El tema de este domingo es el cumplimiento de la Ley
«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento», dice Jesús en Mateo 5,17. Jesús vino a enseñarnos lo que es cumplir, dar cumplimiento a la Ley.
Para comenzar, la Nueva Alianza de Dios con nosotros es la de la Ley inscrita en los corazones, como anunció Jeremías 31,31. Nuestro corazón espontáneamente se inclina al bien, reconoce el bien. Si uno no reconoce lo correcto, es por la confusión que podamos tener. Sintiéndose perdidos o desorientados, muchos prefieren asumir la posición farisaica de observar la Ley de Moisés al pie de la letra.
Jesús le recuerda a los fariseos que la Ley de Moisés ha dado paso a la Nueva Alianza de la Ley del corazón, en que es más importante hacer el bien a consciencia antes que cumplir por cumplir con los requisitos externos de la Ley.
El problema con el cumplimiento de la Ley es que la realidad desborda nuestros conceptos, nuestras ideas y nuestros principios. Había que descansar en sábado, por ejemplo. Pero es inevitable que hay que hacer muchas cosas en sábado, como cocinar, caminar hasta la casa de otros familiares y así. ¿Cuán lejos puede uno caminar en sábado, cuántos pasos se pueden dar antes de violar la ley del descanso sabatino? ¿Cuánto tiempo y cuánto trabajo se puede permitir para cocinar el alimento? Este era el tipo de asunto que discutían los fariseos.
Había que lavarse las manos antes de comer. ¿Qué significa tener las manos limpias? Este es el tipo de problema que tienen los obsesivos compulsivos y que tenían los fariseos.
Jesús les recuerda: en nuestro corazón sabemos qué es lo verdaderamente importante, qué es lo que realmente cuenta. Lo importante es amar a Dios y al prójimo como a tí mismo. Del resto, confía en tu intuición, confía en tu buena voluntad y busca ser justo con tu hermano. La Ley no es un fin, ni un objeto de idolatría. La Ley es un referente para orientarnos que no debe tiranizar nuestras vidas. Ya lo propuso Cicerón en el contexto de derecho romano: súmmum ius, súmmum iniuria; el exceso de la legalidad termina en la injusticia.
Esto lo podemos aplicar al aborto, por ejemplo, en que no hay que obsesionarse con la condena del acto de abortar en sí, sino ver cada caso de manera holística, en un contexto humano. No es el aborto sólo y de por sí lo que es malo, sino que debemos tener en cuenta el contexto específico en que una persona pueda considerar el aborto como justificado. De la misma manera uno puede entender cómo un homicidio no tiene que ser asesinato, sólo por ser homicidio.
Aparte de lo anterior, no tiene sentido definir al buen cristiano por su oposición al aborto. Esa no es la manera con que Cristo definió lo que es un buen cristiano. ¿De qué vale observar la Ley si en tu corazón no amas a tu hermano? ¿De qué vale decir que amas a Dios si no amas a tu hermano?
Los actos en sí son buenos, o son malos. Pero también hay que tener en cuenta la intención del corazón. Del corazón es que sale la bondad y la maldad. Nuestra intención es un ingrediente que colorea lo que hacemos. Cómo lo hacemos es un ingrediente constitutivo del sentido de lo que está bien hecho, o no.
Podemos hacer algo bueno (como dar limosna) pero con mala intención. Podemos hacer algo malo (como matar) pero de manera justificada. Es del interior del ser humano que sale la maldad, y la bondad.
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