En el evangelio de este domingo (Juan 21,1-19) Jesús se le aparece a los discípulos a orillas del lago de Galilea. Es Jesús resucitado, con su cuerpo humano y glorioso, que se sienta y desayuna pescado a la brasa con ellos. Es Jesús que vive y sigue con nosotros.
El evangelio tiene tres escenas, para los efectos (en mi opinión, que no soy estudioso especialista). Está la pesca milagrosa y el desayuno con Jesús y en tercer lugar, la conversación de Jesús con Pedro.
En la conversación, Jesús le pregunta tres veces a Pedro, «¿Me amas?» y tres veces le dice, «Apacienta mis ovejas». En la tradición esto se toma como un contraste con las tres negaciones de Pedro cuando estaba en el atrio de la casa del Sumo Sacerdote Caifás (Juan 18,15-27). Hasta el más santo puede traicionar a Jesús y sin embargo Jesús perdona y hasta le da una encomienda importante.
Para Dios nuestros pecados no son importantes, cuanto nuestra actitud de corazón, la de seguirle. Por eso exhorta a Pedro, «Sígueme». Si continuamos leyendo más allá del pasaje del evangelio de hoy esto se vuelve a confirmar. Al final del pasaje del evangelio resulta que Jesús y Pedro al finalizar su conversación ven que Juan el discípulo amado ha estado escuchándolos o que estaba allí detrás de ellos. Pedro hace ademán de alejarlo pero Jesús le reprende, «¿Qué te importa? Tú sígueme.» Lo importante es seguir a Jesús.
Propongo ver mis apuntes para las lecturas de este día, del 2016.
También propongo otros comentarios más recientes, del 2022.
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