Lo que sigue no es para negar la figura el obispo de Roma como líder de la cristiandad.
Soy de los que creen en un tipo de ecumenismo en que la figura del obispo de Roma no es la de un administrador o un emperador en versión cristiana.
La reina de Inglaterra, como el rey de España, son vistos como figuras de unidad nacional y liderazgo. Esto quedó bien claro cuando en 1981 se intentó restaurar la dictadura franquista y el rey Juan Carlos salvó la democracia española.
En nuestros tiempos el rey sólo tiene la autoridad que se le reconoce. Sucede lo mismo con el arzobispo de Canterbury respecto a la comunión anglicana.
“En la casa de mi Padre hay muchas mansiones” (Juan 14,2). Se puede interpretar esto en términos de la variedad de expresiones del evangelio que ya se dan en las iglesias orientales y en el sector evangélico.
En el cristianismo ya ha habido cabida para los izquierdistas y derechistas. Ha habido cabida para los que empuñan espada, rifle, mazo y cuartos oscuros para dar palizas a nombre de Cristo, dígame usted.
En el catolicismo romano ha habido cabida para los simpatizantes de la cismática Sociedad San Pío X; los anglicanos romanistas; el Opus Dei como prelatura personal papal. La idea de un cristianismo pluralista bajo la figura papal ya está aquí.
El obispo de Roma ya es también una figura de liderazgo entre los gobernantes de las naciones, tanto católicos como no católicos.
Qué tal si leemos el evangelio (Mateo 16,17-19) así: “Tú te encargarás de ser el líder del grupo para anunciar la Buena Noticia. Tú eres el líder que ha sabido expresar su fe y sobre tu liderazgo edificaré mi grupo”.
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