo dentro del ciclo de Navidad.
Con la lectura del comienzo del evangelio de San Juan en este domingo se pone énfasis sobre la presencia de Dios que llega a nosotros en la persona de Cristo. Dios se hizo hombre como si fuera cualquiera de nosotros. Nació como un bebé más. 
Lo importante aquí no es el dogma de la encarnación. La liturgia no nos invita a contemplar una definición. Nos invita a contemplar el misterio: Dios con nosotros. 
Por eso no es necesario referirnos a la teología, sino a la experiencia de fe.
La teología nos puede desviar de camino. No es fácil creer en abstracto, como si creer fuese un ejercicio de aceptar unas verdades lógicas. Si nos ponemos a aclarar la unión de las dos naturalezas en Cristo, plenamente humano y plenamente divino fácilmente se nos cansa el cerebro y dejamos de pensar. 
Decidir si Cristo tuvo una sola conciencia o una sola voluntad no es lo importante aquí. Ir por ese camino nos mete en un laberinto. Por algo en los círculos de estudios se habla de las disquisiciones “bizantinas”. Son teólogos exquisitos, pero eso es otra cosa. Es como hablar de la natación en elucubraciones sin fin. Otra cosa es nadar. Para nadar no se necesita filosofar.
Lo importante es reconocer a Dios en Cristo. Es reconocer que nuestros males no son consecuencia de nuestra condición de pecadores. Que nuestra condición de estar cojos y ciegos e impedidos o inválidos no es consecuencia del pecado de nuestros padres. Es caer en cuenta de que el amor que Dios nos tiene, no tiene que ver con nuestra condición de pecadores, sino con el hecho de que somos hijos de Dios. 
Dios decidió que nos encontráramos con él en persona y que ya no lo viéramos como un juez severo y distante, sino como un padre que está con nosotros. Por eso nos llenamos de alegría como la Virgen cuando comenzó su alabanza al confirmar que Dios se fijó en  servidora tan insignificante. Respecto a Dios somos como la hormigas, insignificantes. Dios se fijó en María y ella creyó el anuncio del ángel. Y creyó al dar a luz al Niño. 
Eso es lo que anunció Jesús, ese es el Reino que llegó con él. En el hoy de hoy, ahora, estamos en Navidad. Ya no estamos en Adviento. La salvación está con nosotros. 
Por eso nos llenamos de alegría como la adúltera, que se sintió lejos de Dios y que sintió que Dios no se acordaba de su vida. Pero con Jesús lo descubrió cerca. 

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No nos parece que Dios está aquí entre nosotros, en la vida diaria. Vamos a rezarle el domingo o en la capilla apartada, pero cuando estamos en medio de los negocios y quehaceres de todos los días, no pensamos que esté ahí. Por eso hasta los mismos clérigos sólo sienten encontrarlo en los rituales, pero luego cometen crímenes, como robarse el dinero destinado a los pobres. 
No es que pedimos un aumento de sueldo a nombre de Dios, como en la Edad Media. No es que diseñamos un condominio con criterios bíblicos. No es que pensamos que tomarnos una aspirina es contradecir la voluntad de Dios, que dispuso que tuviéramos un dolor de cabeza. 
El que peca en la vida diaria porque así es la realidad, pero actuaría de otro modo si pudiera porque su corazón no es malicioso, ese está en Adviento, a la espera de la salvación. El que ya tiene el corazón endurecido y piensa que la vida de nosotros le trae sin cuidado, ese está en otro mundo. El que como los fariseos cree que si Dios viene, vendrá a castigarnos y por tanto hay que cumplir leyes dictadas por una lógica, ese todavía está en Adviento. El que está animado por el rencor y el espíritu de venganza, ese está… ya usted sabe. 
La adúltera, a pesar de su condición de pecadora pública, fue una mujer que amó mucho y que al verse amada por Dios, entendió que sí, que Dios había llegado para decir que sí, que no estaba lejos. Su reacción fue como la de la Virgen, el regocijo que las cosas no son como ella pensaba, que Dios no estaba lejos.
El efecto de verse empujada a ser una mujer pública le quitó todo el carapacho de respetabilidad y la hizo ser como de veras era ella. Y ella tenía autenticidad, era mujer de a verdad, como se decía en el campo antes. En su “pobreza” Dios podía llegar hasta ella.  
 Para la adúltera el encuentro con Jesús tenía que producir una gran alegría. Ella podía entender el sentido de las parábolas. No hay justicia en este mundo, pero los que lloran serán consolados. Iba de suyo, un cambio de estilo de vida. El cielo se nos da de gratis, no hay que comprarlo. Ver eso lleva a un cambio en la manera de ver las cosas y de vivir. Dios ama a los pecadores. Y entre esos pecadores estoy yo, está cada uno de nosotros.
Por eso, al hacer fila para entrar al cielo, los publicanos y las prostitutas irán al frente, los que a pesar de jugar el juego que les impuso la vida, eran sencillos de corazón. Por contraste los fariseos se creyeron el juego, se creyeron que Dios estaba lejos, no era un Dios personal y con cumplir con sus leyes y los dictados de la filosofía y la lógica era suficiente.
Al ofrecer el perdón de Dios gratis, Jesús puso al descubierto las cosas. Es como decir, se nos da un regalo y hay que ser agradecidos. No es asunto de “estar”agradecidos (aunque eso también, como cuando le estaremos agradecidos toda la vida), sino “ser”agradecidos, es decir, que el regalo provoca una manera de vivir, una conducta.
La salvación viene a todos, el perdón es para todos. Todos son hijos de Dios; no hay distinción entre unos y otros. No es que unos son especiales y otros no; o que hay algunos por los que Dios siente repugnancia de tan malos que son. O que hay otros con almas tan bellas que Dios los prefiere.
Jesús, en su anuncio de la liberación a los fariseos, las prostitutas, los soldados, la madre que se quedó viuda y se le murió el hijo, a los gobernantes corruptos, les dice que Dios no tiene problemas con ellos. Entonces les invita a que, ya que Dios no les juzga, entonces cambien su modo de vivir. Es lo que también podríamos ver en el caso de aquel ladrón al que el obispo le regaló los candelabros de plata en la novela Los miserables.
En cierto modo podemos decir que algo presente en la Buena Noticia que Jesús nos trae es que Dios es un Dios de sentido común. Los que no ven esto están lejos del Reino de Dios.

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Merece citarse el salmo 84 dentro de este contexto de Navidad. En este salmo encontramos la descripción de la era mesiánica y el contexto de la predicación del Bautista y de Jesús.

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
[los judíos vuelven a ser un pueblo libre]
has perdonado la culpa de tu pueblo,
[los judíos fueron al Cautiverio por 
  culpa de sus infidelidades a Dios|
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
[Dios ya no está enojado y perdona]
has frenado el incendio de tu ira.
[queda demostrado en la liberación 
  del poder de Babilonia]

Restáuranos, Dios Salvador nuestro;
[liberados de Babilonia, pero sin soberanía   propia]
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia,
y danos tu salvación.
[tu salvación es señal de tu misericordia]

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.»

La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;

La fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

El salmo fue escrito dentro del escenario de la época de Jesús. Los discípulos, los apóstoles, los primitivos cristianos fueron cayendo en cuenta de que también tenía un sentido más universal. Por eso el cristianismo tiene sentido en todos los lugares del planeta en una pluralidad de culturas. 
Que el cristianismo pueda ser pluralista será tema para otro momento.



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